Sin promociones en los medios, sin una hora muy clara, sin un solo afiche en la calle, la oposición venezolana, de la mano de la dupla María Corina Machado-Edmundo González Urrutia, decidió este sábado calibrar fuerzas en los centros urbanos grandes y convocó a la población a manifestarse en Valencia, la tercera ciudad del país, en este comienzo de campaña electoral.
El asedio policial y las decisiones administrativas para entorpecer la concentración en Valencia fueron, desde temprano, muy evidentes. Todos los accesos a la ciudad por vías expresas fueron bloqueados. En el recorrido desde Caracas por la autopista regional del centro, el tráfico fue detenido de forma unilateral en tres ocasiones, por más de media hora cada vez, por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana. Prolongándose la espera, Machado bajó de un automóvil e increpó a los policías por crear aquel descomunal atasco. “Esto no puede seguir continuando, señores funcionarios, y ustedes lo saben. Este esfuerzo lo estamos haciendo por ustedes, tienen que tener claro lo que pasa en este país. Tenemos 15 días para acabar con esta tragedia”.
Mientras los pasajeros de otros vehículos la saludaban, Machado continuó su camino a pie, y posteriormente tomó una moto, ofrecida por un voluntario de su partido, para asistir el compromiso. Cuatro horas tardó en llegar a Valencia desde Caracas, en un trayecto que habitualmente se toma dos. En mitad de la autopista, una señora persiguió a Machado para llorar sobre su hombro y presentarle a su hijo, un niño de nueve años con parálisis en las piernas. Más tarde, Jesús Molina, que se gana la vida trabajando en una línea de mototaxistas, la esperaba en una avenida principal: “Este es el último chance que tenemos en Venezuela. Uno no puede estar trabajando nada más para que los de arriba engorden. Yo estoy cuadrado con María Corina, aquí uno tiene que poder vivir de su trabajo. Si ella no puede, de aquí hay que irse, no se puede perder toda su vida productiva con esta gente (los chavistas)”.
Antiguo epicentro industrial del país, con protagonismo en su dinámica interna, Valencia es una desigual ciudad, hoy descuidada en su aspecto, con un clima tórrido y un entorno vegetal vistoso y muy intenso. Es la capital del estado Carabobo, importante plaza electoral en la cual el chavismo y la oposición han mantenido durante estos años una cierta paridad de fuerzas, con leve ventaja para los segundos.
Este sábado, los militantes, motorizados, simpatizantes y curiosos se apostaron temprano, dispersos y ruidosos, en los confines de la avenida Bolívar, esperando indicaciones y procurando informarse sobre la llegada de la líder y el candidato. Aquel plantón duró casi tres horas. El oficialismo hizo todo lo posible para paralizar movilización: la ciudad estaba tomada por la policía estatal; el metro estaba cerrado; no había autobuses en las calles; y no se pudo montar una tarima para que los oradores hablaran, ni usar micrófonos para dirigirse a los asistentes. La gente no tenía muy claro dónde iba a aparecer la candidata.
“Estoy aquí porque quiero ver a mis dos hijos regresar a Venezuela, que podamos normalizar nuestras vidas, que se acabe el conflicto, ha sido muy duro verlos marchar tan jovenes de un país que quedó destruido”, dijo Elena Alcántara, que trabaja una peluquería. Los impedimentos inventariados obligaron a los organizadores a hacer una caravana. El objetivo final era llegar a la avenida Cedeño, amplia y en bajada, para apostarse en la zona con buenos espacios para fotografiar.
Machado, la líder de la oposición, y González Urrutia, el candidato que se presenta en su nombre al haber sido ella inhabilitada, hicieron su aparición sobre el mediodía, empotrados en la parte alta de una camioneta Jeep, acompañados de la esposa y la hija del diplomático de 74 años que se enfrenta a Maduro en las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio. Su carro, acompañado de dos más, uno de los cuales era de periodistas en cobertura, eran los únicos integrantes de aquella caravana, que, en cambio, cruzó un río humano desbordado, frenético, sediento y desesperado.
“Yo estoy cansada de los chavistas. Es la misma gente, los mismos ministros, diciendo lo mismo todos los años. Se nos va la vida en excusas. Ya basta, Venezuela ha despertado. No podemos pasarnos toda la vida así”, afirmó María Eugenia Domínguez, que trabaja como dependiente en una tienda de ropa. La concentración se fue expandiendo de forma exponencial, engordada por transeúntes y vecinos. Abundaron las lágrimas y las banderas. Se respiraba una euforia electrizante. Se entonaron varias melodías relativas al amor a Venezuela y la esperanza nacional. El llamado a votar era por Edmundo, pero las muestras de devoción pública corrían por la cuenta de Machado.
Los presentes coreaban la consigna “libertad”. Algunos se atrevían con el cántico “este Gobierno va a caer”, frecuente en las concentraciones opositoras de estos años. Había personas de todas las clases sociales, todas las edades y todos los fenotipos. Los vecinos de los edificios presentes salían de sus balcones a saludar. Trabajadores de tiendas, de panaderías, de bodegas, taxistas, motorizados, padres con hijos en los hombros, parejas de recién casados -que algún día se divorciarán-, personas en silla de ruedas, familias, señoras, ancianos, deportistas. Todos esperaban su turno para saludarla, para lanzarle un beso, para pedirle una foto, para tocarle la mano.
Abundaron los rosarios, las bendiciones, los pedidos en forma de ruego, las quejas por los problemas familiares, por la ruina personal, por el hambre, por la falta de trabajo, por la marcha de los hijos. Sobre las cuatro de la tarde, con el calor cediendo espacios y bajo amenaza de lluvia, la concentración se empezó a disolver. No había micrófono y María Corina no pudo dirigirse a la multitud. Dio igual. Se fueron contentos de haberla visto.
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