Señora, necesito algunos consejos sobre arruinarme el día. ¿Cómo puedo encontrar una manera de no hacer mucho, pero hacer más fácil encontrar el tiempo para disfrutar de todas las cosas divertidas en mi día?

¡Hola! Pongo en contexto, esta mujer (llamemosla Gertrudis) no es mi tía persé. Sino que es la prima de mi abuela.

Cuando mi abuela estaba con vida, Gertrudis solía venir a visitarla. Estaba presenente en todas las reuniones familiares y siempre era muy charlatana y amigable con todos.

Esto va a parecer muy superficial, lo sé, pero siempre que venía, repito, SIEMPRE, yo estaba allí, con mi hermano (Pablo) y mi prima (Lucía). Cada vez Gertrudis siempre sacaba su cartera, contaba el dinero y le daba a Pablo y Lucía justo enfrente de mis narices. Una y otra vez. En cada visita, año tras año. Yo era solo una niña y no me atrevía a abrir la boca ni demostrar los celos que sentía.

Porque sí, siempre me hizo sentir poco valorada, excluída y, ¿por qué no? Rechazada. No creo que esa fuera su intención, porque siempre fue muy amable conmigo… pero siempre estaba ese tema.

Recuerdo una vez en navidad, Lucía se había ido a celebrar las fiestas con otra rama de la familia y estabamos Pablo y yo. Traía un regalo que, por supuesto, no era para mí… sino para mi hermano.

Ese día le pregunté a mi madre porqué a mí nunca me daba nada y me respondió que no tiene que hacerlo, que es su dinero y que hace con él lo que quiere pero admitió que era un mal gesto delante de una niña pequeña.

Por estos motivos, cuando ibamos a la casa de Gertrudis yo nunca tocaba nada. Llenaba la mesa de comida y yo la rechazaba, aludía a que no tenía hambre aunque deborara los dulces con la mirada. Ya os imaginais lo que le costaría a una niña de ocho años decie que no a un pastel de chocolate, a unos gusanitos, a unas patatas fritas… pero no me sentía bienvenida. Nos ofrecía la piscina a los niños y yo prefería jugar con su perro o ir a pasear por el pueblo (su casa está en una aldea, no más de 50 habitantes). Para mi ir a su casa se convirtió en una tortura, ver a los demás disfrutar de algo que a mi "no se me permitía".

Cuando mi abuela murió ella dejó de visitarnos, pero mantuvo el contacto con la familia en general. En la actualidad, suele celebrar quedadas en su casa y yo nunca voy.

Hace unas semanas mi hermano y yo decidimos ir a hacer una ruta de senderismo que comienza desde el pueblo de Gertrudis.

Aparcamos el coche y Pablo y yo nos pusimos en marcha, todo fue muy bien hasta la hora de regresar al coche. Mi hermano preguntó si quería pasar a saludarla y yo le dije que no, asique pasamos por su puerta y nos dirigimos al aparcamiento.

Es ahí cuándo ella nos ve (subía de la iglesia y nosotros nos dirigiamos hacia allí). Se indignó muchísimo. Me dijo que parecía increíble que pasar por enfrente se su casa y que no pasara a saludarla. Que somos familia, que debería haber ido, que es un gesto muy feo por mi parte.

Mi hermano se apresuró a decir que no podíamos pasar a saludarla porque "llevabamos mucha prisa". Gertrudis siguió repitiendo como un disco rayado "parece mentira, parece mentira, ¡vienen al pueblo y no pasan por casa!".

Luego invitó a mi hermano a comer y le dio 20 euros. El muy descarado los aceptó, le dió un beso en la mejilla y le agradeció con su sonrisa más superficial (nos fuimos a un McDonals con esos 20 euros jaja).

Pero ahí no acaba la cosa… al día siguiente mi madre comenzó a recibir un montón de llamadas de otros miembroa de la familia preguntando que le había pasado a Gertrudis conmigo. Al parecer, ella enseguida había llamado a todos y cada uno se nueatros parientes (con la única excepción de mis padres…) contando lo ocurrido, pintandome como una malagradecida. Decía que desde pequeñita siempre me invitó a la psicina, que siempre compraba un montón de chuches, que ponía música… y que yo era una desagradecida y una borde, porque ella hizo mucho por mí y yo la ignoré de la peor manera.

Ahora no quiero volver a pisar ese pueblo, realmente me encantaría volver… es cierto que pasé mi infancía ahí. Además, me gustaría volver a hacer esa ruta de senderismo porque nos quedó incompleta y luego simplemente disfrutar de los lugares que solía visitar de niña. Peeero… está ella allí. Aunque no me vea directamente, siempre hay alguien que te ve y al no ser un vecino común, llamas la atención… el boca a boca corre muy rápido y pronto la noticia llegaría a sus oídos y me volvería a armar el circo.

A todo esto, mi familia le da la razón a ella. Dicen que debería haber pasado por su casa a saludar.

Pd: Yo odio estar en mi casa y que me vengan a ver de sorpresa… en general, odio tener gente a la que no invité en mi casa.


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Por Diario

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