Desde que llegó el buen tiempo, parques, jardines, playas y piscinas se pueblan con familias deseosas de disfrutar de actividades al aire libre en las que poder compartir con los más cercanos el ocio que el verano ofrece. Toda una serie de ocupaciones que, dado el calor, se realizan con atuendos ligeros que permiten encontrarnos más frescos, pero ponen nuestra piel al alcance de abejas, avispas, abejorros u hormigas. Estos animales, a veces, pueden ocasionar picores o erupciones cutáneas tras un contacto directo “y, si la persona es alérgica, pueden producir reacciones graves (anafilaxia) y potencialmente mortales”, indica Elisa Martínez López, pediatra del madrileño Hospital Universitario 12 de Octubre.
También están presentes en esos espacios naturales orugas o mosquitos que, según explica Martínez, aunque también tienen casos descritos de anafilaxia, son mucho menos frecuentes. “Esto no significa que al contacto con ellos no se produzca una reacción cutánea más o menos extensa, pero no suelen ir asociados a síntomas de otro tipo: respiratorios, digestivos, neurológicos… Lo que se conoce como reacciones sistémicas”, recuerda.
La alergia puede aparecer a cualquier edad y los variados síntomas que presenta los padecen tanto adultos como niños, presentando desde lesiones cutáneas muy extensas con inflamación de partes blandas o bajada de tensión hasta dificultad para respirar o vómitos. “Hay que recordar que puede ser que picaduras o exposiciones previas hayan dado síntomas leves y locales, como los que producen en la población general”, prosigue la pediatra, “pero que el tipo de reacción cambie en algún punto, apareciendo síntomas sistémicos como los descritos antes. Este es el momento de consultar con el médico, porque puede que se haya desarrollado una alergia”.
Estas reacciones se producen cuando nuestro sistema inmune genera, después de exponerse por primera vez al veneno del insecto o la sustancia en cuestión, unas proteínas llamadas inmunoglobulinas E (IgE) —anticuerpos que producen el sistema inmunitario para combatir un organismo que percibe como una amenaza— contra el insecto concreto, que aumentan la cantidad y rapidez de la reacción cuantas más veces te expones a la picadura. Por eso, la gravedad puede ser progresivamente mayor, según insiste Martínez.
Las reacciones de los niños al veneno de los insectos pueden ocasionar desde una reacción local con la aparición de una pápula en la zona de la picadura, que dura un par de días y produce picor, hasta un cuadro anafiláctico, potencialmente mortal. “Los mosquitos son los que suelen picarles con más asiduidad. Avispas, abejas y hormigas, los más peligrosos, por las reacciones de hipersensibilidad que pueden producir. Las pulgas causan reacciones alérgicas cutáneas como urticaria; y el tábano, con su picadura, produce un bulto cutáneo que puede desencadenar una reacción alérgica sistémica generalizada (anafilaxia)”, asegura Cristina Ortega Casanueva, miembro de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP).
Si se produce una reacción local, es aconsejable elevar el brazo o la pierna afectada y aplicar hielo o una compresa fría para reducir la inflamación y el dolor. “Para evitar infecciones secundarias se deben limpiar suavemente las ampollas, sin romperlas, con agua y jabón. Para aliviar el prurito, siempre bajo prescripción médica, se puede administrar un antihistamínico vía oral o incluso un corticoide tópico”, declara Ortega. Si se produce una reacción sistémica, aquella que afecta a todo el cuerpo, por la picadura de abejas o avispas en fase aguda, se utiliza la adrenalina: “Es recomendable que los niños con este tipo de alergias lleven una pluma precargada de adrenalina en su bolsita de la medicación”.
La población infantil que sufre alergias de este tipo “deben llevar siempre consigo la medicación y saber cómo administrarla y cuándo”, afirma la pediatra del Hospital Universitario 12 de Octubre. Esta es la serie de consejos que ofrece la especialista para evitar, en lo posible, las picaduras.
- Evitar andar descalzo por el césped. Usar zapatos cerrados a ser posible.
- Uso de repelentes. Tener en cuenta que algunos con compuestos más naturales, como la citronela, necesitan aplicarse de nuevo cada pocas horas, mientras que otros con componentes como DEET —N-Dietil-meta-toluamida es el ingrediente más habitual de los repelentes de insectos—, son más potentes y duraderos.
- Usar ropa con colores poco llamativos, sin dibujos de flores y que cubran la mayor superficie de cuerpo posible. Si la ropa es ajustada, evitaremos que los insectos puedan colarse dentro de la misma.
- No usar perfumes, colonias, champú o geles aromatizados.
- Evitar comer al aire libre y, en especial, tener cuidado con el uso de bebidas en lata, donde pueden haberse introducido insectos que piquen directamente en la boca. No dejar alimentos al aire libre.
- Mantener la calma y la tranquilidad cuando haya insectos o estos se nos posen, intentando no realizar gestos bruscos o amenazadores, ni moverse rápido para evitar su picadura.
- No destruir lugares como hormigueros, colmenas o avisperos. Evitar que los niños jueguen en las inmediaciones de lugares que los tengan.
- Sacudir la ropa antes de ponerla de nuevo cuando ha estado al aire libre.
En estos días, en los que muchas familias envían a sus hijos a campamentos de verano, es conveniente que tanto el niño, en la medida de su edad y capacidades, como todo el personal y resto de compañeros, conozcan de la existencia de este tipo de alergias y cómo se manifiestan. Es importante porque en caso de producirse una reacción grave, es indispensable reconocerla rápido para no perder minutos en su tratamiento. En el caso de que el menor tenga alguna de estas alergias, “debe acudir al campamento con instrucciones claras de cómo actuar y cómo aplicar la medicación prescrita por el pediatra o alergólogo: principalmente, al menos, dos inyecciones de adrenalina, antihistamínicos y corticoides orales. Un tratamiento que debe acompañar siempre al niño, vaya donde vaya, en barcas, caminatas en el campo, piscinas…”, incide Martínez.
Si el pequeño ha presentado reacciones graves previamente, es aconsejable tener un centro sanitario cerca de la localización del campamento o al menos que no se encuentre en lugares remotos o aislados. Además, la pediatra recuerda que tanto en colegios como en campamentos se debería hablar de primeros auxilios y de este tipo de patologías: “Una pequeña charla con instrucciones claras y sencillas a todos los niños del campamento al inicio de este puede ser de gran utilidad”.
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