“Salir de tu país te pega fuerte a cualquier edad”, aseguró Leonardo Molina a quien le tocó vivir la nostalgia de estar lejos de casa y trabajar arduamente desde joven. A partir de sus inicios como mesonero hasta convertirse en dueño de su propio negocio, su temple se preparó a fuego lento y encontró un lugar para reinventarse en la Gran Manzana. En las concurridas calles de Brooklyn, un aroma tentador y un nombre intrigante capturan la atención de los transeúntes: “Guacuco”.
A través de las manos expertas y sazón especial de la chef Carmen, su madre, y los conocimientos de este emprendedor como creador de la marca, aportan un pedacito de la gastronomía venezolana en cada plato que sirven. Lo que comenzó como una añoranza por los sabores de su tierra, se transformó en dos prósperos restaurantes y una referencia culinaria en Bushwick y Bedford-Stuyvesant donde la tradición, autenticidad y perseverancia son los ingredientes principales.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
Leonardo dejó su hogar en la isla de Margarita cuando apenas era un adolescente en busca de un futuro mejor en un país extranjero, motivado por la situación del país y el deseo de reunirse con su hermano mayor en Nueva York.
“Comenzando a ver la situación del país mis padres decidieron que me fuera definitivamente en el año 1999. Mi hermano mayor se había quedado en Nueva York y la idea también era estar con él ya que estaba solo en la Gran Manzana”, relató.
Al llegar a la ciudad, Leonardo tuvo que adaptarse nuevamente a una vida en un lugar lleno de contrastes. Su compañera fue la nostalgia que se acentuaba cada vez más por la distancia de su tierra y la familiaridad con la comida de su infancia. “Extrañaba mucho a mi familia, cultura y las playas en la isla y ni hablar de la comida. No fue fácil”, confesó.
Soñar en grande
Sin embargo, el anhelo de mantener vivas sus raíces y la influencia de su familia en el negocio de los restaurantes en Carúpano fueron el motor de su determinación para surgir en la urbe estadounidense.
“Siempre estuve rodeado del mundo de restaurantes”, dijo Leonardo. Con una sólida base en el sector, adquirida desde joven en los restaurantes de Venezuela, se aventuró en su propio emprendimiento en Nueva York tras iniciar en algunos trabajos como mesonero.
“Comencé desde abajo limpiando, poniendo agua en las mesas, llevando el pan. Y así, poco a poco fui agarrando más experiencia en los restaurantes acá en Nueva York”, agregó.
Por ello, a sus 23 años, Leonardo tomó la iniciativa de abrir su propio local de comida criolla para transmitir la esencia del oriente venezolano con la sazón de su madre. Pero los desafíos no tardaron en aparecer. Desde conseguir financiamiento hasta obtener los permisos necesarios, Leonardo y Carmen enfrentaron una serie de obstáculos para poner en marcha su proyecto culinario.
“Tenía experiencia en restaurantes, pero una cosa es tener experiencia ya de mesonero en el mundo de los restaurantes y otra cosa es la parte legal. Y también era el tema de cómo financiar este proyecto. Yo tenía mi dinero ahorrado y, como se dice en Venezuela, ‘hice una vaquita’ para poder abrir el local”, mencionó Leonardo.
La apertura de “Guacuco” en junio de 2009 marcó el inicio de una nueva etapa para este joven soñador, lo que representó el resultado de años de esfuerzo y dedicación en un mercado altamente competitivo.
El sabor del oriente
En el menú de “Guacuco” se encuentran deliciosos platillos que rinden homenaje a la rica herencia gastronómica de Venezuela. Desde la icónica cachapa con queso guayanés hasta el pabellón criollo, cada plato te invita a tomar un boleto de avión a Venezuela.
“Tenemos los clásicos como cachapa con queso guayanés, pabellón criollo, arepa reina pepiada, entre otros”, afirmó Leonardo. El restaurante también se destaca por su asopado de mariscos, una delicia que ha conquistado a muchos y transporta a los comensales directamente a las playas venezolanas. “Qué sería de un restaurante llamado ‘Guacuco’ sin un salpicón de mariscos bien fresco y una empanada de cazón hecha por manos carupaneras”.
Entre los platos más codiciados, el asado negro se lleva el primer lugar, mientras que la “arepa de Leo”, creada por el propio Molina, capturó paladares exigentes a través de su combinación de ingredientes. “Lleva pernil, tomate, aguacate, nata y una salsa de tomatillo verde que le da un toque poquito picante”.
Pero lo que más adoran los clientes es la guasacaca, una salsa esencial en la comida venezolana, que puede ir con casi todo. “Se han convertido tan adictos a la guasacaca que a veces cuando piden servicio a domicilio si no le ponemos esa salsa, ay, el problemón en el que nos metemos”, bromeó Molina.
