Cuando alguien fallece, no importa si fue en vida una persona común y corriente o un artista con muchos seguidores, siempre queda la duda de cuán querida o respetada fue en vida. Dejándonos llevar por los cientos de personas que pasaron por la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña durante la tarde de este lunes, podríamos asegurar que Antonio Cabán Vale “El Topo” dejó una huella imborrable en entre sus amigos, conocidos y, sobre todo, en el pueblo puertorriqueño.

Desde las 11:00 a.m. el antiguo Asilo de Beneficencia en el Viejo San Juan, a pasos del Castillo del Morro y del Cuartel de Ballajá, abrió sus puertas al público para que le dieran un último adiós al cantautor, poeta y músico que dio vida a verdaderos clásicos de la música puertorriqueña como “Verde luz”, “Flor de amapola” y “Amante corazón”, entre muchos otras.

“Papi quiso que lo veláramos aquí en el Instituto de Cultura Puertorriqueña y en Moca. No hay dos lugares más idóneos que estos, uno por lo que él representó para el arte en Puerto Rico y el otro por ser el pueblo que lo vio nacer”, expresó Adeán Cabán Butter, hijo de Cabán Vale. Al ser preguntado sobre cómo le gustaría que recordaran a su padre, no dudó en contestar. “Como lo que era, como un hombre sencillo, un hombre de pueblo, que amaba su tierra, que se divertía por las cosas sencillas del amor, de la vida, de la naturaleza. Su testimonio vivo está en sus canciones, que están vivas y solamente deseo que las nuevas generaciones conozcan su trabajo, conozcan la historia de las canciones, por qué las hizo y de dónde sale ese amor patrio tan grande que todos los puertorriqueños debemos tener”.

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By Diario

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