Brian Robson, nacido en Cardiff, Gales, creció en un entorno humilde. De niño, su vida estaba marcada por la rutina de una ciudad pequeña, llena de sueños de aventura que se alimentaban con cada libro leído y cada historia de viajeros que escuchaba. Su adolescencia estuvo teñida de una mezcla de descontento y ambición. A los 18 años, un anuncio de trabajo como inspector de boletos para Victorian Railways en Melbourne, Australia, le ofreció una escapatoria tentadora. La promesa de una vida nueva y emocionante lo atrajo al otro lado del mundo.
Pero la realidad fue un golpe duro. La emoción inicial se disipó rápidamente, dejando paso a una decepción aplastante. El trabajo era monótono, le costaba hacer amigos y la vida en Australia no era como había imaginado. Sentía una profunda nostalgia por Gales, por sus calles conocidas, sus amigos de toda la vida y el verde paisaje que tanto extrañaba. A los 19 años, sin dinero suficiente para un vuelo de regreso, empezó a tramar un plan desesperado para volver a casa.
La inspiración vino de un cartel de Pickfords, una compañía de mudanzas que prometía “mover cualquier cosa a cualquier lugar”. La idea era absurda pero intrigante: ¿y si se enviaba a sí mismo en una caja? Con la ayuda de dos amigos irlandeses, John y Paul, que había conocido trabajando en Victorian Railways, empezó a diseñar su plan. Pasaron días discutiendo los detalles y buscando la forma de hacerlo posible. Al final, decidieron que Brian se escondería en una caja y se enviaría como carga.
Compraron una caja de madera que medía 91,4 por 76,2 por 96,52 centímetros, lo justo para que Brian pudiera sentarse con las rodillas apretadas contra el pecho. Prepararon un kit de supervivencia: un martillo, una valija, una almohada, una botella de agua, una linterna, un libro de canciones de los Beatles y una botella vacía para necesidades obvias. John y Paul se turnaron para preguntarle si estaba seguro de querer hacerlo, pero Brian no tenía dudas. Una vez que tomaron la decisión, no había vuelta atrás.
El 17 de mayo de 1965, Brian se subió a la caja y sus amigos la sellaron con clavos. Fue el comienzo de una odisea que lo llevaría desde Melbourne hasta Los Ángeles en un vuelo tortuoso y peligroso. Las primeras horas fueron soportables, pero pronto empezó a sentir un dolor intenso. En Sídney, la caja fue colocada al revés durante 23 horas, una tortura que casi lo hizo perder la razón. Estaba en un estado de semi-inconsciencia, alternando entre sueños extraños y realidades angustiantes.
El vuelo a Londres, su destino original, estaba lleno, así que fue desviado a Los Ángeles. La falta de oxígeno y las temperaturas extremas lo pusieron al borde de la muerte. “Es frío congelante, o un calor abrasador”, recordó Brian. “Estás entrando y saliendo de la consciencia todo el tiempo, teniendo sueños muy raros y no estás seguro de si los sueños son reales”. La fuerza para usar el martillo se le escapaba. En más de una ocasión, pensó que no lo lograría.
Después de más de tres días de agonía, un trabajador del aeropuerto de Los Ángeles notó una luz que salía de una caja etiquetada como “computadora”. Al mirar por un agujero, vio a Brian, vivo pero incapaz de moverse. “No es un cuerpo, está vivo”, gritó el hombre, alarmando a sus compañeros. Lo sacaron y lo llevaron al hospital, donde pasó varios días recuperándose. Sus piernas y brazos estaban tan entumecidos que no podía usarlos.
La historia de Brian se difundió rápidamente por los medios de comunicación. La audacia de su escape llamó la atención del público y se convirtió en un fenómeno mediático. Aunque técnicamente había entrado de forma ilegal a los Estados Unidos, las autoridades decidieron no presentar cargos. En lugar de eso, Pan American Airlines le ofreció un asiento en primera clase de vuelta a Londres. Su llegada a Londres fue un espectáculo mediático, con cámaras de televisión y periodistas esperando para capturar cada momento.
A su regreso a Gales, Brian intentó contactar a John y Paul para agradecerles, pero nunca recibió respuesta. Los años pasaron y perdió el rastro de sus amigos. En 2021, con la publicación de su libro “The Crate Escape”, decidió buscar nuevamente a John y Paul, esta vez utilizando las redes sociales y los medios de comunicación. “Estoy 99% seguro de que se llamaban John y Paul,” dijo Brian. “Paul estaba completamente en contra, pero John lo persuadió.”
La búsqueda de sus amigos se convirtió en una nueva aventura. Brian deseaba agradecerles y compartir un trago con ellos, recordando los días de juventud y la locura que los unió. A través de entrevistas y reportajes, la historia volvió a captar la atención del público, y varios documentales se interesaron en contar su historia.
La experiencia dejó una marca indeleble en Brian. Durante años, tuvo pesadillas sobre su tiempo en la caja, reviviendo los momentos de dolor y desesperación. Pero también encontró una forma de reconciliarse con su pasado, escribiendo su historia y compartiéndola con el mundo. “Fue una idea terrible, pero los chicos de 19 años son bastante estúpidos”, reflexionó Brian.
Expertos en aviación han señalado lo afortunado que fue Brian de sobrevivir. “En el 90% de los casos, la persona no lo logra”, dijo Ross Aimer, un capitán de aerolínea retirado. Hoy en día, sería imposible intentar algo así debido a los estrictos controles de seguridad. Pero la historia de Brian Robson sigue siendo un testimonio de la desesperación, la audacia juvenil y la increíble capacidad humana de sobrevivir.
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