NUEVA YORK.- La ciencia acaba de dar otro paso crucial hacia el largamente ansiado objetivo de diagnosticar la enfermedad de Alzheimer con un simple análisis de sangre. Hoy, un equipo de investigadores informó que la prueba de sangre era significativamente más precisa que los tests cognitivos que los médicos tenían que interpretar y que las tomografías computarizadas que indican la presencia de esa enfermedad.

El estudio fue publicado hoy en la revista científica JAMA y revela que la prueba de sangre identifica correctamente el 90% de las veces si una persona que tiene problemas de memoria padece Alzheimer. En comparación, usando métodos estándar —o sea sin las costosas resonancias magnéticas ni invasivas punciones espinales— los especialistas en demencia acertaron un 73% de las veces, mientras que los médicos clínicos usando esos mismos métodos acertaron solo un 61% de las veces.

“Hasta hace no mucho, la sola idea de medir la patología del cerebro de una persona viva era directamente impensable”, dice  Jason Karlawish, codirector del Centro Penn para la Memoria de la Universidad de Pensilvania, que no participó de la investigación. Y agrega: “Este estudio es un nuevo aporte a nuestra capacidad de medir lo que ocurre en el cerebro de un ser humano vivo.”

Los resultados fueron presentados hoy en la Conferencia de la Asociación Internacional contra el Alzheimer (ADI) que se realiza en Filadelfia y constituye un hito en la búsqueda de formas económicas y accesibles de diagnosticar una enfermedad que afecta a más de 32 millones de personas en el mundo. Los especialistas indican que el hallazgo nos acerca un poco más al día en que los análisis de sangre de rutina contengan un ítem que mida el deterioro cognitivo, como ocurre con el colesterol.

“Actualmente hacemos mamografías, exámenes de PSA, de próstata y otras cosas para detectar muy tempranamente cualquier signo de cáncer”, señala  Adam Boxer, neurólogo de la Universidad de California en San Francisco, que no participó en el estudio. Y añadió: “Creo que pronto vamos a poder hacer lo mismo con el Alzheimer y quizás hasta con otras variantes neurodegenerativas”.

Los análisis de sangre para el Alzheimer están en proceso de desarrollo desde hace unos años. Por ahora se usan mayormente para evaluar a participantes de ensayos clínicos, y algunos especialistas. como Boxer, recurren a ellos para ayudar a determinar si la demencia de un paciente es causada por Alzheimer u otra enfermedad.

La nueva investigación se realizó en Suecia y los expertos advierten que para que los resultados sean aplicados a otros lugares deben ser confirmados con ensayos sobre la población local.

Los expertos recalcan que el análisis de sangre es solo un paso del proceso de detección, y lo que es más importante aún: pueden usarse solo en personas con pérdida de memoria y otros síntomas de deterioro cognitivo, o sea que no sirve para predecir si personas cognitivamente sanas desarrollarán Alzheimer.

“Si se detecta la patología en una persona sin deterioro cognitivo, no hay tratamiento para ofrecerle”, explica Oskar Hansson, profesor de investigación clínica de la memoria de la Universidad de Lund en Suecia y autor principal del estudio.

El Alzheimer puede empezar a desarrollarse unos 20 años antes de que aparezcan los síntomas, pero a veces la demencia no se desarrolla o las personas mueren por otras causas antes de que ocurra. Teniendo en cuenta eso, dice Hansson, “ante un resultado positivo, existe el riesgo de generar un cuadro de ansiedad y otras reacciones psicológicas negativas.”

Las recomendaciones para el uso de los análisis de sangre podrían cambiar si los científicos descubren la capacidad de retrasar o detener la evolución de la patología en personas que aún no han desarrollado problemas cognitivos. Pero por ahora, dice Boxer, “la mayoría de nosotros sentimos que no sería ético usarlo en personas que aún no tienen síntomas, a menos que sea en el contexto de un estudio de investigación”.

Los expertos también dicen que los análisis de sangre deberían realizarse solo después de administrar pruebas que evalúen la memoria y las capacidades de pensamiento, y de tomografías computarizadas que busquen causas alternativas, como ACV o tumores cerebrales. Además, los resultados de los análisis de sangre deben ser confirmados por al menos uno de los métodos de referencia: tomografías por emisión de positrones o punciones lumbares para medir la proteína amiloide, que se acumula y forma placas en el cerebro de los pacientes con Alzheimer.

“Somos firmes defensores de que los pacientes sigan recibiendo el tratamiento estándar que reciben hoy en día, tanto en la atención especializada como en la atención clínica primaria”, enfatiza Hansson en su informe.

