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Austria y Turquía se destaparon en el campo jugando a tumba abierta, como diciendo ‘ya se diviertieron lo niños, ahora le toca a los mayores’.
El espectáculo que está ofreciendo la selección de Ralf Ragnick en esta Eurocopa no es ninguna novedad, y a eso se le sumó la pasión de la comunidad turca que hay en Alemania, más los desplazados. El espectáculo estaba garantizado por el billete a cuartos.
Demiral incendia la grada
Sin embargo, el fútbol de verticalidad total de una Austria, que estaba siendo revelación de la Euro, se vio fundido en el primero minuto. Lo que tardó Arda Guler en tener la primera con un centro para nadie que casi se convierte en gol olímpico. Allí, donde no apareció rematador entró un Demiral con alma de ‘9’ puro para encender la llama de las bengalas turcas y desatar la locura delante de su afición.
Cuando su verdadero yo volvió en sí, el lateral derecho salvó el tanto austríaco en la línea de gol. No se le olvidarán nunca esos tres minutos a Demiral, que aún tenía una transformación más guardada.
Otra vez desde el córner y otra vez a pase de Arda Guler. De un salto portentoso puso el segundo gol en el marcador, volviendo a hacer entrar en calor a la mojada afición turca y soltando alguna lágrima en una celebración despistada. No sabía hacia dónde ir, a quién abrazar y optó por la fácil: señalar y dedicárselo a esa grada que tanto estaba alentando.
Austria, en un constante minuto 90
Austria, aunque lo hace normalmente, vivió en un constante minuto 90, cuando vas por detrás en el marcador. Al menos cuando jugaba en campo contrario. No daban un balón por perdido, metían la pierna y la cabeza donde hiciera falta y se lanzaban al ataque como una manada de lobos hambrientos.
Pero su gol llegó de la misma manera que los de Turquía. En una jugada a balón parado. De un córner que nadie despejó, Gregoritsch sólo tuvo que poner la pierna en el segundo palo para que el balón se hiciera imposible para Günok. Volvía la emoción a la grada austríaca.
La que vio cómo en el verdadero minuto 90 su selección seguía perdiendo y no paraba de intentarlo. Ni siquiera desde el último córner tras la palomita de Günok.
Al final, por cierto, volvieron a acabar distrutando los niños: los de Turquía, la selección más joven de los octavos de final y que, ahora, también lo será de los cuartos.
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