“Guacuco” también ganó popularidad gracias a la amplia cartelera de eventos que ofrecen cada semana donde nunca faltan las presentaciones musicales y los shows de stand-up comedy en las que figuras venezolanas como Alicia Machado, Honorio Torrealba Jr., Led Varela, La Vero Gómez, Laureano Márquez, Luis Chataing, entre otros, han dejado su estampa. Por esta razón, el restaurante se convirtió en un punto de encuentro para la diáspora venezolana.
“Hacemos muchas horas de stand up comedy, durante los partidos de fútbol de la Copa América también lo presentamos en el restaurante y estuvimos súper llenos. Hacemos todo tipo de eventos”, destacó.
Una conexión placentera
La respuesta de la comunidad local fue pilar fundamental en el éxito de este emprendimiento venezolano. “Estamos aquí por ellos, desde hace 15 años. Es gracias al apoyo que nos han dado durante todos estos años, le encantan”, mencionó Leonardo.
Esa conexión con los clientes es tan profunda que ha llevado a momentos entrañables que perduran en la memoria de este oriental. “Hay personas que hasta han tenido su primera cita acá en el restaurante y regresan después casados (…) es como un negocio muy familiar, que hasta las nuevas generaciones están llegando”, relató Molina.
Y ese apoyo se transformó en éxito, y ese logro se sustentó en un segundo local que abrió cinco años después del primero. La base principal, donde surgió todo, la puedes ubicar en 44 Irving Avenue, Brooklyn, mientras que el hermano menor se encuentra a unas cuantas calles más al sur en 360 Throop Avenue.
Para el creador de “Guacuco” la labor de su emprendimiento va más allá de servir un delicioso platillo, pues también se dedica a ofrecer una experiencia única a sus comensales. Y esa conexión cultural y especial es parte de la “magia” que los caracteriza en la Gran Manzana donde cada bocado es un recuerdo.
“Poder compartir nuestra cultura venezolana mediante la gastronomía es muy placentero. A través de todos estos años, poder enseñarle lo que es compartir en familia, compartir entre amigos cuando van para el restaurante lo vemos tantas veces, que cuando llega una persona venezolana y le enseña a su amigo del extranjero, sea donde sea su cultura, tú lo ves emocionados y le dicen: ‘esto es muy común en mi país, esta salsa es muy común en mi país’”.
El ingrediente estrella
En medio de una escena culinaria tan competitiva y versátil, mantener la autenticidad de los sabores venezolanos es un reto y convertir a “Guacuco” en uno de los más populares, es un éxito que tiene como protagonista la sazón de Carmen detrás de cada receta y la frescura de sus ingredientes.
“Mi mamá es la chef de todo lo que se hace aquí en el restaurante, desde la guasacaca, la sopa de mariscos, la arepa reina pepiada, hasta el arroz, todo pasa por sus manos y para mantener todo lo más original posible (…) aquí conseguimos el ají dulce, que son toques así muy auténticos para nosotros, el cazón que usamos, el carite fresco también lo conseguimos. Aquí conseguimos de todo, hasta el plátano maduro. Siempre mantenemos todo súper fresco y usamos productos originales venezolanos”, detalló el criollo.
Asimismo, el compromiso con la calidad es evidente en cada rincón de “Guacuco” y sus comensales lo agradecen al regresar una y otra vez. A pesar de las posibilidades de expandirse a otras locaciones, por ahora Molina y su madre prefieren centrarse en perfeccionar el servicio en sus restaurantes.
“Con estas dos locaciones que tenemos estamos contentos y por el momento no tenemos ningún plan de expandirnos, pero más bien siempre seguir mejorando lo que ya tenemos, mejorando siempre el menú, innovando platos nuevos, siempre manteniendo la calidad. Ya con dos restaurantes es bastante trabajo, empleamos a muchas personas y mantener todo el staff y que todo siempre esté limpio y brillando, la comida de calidad nos toma mucho esfuerzo”.
El sabor de la migración siempre deja un sentimiento amargo y un vacío en el corazón y Leonardo Molina lo experimenta a diario. “Como margariteño y carupanero que soy, extraño las playas (…) todavía extraño todo, una chicha, poderla comprar en la calle, extraño a mis amigos de la infancia, a la familia, poder estar una Navidad todos unidos en familia, escuchar gaitas por donde sea que esté pasando”.
A pesar de los desafíos y la distancia, el empresario se aferra a sus raíces y no deja de enseñar a sus hijos la importancia de mantener presente “nuestra cultura y siempre seguir con esos sentimientos hacia Venezuela”. Precisamente, esa es la esencia de “Guacuco”, un refugio para los venezolanos en el extranjero y una ventana para que tanto neoyorquinos como visitantes de otros lugares del mundo descubran la riqueza de la comida criolla.
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