A raíz de la reciente aprobación en los Estados Unidos de los fármacos lecanemab y donanemab, que atacan a la proteína amiloide, los análisis de sangre también pueden ayudar a identificar a los pacientes que son elegibles para recibir esas drogas: los que están en la etapa leve de la enfermedad y tienen acumulación de amiloide en el cerebro.

El nuevo estudio usó un análisis de sangre centrado en una forma de proteína llamada tau, que forma ovillos en el cerebro de las personas con Alzheimer. Un estudio comparativo de varios tipos de análisis de sangre para la enfermedad reveló que la medición de esa proteína, llamada ptau-217, es la evaluación más precisa de la patología. Esta proteína está más estrechamente relacionada con el deterioro cognitivo que la amiloide, y sus ovillos se forman más tarde que las placas amiloide en los pacientes. La prueba del estudio también rastrea la presencia del amiloide.

En Estados Unidos, solo los médicos e investigadores tienen acceso a esas pruebas de sangre, ya que no se comercializan. El año pasado empezó a comercializarse directamente a los consumidores la prueba que mide sólo el amiloide, generando inquietud entre los expertos en Alzheimer, que creen mientras no haya tratamientos preventivos deberían ser los médicos quienes decidan si una persona debe hacerse el análisis o no. La empresa decidió restringir su uso y actualmente ya no se comercializa para el público en general.

El estudio realizado en Suecia incluyó a unos 1200 pacientes con problemas de memoria leves. Unos 500 de ellos visitaron médicos clínicos o de atención primaria, y el resto buscó atención especializada en clínicas de memoria. Sebastian Palmqvist, profesor adjunto de neurología de la Universidad de Lund, que dirigió el estudio junto con Hansson, dice que primero les hicieron el análisis de sangre a unos 300 pacientes de cada grupo, y compararon los resultados con punciones lumbares o tomografías por emisión de positrones.

A continuación, los investigadores buscaron comparar los resultados de los análisis de sangre con el dictamen de los médicos después de realizarles pruebas cognitivas y tomografías computarizadas.

“Empezamos a preguntarles tanto a los médicos clínicos como a nuestros propios especialistas en demencia si después de una evaluación estándar creían que tal o cual paciente tenía la enfermedad de Alzheimer”, apunta Palmqvist.

En las evaluaciones de unos 200 pacientes, los médicos de atención primaria se equivocaron el 36% de las veces que interpretaron que un paciente tenía Alzheimer. Y cuando interpretaron que los pacientes no tenían Alzheimer, se equivocaron el 41% de las veces. Los especialistas en memoria que evaluaron a unos 400 pacientes obtuvieron un resultado algo mejor: se equivocaron el 25% de las veces que pensaron que los pacientes tenían Alzheimer y el 29% de las veces que pensaron que los pacientes no tenían la enfermedad. El análisis de sangre se equivocó solo alrededor del 10% de las veces.

La precisión del análisis de sangre fue mayor en los pacientes donde la demencia ya había avanzado y ligeramente menor en los pacientes en una etapa previa a la demencia, llamada deterioro cognitivo leve, señala Palmqvist.

El análisis de sangre no fue muy preciso para la etapa más temprana de la enfermedad, llamada “deterioro cognitivo subjetivo”, que es cuando los pacientes empiezan a percibir que les falla la memoria. Hansson dice que esa menor precisión probablemente se deba a que muchas personas con deterioro cognitivo subjetivo directamente no padecen Alzheimer.

Los pacientes del estudio que visitaron a médicos clínicos o de atención primaria eran mayores y tenían menor nivel educativo que los que visitaron a especialistas en memoria. Los pacientes de atención primaria también eran personas con más probabilidades de tener otras afecciones, como diabetes y enfermedades cardiovasculares.

Los expertos señalan que es muy relevante que el análisis de sangre hay funcionado bien en personas con esas afecciones, especialmente en pacientes con deficiencia renal, que puede causar elevados niveles de ptau-217 no están relacionados con el Alzheimer.

El obstáculo que queda, dicen Boxer y Karlawish, es que el análisis de sangre se integre fácilmente en los sistemas de laboratorio de los hospitales, para que no deba realizarse en laboratorios externos. Si los médicos clínicos y de atención primaria eventualmente pueden indicar estos análisis de manera rutinaria, se avanzaría mucho en la detección, especialmente en comunidades rurales y de bajos ingresos.

Por Pam Belluck

(Traducción de Jaime Arrambide)

The New York Times

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By Diario

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