Katie Ledecky, la nadadora con más oros olímpicos del siglo, salió resuelta de la sala de espera. Caminó con paso firme por la plataforma que conduce a los poyetes de salida de la piscina de París, este sábado al rayar las nueve de la noche en la primera sesión de finales de carreras del campeonato olímpico de natación. La estadounidense de 27 años llevaba las gafas puestas, oscuras, como si brillara un sol cegador en el cielo del pabellón cerrado de La Defénse, repleto de público, de gente que la aclamaba en un griterío de circo. Ella apretaba los labios con el rictus fiero de quien concentra toda su energía y su agresividad en un propósito de lucha. Le quedaba poco tiempo antes de conocer la verdad. Apenas cinco minutos más tarde saldría de la piscina arrastrando los pies, mojada, fundida, los hombros caídos de la derrotada, lentamente avanzando a recoger sus zapatillas tras hundirse en el remolino de Ariarne Titmus, indiscutiblemente, la nueva reina de la natación de media distancia tras proclamarse campeona olímpica de 400 metros de estilo libre por segunda vez consecutiva.

“Mis últimos 250 han sido horribles”, dijo Ledecky, con lágrimas en los ojos, agotada pero sonriente, tras la velada. “Me inscribí en el 400 porque todavía siento que puedo aportar mucho más a esta carrera. Lamentablemente no encajé todas las piezas. No hice mi mejor 400 de la temporada y aun así gané un bronce”.

Ariarne Titmus saluda a Katie Ledecky, este sábado tras conseguir las medallas olímpicas. Maddie Meyer (Getty Images)

Ariarne Elizabeth Titmus, nacida hace 23 años en Lauceston, en la isla australiana de Tasmania, conquistó el oro con un tiempo superado hace años. Un crono de 3 minutos 57,49 segundos que ella ya había rondado en 2019. Una marca antigua. Impropia de la progresión que ha seguido esta prueba desde que ella y la canadiense Summer McIntosh se baten en la distancia. De haberse prolongado el ritmo de recortes, el público de París habría asistido a una plusmarca absoluta. Pero Titmus, en línea con los registros de una piscina demasiado turbulenta, tocó la pared mucho después de lo que su cuerpo era capaz. El récord que ella misma estableció el año pasado en los Mundiales de Fukuoka, 3m 55,38s, obedece a una velocidad y unos parciales que la carrera de La Défense nunca ofreció.

Pocas veces en la historia de la natación se han reunido en una final olímpica tres plusmarquistas mundiales, dos campeones olímpicos y cuatro campeones mundiales. Ahí estaban las cuatro: Katie Ledecky, campeona olímpica en Río; Ariarne Titmus, campeona olímpica en Tokio; Erika Fairweather, campeona mundial en Doha en febrero; y Summer McIntosh, la prodigiosa nadadora de Toronto, de solo 17 años, cuatro veces campeona mundial en mariposa y estilos. Hubo quien evocó la reunión de Phelps, Van den Hoogenband y Thorpe en los Juegos de Atenas, en la final de 200 libre, para calibrar lo que sucedió en La Défense. La realidad fue ligeramente menos épica. En una prueba que admite idas y venidas tácticas, Titmus no permitió especulaciones.

Elizabeth Titmus, este sábado durante la final de los 400m.RONALD WITTEK (EFE)

La australiana siguió el plan de la final de Fukuoka. Primero, se dejó llevar en la sesión preliminar. El Demonio de Tasmania se hizo el muerto. Consintió, como si no tuviera más fuerzas, que Ledecky avanzara primera. Incluso la dejó imponerse en el último largo. Actuó con sigilo. Jugó a la confusión. Nadaron calle con calle y Ledecky acabó en 4,02 minutos. Una buena marca y poco más. Quizá suficiente para que albergara esperanzas. Quizás la muchacha de Washinghton se sintió fuerte. Capaz de revivir su epopeya de hace una década, cuando entre 2013 y 2019 nadie pudo discutirle el gobierno de la prueba del mediofondo por excelencia. Los tiempos dorados en los que Titmus todavía no aparecía en escena.

Heredera de la legendaria Dawn Fraser

La hegemonía de Ledecky se interrumpió abruptamente en los Mundiales de Gwangjou, en el verano de 2019. Camino de los Juegos de Tokio y de la inesperada pandemia. En aquel torneo emergió Titmus como una adolescente desinhibida y sin complejos. No le temía a nada. Parecía inagotable y, para desgracia de la oponente que retaba, gozaba de una potencia de piernas descomunal. Un arma añadida a su arsenal de nadadora de libre. La clase de instrumento que en la última fase de las pruebas de resistencia le proporcionan un empuje demoledor. Este sábado en París lo exhibió con claridad cuando, tras el paso por el muro que señalaba los 200 metros, incrementó el ritmo de patada. Un motor fuera de borda, de repente. La estela espumosa que dejó a su paso contrastó con el trazo que hizo Ledecky, que casi no removía el agua con los pies, con un ciclo de patadas inferior en promedio de golpes y en fuerza.

A Titmus solo la pudo seguir McIntosh, que entró al pabellón con cara de susto pero no se arredró en los últimos metros. La campeona la conservó como referencia a su lado, mientras avanzaba con poca presión hacia la meta. Sus 30,13 segundos del último largo no fueron la clase de exhibición que atesora su sistema cardiovascular. Fueron simplemente lo que necesitó para llegar primero a la placa que interrumpía el contador del cronómetro y le brindaba el oro que la equipara a Dawn Fraser, mito nacional de Australia y última nadadora del país del Pacífico que defendió un oro olímpico en ediciones sucesivas cuando ganó el oro en 1956, 1960 y 1964.

“Se nota que la gente tenía ganas de presenciar unos Juegos, después de ocho años y una pandemia. ¡El ruido en este pabellón es una locura!”, dijo la ganadora. Ariarne Titmus sigue sin perder una gran prueba de 400 libre desde 2019.

Estados Unidos salva la noche con el oro masculino en 4×100

La noche acuática no produjo récords. Tampoco permitió alegría a la afición de Francia. La final de 400m libre masculina fue para el alemán Lukas Mártens, que llegó primero pero sin batir el récord de Paul Biedermann que tanto persigue. Se quedó a dos segundos. En las dos finales de relevos rápidos que cerraron el festival hubo buenas noticias para Estados Unidos. Los americanos, que cuentan con cuatro nadadores en su filas absolutamente capaces de bajar de 48 segundos, ganaron el oro en el 4×100 masculino, mientras que Australia e Italia consiguieron la plata y el bronce. En el 4×100 femenino se impusieron las australianas, intratables dueñas del récord mundial, por delante de Estados Unidos y de China.

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By Diario

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