A menos de un mes para las elecciones presidenciales en Venezuela, Nicolás Maduro ha anunciado que volverá a las negociaciones con Estados Unidos. Cuando parecía que se iban a celebrar unos comicios sin respetar alguno de los acuerdos a los que habían llegado el chavismo, la oposición y Estados Unidos, Maduro ha dado el sí a sentarse a hablar con la Casa Blanca. “He recibido la propuesta por dos meses continuos del Gobierno de Estados Unidos para restablecer las relaciones y el diálogo. Luego de pensarlo, he aceptado y el próximo miércoles se reinician las conversaciones con el Gobierno de Estados Unidos para que cumpla con los acuerdos firmados en Qatar y para restablecer los términos del diálogo con respeto”, dijo el mandatario en televisión durante su programa de los lunes.
Esas conversaciones a las que se refiere, que se sostuvieron por meses de forma secreta bajo el auspicio de Qatar, se materializaron, en parte, en el Acuerdo de Barbados. Habían quedado estancadas, sin embargo, luego de varios desvíos de lo pactado. Los obstáculos puestos por el chavismo para la libre competición de la candidata escogida en primarias, María Corina Machado, así como la persecución de su militancia; la limitada apertura del registro electoral para nuevos inscritos; y el bloqueo a la observación de la Unión Europea son algunas de las denuncias hechas por la oposición para decir que las buenas intenciones se quedaron en papel.
Los aspectos más concretos de los pactos sí se lograron. Venezuela entregó a los prisioneros estadounidenses que tenía a cambio del empresario Alex Saab, señalado de ser el testaferro de altos cargos del chavismo y que ha regresado al país convertido en héroe y designado al frente de las relaciones comerciales internacionales. Después de eso se concedieron seis meses de alivio a las sanciones petroleras, que reactivaron el interés de transnacionales de volver a hacer negocios con PDVSA. También se fijó la fecha de las elecciones, siempre con la palanca de presión de Estados Unidos, y en torno a este hito es que se están retomando de nuevo las negociaciones por lo que está pendiente y lo que las partes, Washington y Caracas, están dispuestas a conceder ahora.
“Ellos (Estados Unidos) saben quién va a ganar y yo se las voy a poner fácil: yo soy un hombre de diálogo y yo quiero que a través de diálogo se respete a Venezuela, su democracia, su pueblo, yo quiero superar este conflicto de confrontación brutal y estéril con ellos, ya queda de ellos cumplir”, agregó Maduro, quien además informó que su operador político y jefe del Parlamento, Jorge Rodríguez, lo representará en estas nuevas conversaciones.
A finales de mayo venció el último plazo dado por Washington para terminar de desmantelar el esquema de licencias petroleras que se fraguó en las negociaciones. Esa fue la respuesta a los pocos avances dados por Maduro para tener este 28 de julio unas elecciones verdaderamente libres y competitivas. Pero Estados Unidos no volvió al cierre previo hacia el sector, pues permitió a las empresas solicitar autorizaciones específicas para continuar operando bajo ciertas condiciones en Venezuela, como lo hace la estadounidense Chevron.
El giro en la relación con Maduro que ha mostrado Washington durante la Administración de Joe Biden ha terminado de mover las piezas en el ajedrez internacional de la crisis política venezolana que por años pareció estancada y lejos de encontrar una salida hacia una transición política pacífica. El chavismo se juega su permanencia en el poder tras 25 años de revolución bolivariana. A estos comicios llega con los más bajos niveles de aprobación frente al fenómeno político en que se ha convertido María Corina Machado, que compite simbólicamente con la candidatura de última hora del diplomático Edmundo González Urrutia y lidera la mayoría de las encuestas por una amplia ventaja.
Países como Colombia y Brasil, aliados del chavismos pero que ha han sido vocales al rechazar los incumplimientos del Acuerdo de Barbados, habían propuesto hace unas semanas un pacto para garantías sobre los resultados de la elección, una iniciativa que luego quedó en el aire. Se trató de un intento por redefinir lo que ha quedado sin cumplir estos meses en los que el Gobierno, lejos de negociar, ha arreciado la persecución contra la disidencia con el encarcelamiento de activistas, periodistas y miembros del equipo de Machado, a los que ha señalado de conspiración y traición a la patria. Estas nuevas conversaciones con Estados Unidos —sobre las que Maduro ha asegurado que esta vez no serán secretas— seguramente reconfigurarán los escenarios para el 28 de julio y, lo más difícil, lo que vendrá después.
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