Desde París
Ante el pavor provocado por el intento de la bestia de raptar a la República, una alquimia política partidaria inimaginable hasta hace unos días, se construye a contrarreloj en Francia. El 30 de junio pasado la extrema derecha quedó a un paso de poder formar gobierno con mayoría absoluta. El Agrupamiento Nacional (RN), partido creado por Jean-Marie Le Pen, de reconocido perfil negacionista, xenófobo, racista, clasista y colonialista ha provocado el terremoto político que reacomoda las piezas en el tablero de cara a la segunda vuelta electoral del domingo 7 de julio.
“¿Quiere usted que el país de Hugo, de Voltaire, de Zola sea gobernado por la extrema derecha?”, se pregunta el eurodiputado socialista Rafael Gluksmann. En el mismo sentido, el candidato a diputado también socialista y expresidente François Hollande, llama a impedir un hipotético gobierno de RN.
Para alcanzar este objetivo el primer ministro saliente, Gabriel Attal, convoca a construir una Asamblea Nacional plural que haga posible un gobierno de consensos. Es por ello que muchos candidatos a diputados oficialistas que están en condición de competir en la segunda vuelta del domingo 7 de julio, pero que llegan en tercera posición, han desistido de su candidatura para aumentar las posiblidades de derrotar al candidato de Agrupamiento Nacional.
La misma actitud han tomado los candidatos de la coalición de izquierda, Nuevo Frente Popular (NFP), segunda fuerza política luego de las elecciones de primera vuelta. Por ejemplo, la candidata ecologista por la primera circunscripción de la provincia del Alto Loira, Celine Gacon, ha dimitido de su candidatura para impedir que el ultraderechista Alexandre Heuzey gane la elección. Y no es un sacrificio menor para una política de izquierda, porque cede el espacio a un rival, el candidato Laurent Wauquiez, presidente de la Región Auverina-Ródano-Alpes, un político de derecha, miembro del partido Los Republicanos (LR).
Se está construyendo con sacrificios de todas las partes, un frente electoral republicano que busca ser dique de contención a las pretensiones de RN, de conformar un gobierno con mayoría absoluta liderado por Jordán Bardella.
Es cierto que algunos políticos aliados al gobierno de Macron como el ex primer ministro Edouard Philippe, el ministro de economía Bruno Le Maire, o el ministro de planificación François Bayrou, son más ambiguos en sus intenciones de defender la República, y se niegan a dar su apoyo a los eventuales candidatos del partido liderado por Jean-Luc Mélenchon, La Francia Insumisa integrante del NFP. Esta falta de coherencia en el gobierno no favorece la estrategia de impedir que la extrema derecha se haga con el poder, y es de alguna manera promovida por el silencio del presidente Emmanuel Macron, que no se ha pronunciado públicamente en los medios de comunicación desde la derrota electoral del domingo pasado.
A esta coalición heterodoxa, amplia y plural, continúan sumándose sectores políticos de los más diversos como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), de la cultura como el Festival de teatro de Avignon o el deporte como el futbolista Ibrahima Konaté.
En paralelo a estos movimientos políticos y culturales están los movimientos sociales, que se expresan a diario en las plazas de diferentes ciudades francesas contra el fascismo y contra un probable gobierno de extrema derecha.
Es por esta suerte de estado de alerta y movilización permanente política y social que es más difícil adelantar un hipotético resultado para el domingo 7 de julio. La democracia francesa activa sus anticuerpos ante el peligro fascista que amenaza la República con sus dogmas reaccionarios.
[
,
, El mundo, Francia, Marine Le Pen, Emmanuel Macron, Jean Luc Melenchon