La ourensana está rematando su etapa como médica residente en Radiología en el Hospital Ramón y Cajal
28 Jul 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Alba Salgado Parente (Ourense, 1995) pertenece a la generación mir de la pandemia, la que empezó su etapa como residente después del verano, y no en mayo como se hace habitualmente. Es por eso que todavía le faltan un par de meses para rematar su formación y pasar a ser médico adjunto. Lo hará, eso sí, con el título de mejor residente de Madrid en la categoría de servicios centrales (hay otras tres: área médica, quirúrgica y medicina de familia).
Su historia comienza en el Divina Pastora de la ciudad. Buena estudiante, ya desde niña tuvo «más o menos» claro que quería ser médica. Sacó Medicina en Santiago y después preparó el examen mir en Oviedo. Aquel año se presentaron 16.000 personas a las pruebas. Alba no solo aprobó, sino que quedó entre los 500 mejores —«de 481, creo recordar», apunta—, lo que la colocó en una situación privilegiada para elegir plaza. Tenía varias especialidades en la cabeza, pero finalmente eligió Radiología. Con la decisión tomada, comenzó a hablar con otros mires y especialistas para valorar opciones. Y tuvo claro que su destino era Madrid, con el Ramón y Cajal como primera opción. Y ahí está desde el 2020. Lo escogió, cuenta, «por la actividad docente, el apoyo que tiene para investigar y por la calidad técnica del servicio, que es puntero». Lo vio como una oportunidad para su carrera que no dudó en aprovechar.
Al ser su último año como mir, hace unos meses se presentó al premio que otorga el Colegio de Médicos madrileño, financiado por la Fundación Asisa. Y se lo llevó. El galardón destaca la trayectoria de los residentes, además de tener en cuenta tanto las calificaciones obtenidas durante su período de formación como la adquisición de otras capacidades complementarias y relacionadas con la profesión médica. Valoran de manera especial las publicaciones en revistas de impacto, así como los premios recibidos. Salgado atesora ocho reconocimiento personales o por ser primera autora en congresos nacionales o internacionales. También suma varias becas, la última de editorialismo científico para ser revisora en la Revista Nacional de Radiología.
«Durante la residencia se estimula tanto la actividad clínica como la investigadora, que sí que es verdad que se hace mayoritariamente, el 95 %, en el tiempo libre», relata la radióloga. Eso supone pasarse la mañana en el hospital y dedicar las tardes entre semana a investigar. Aún así, rechaza la idea de que se dedica en exclusiva a la medicina. «Exige una alta dedicación, pero no completa», remarca, poniendo en valor la importancia de cuidar su vida personal.
Se reconoce firme defensora de la sanidad pública, por lo que representa de forma directa para la ciudadanía, pero también indirecta. Y lo explica: «La labor de la sanidad pública no es solo la clínica y la asistencia, sino también la formación de profesionales sanitarios como yo. Las generaciones de médicas futuras se forman ahí y salen de ahí».
El 25 de septiembre dejará de ser mir. Todavía no se atreve a hablar de qué pasará después, aunque tiene claras sus preferencias. «Me gustaría seguir compaginando la parte clínica con la investigación», reconoce. Su futuro más próximo lo imagina en Madrid, aunque de cara al futuro baraja otras opciones: «Me planteo tanto irme fuera como volver a Galicia».
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