A veces, decir la verdad se paga muy caro. Sin ir más lejos, aunque la complicidad de la Iglesia católica en el encubrimiento de abusos sexuales es hoy pública y notoria, resultaba un tabú inmencionable en 1992, cuando Sinéad O’Connor rompió una foto del papa Juan Pablo II en el plató de Saturday Night Live al grito de “¡Luchad contra vuestro verdadero enemigo!”

La diva irlandesa, por entonces en la cima de su carrera, protestaba así por el silencio que rodeaba a los desmanes del clero en su país natal. Y, tras el escándalo y las quejas que sucedieron a aquella acción, su carrera nunca se recuperó. En 2022, el documental Nothing Compares retrató una vida marcada por su enorme talento musical, pero también por los problemas mentales y los abusos sufridos dentro y fuera de su familia. Con motivo del primer aniversario de su muerte, Le Cinéma Club ha subido el documental a su web para verlo de forma gratuita durante una semana a través de este enlace.

La directora Kathryn Ferguson bautizó su filme en honor a Nothing Compares 2 U, la canción compuesta por Prince que supuso el mayor éxito comercial de O’Connor tras su publicación en 1990, y que no suena en el documental por cuestiones de derechos. Pero su indagación en la trayectoria de la cantante fue más allá. La directora ha agradecido a la web de cine el haberlo hecho posible en su cuenta de X (antiguo twitter). 

Según recordó Ferguson, la Irlanda de finales de los 80 era un lugar “gris y miserable”, marcado por el conflicto con Reino Unido en el Ulster y por la influencia omnímoda de la Iglesia. Así las cosas, cuando una O’Connor jovencísima, de aspecto impactante (su cabeza rapada se volvió icónica en poco tiempo) y sin pelos en la lengua publicó su debut The Lion and the Cobra en 1987, la conmoción fue mayúscula.

“[O’Connor] parecía una alienígena”, señala Kathryn Ferguson. Pero no lo era: en realidad, según la propia artista señalaba a veces, su perfil prolongaba esa tradición de artistas irlandeses dispuestos a abordar aquellos temas inmencionables en un país donde la iglesia y el estado eran, por entonces, casi la misma cosa.

Por supuesto, las raíces de aquella actitud habían brotado de una colección de traumas. Sinéad O’Connor había padecido malos tratos por parte de su madre, y sus escarceos como delincuente juvenil la habían llevado a pasar año y medio en una lavandería de la Magdalena, esos reformatorios para chicas ‘descarriadas’ cuyo recuerdo es, cuanto menos, truculento. No era de extrañar que los hábitos y las sotanas le inspirasen tan poca simpatía.

De esta manera, aunque su popularidad creciera de forma exponencial y su agenda fuera llenándose con nombres de estrellas del rock (empezando por unos U2 de los que no tardaría en renegar, y pasando por Roger Waters, Peter Gabriel o Elton John) que se pirraban por trabajar con ella, la joven O’Connor no iba a dejarse domesticar.

Su primer conflicto sonado tuvo lugar en 1990, cuando se negó a dar un concierto en Nueva York si el himno de EE UU sonaba al comenzar el show. En aquella ocasión, el mismísimo Frank Sinatra amenazó con “darle una patada en el culo”. Y, desde entonces, su actitud se volvió más y más combativa.

El incidente con la foto del Papa en Saturday Night Live fue a la vez el momento cumbre de O’Connor como artista contestataria y el comienzo de su declive. Incluso una Madonna inesperadamente reconciliada con el Vaticano (el escándalo de Like A Prayer había tenido lugar tres años antes) arremetió contra ella. Dos semanas después, su aparición en un concierto de homenaje a Bob Dylan fue abucheada hasta tal punto que la cantante abandonó el escenario llorando.

En el filme, Kathryn Ferguson describió la hostilidad contra la cantante como algo “violento y absurdo”. La directora recuerda episodios como aquel en el que una organización religiosa de Nueva York usó una apisonadora para destruir discos de O’Connor en plena Times Square. “Todo por una chica de 24 años de Dublín”, señala la directora. “Fue sencillamente ridículo”.

A partir de 1993, la historia de Sinéad O’Connor es la historia de un declive. Aunque sus sucesivos álbumes seguían contando con buenas canciones, su atractivo comercial era cada vez menor. Y, aunque músicos entonces en boga como Massive Attack seguían respetándola y recurriendo a ella para colaboraciones puntuales, su vida iba volviéndose más y más caótica.

Entre declaraciones polémicas (su oposición a la guerra de Irak en 2003 volvió a granjearle enemigos en EE UU), intentos de suicidio y una inesperada conversión al Islam, la artista parecía haber perdido el norte, tal vez para siempre. El suicidio de uno de sus cuatro hijos en 2022, a los 17 años, fue una de las últimas tragedias asociadas a su figura.

Ahora sabemos que Nothing Compares fue la última oportunidad para reivindicar la obra de Sinéad O’Connor, ayudando a que la cantante dejara de ser vista (por los pocos que la recordaban) como una has been de los 90. Desde el 26 de julio de 2023, todas esas reivindicaciones llegarán, como de costumbre, a título póstumo.

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By Diario

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