Con la convocatoria de elecciones anticipadas a la Asamblea Nacional, Macron habrá decretado el final de la mayoría presidencial. Lo ha afirmado Édouard Philippe, el primero de sus primeros ministros, que ya prepara su próxima candidatura a la Presidencia de la República. Ya no se trata de aglutinar una mayoría que apoye las políticas del presidente. Estas elecciones, en las que se elegirán 577 diputados en otras tantas circunscripciones por sistema mayoritario a doble vuelta, servirán para que las diversas familias políticas francesas puedan marcar, en los tres años que quedan hasta el final del mandato de Macron, sus propias posiciones.
Si alguna vez Macron soñó con crear un nuevo partido que abarcara todo el espectro que va desde el centro derecha al centro izquierda, las últimas elecciones europeas le hicieron despertar. La candidatura patrocinada por el presidente de la República no llegó al 15% de los votos, menos de la mitad que la de RN, liderada por Jordan Bardella, el delfín de Marine Le Pen, y prácticamente los mismos que la nueva estrella emergente de la izquierda moderada, Raphaël Glucksmann, aliado con el Partido Socialista. Macron fue, con Mélenchon (cuya formación obtuvo menos del 10% de los votos), el gran perdedor de la última contienda electoral. La formación que encarna el centro derecha tradicional, Les Républicains, mantuvo el tipo, como también lo hicieron los verdes y Reconquête, el partido de derechas creado por Éric Zemmour con porcentajes de voto comprendidos entre el 5% y el 7%. La decisión de Macron cogió por sorpresa a todos los actores políticos relevantes, y ha provocado un baile de alianzas que no es el que él pretendía. Los personalismos de la política francesa llevan a alianzas difícilmente predecibles. Si hay una participación superior al 60% es muy probable que en casi la mitad de las circunscripciones puedan presentarse tres candidatos a la segunda vuelta. Habrá que ver, en ese caso, cuáles siguen y cuáles se retiran recomendando el voto a los de otro partido. Las encuestas electorales pueden estimar con cierta precisión el porcentaje de voto que obtendrá cada partido a nivel nacional, pero es un auténtico jeroglífico traducirlo a escaños. Y es pura adivinación cómo se agruparán dichos escaños para formar una mayoría de gobierno.
Los mercados financieros no son amigos de la incertidumbre. Y han reaccionado en consecuencia. La bolsa francesa ha retrocedido un 5% desde la convocatoria de elecciones anticipadas, la prima de riesgo ha aumentado 20 puntos básicos, y los sectores más específicamente expuestos a los riesgos de eventual inestabilidad política en Francia se han visto más perjudicados. Infraestructuras, energía y, sobre todo, banca (con marcados retrocesos en las cotizaciones de BNP o Société Générale) han sufrido un castigo especial. Las grandes líderes globales de sectores como el lujo (LVMH), gases industriales (Air Liquide) o equipamiento eléctrico (Schneider) han mantenido un mejor tono relativo.
El contagio al resto de bolsas de la zona euro ha sido, de momento, muy moderado, aunque más significativo en el sector bancario. Los escépticos del euro no han muerto, pero desde luego, han perdido mucha fuerza. Grecia, el Brexit, o el acceso al poder en Italia de Cinque Stelle y Lega, sí crearon graves convulsiones en los mercados.
¿Qué gobiernos pueden nacer de estas elecciones? ¿Y qué reacciones podrían tener los mercados ante las distintas alternativas?
Las encuestas apuntan a que entre 200 y 250 diputados irán para RN, entre 100 y 150 diputados para las candidaturas de Macron, y entre 150 y 200 diputados para la coalición izquierdista NFP, Nouveau Front Populaire, distribuidos por mitades entre los centro-izquierdistas (socialistas, ecologistas, seguidores de Glucksmann…) y la izquierda más radical (LFI y comunistas). Finalmente, LR, el centro derecha tradicional conservaría unos 50 diputados, que podrían resultar decisivos para la configuración de mayorías.
¿Cuáles son las posibles mayorías realmente operativas? De forma duradera, difícilmente encontramos alguna, aunque puestos a intentarlo solo aparecen como probables dos. La primera una unión de RN con LR, es decir de Le Pen con el centro derecha. Tendría que vencer muchas animadversiones personales, pero es una opción no descartable. Requeriría un abandono claro de las propuestas económicas más populistas del programa de Le Pen (jubilación a los 60 años, importantes subidas de sueldos a todos los funcionarios, eliminar el IVA a los productos básicos, aumentar las prestaciones por desempleo…). Porque esos puntos, muy coincidentes con los que postula la LFI de Mélenchon, y que evidentemente no permiten cuadrar las cuentas públicas (ya bajo supervisión estrecha de las autoridades europeas), difícilmente serían aceptables por parte de un partido como LR, europeísta y con tradición de gobierno. Jordan Bardella, probable candidato a primer ministro, ya ha empezado a ponerse la venda antes de la herida. Cuando se le pregunta si cumplirá sus promesas recurre a la expresión “en principio sí” (que evoca la “de entrada no” de hace 40 años en España).
La llegada de RN al poder podría suscitar ciertas dudas, pero muy probablemente, como ya ha sucedido con Fratelli d’Italia, recuperaría la normalidad ante la evidencia de que, cuando los antisistema tienen que pagar nóminas y pensiones, pasan rápidamente a formar parte del sistema.
La segunda sería la formación de una mayoría transversal de “moderados”, de todo lo que va del centro derecha al centro izquierda, según deseos expresados por Macron cuando anunció la disolución del parlamento. Macron ha pasado del ‘front républicain’ (todos contra Le Pen), al ‘ni, ni’ (ni Le Pen, ni Mélenchon), lo que impediría contar con la mitad de los diputados de NFP. Pero, incluso sin insumisos y comunistas, ¿qué estabilidad podríamos esperar de un gobierno que incluyera desde miembros de LR hasta socialistas y verdes, pasando por todas las familias macronistas, dirigido por un independiente, como Glucksmann? Probablemente poca: quizás asistamos a un desfile de primeros ministros, y a escenificaciones de aspirantes a presidente de la República. Pero tampoco habrá una mayoría dispuesta a tomar decisiones frontalmente contrarias a cierta disciplina presupuestaria.
Le Pen obtuvo, en la segunda vuelta de las últimas presidenciales, un 41% de los votos. Quien quiera alarmar calificando a su formación con el adjetivo de ‘extrema’ puede hacerlo, pero con esos porcentajes de aceptación popular, el adjetivo ‘normal’ es más riguroso estadísticamente. El mercado ya ha asumido que no habrá una mayoría presidencial, pero no será una mayoría irresponsable con las cuentas públicas o antieuropeísta. Francia seguirá en el euro, tendrá que ir equilibrando su presupuesto, el BCE velará porque así lo haga, sus grandes empresas líderes globales en muchos sectores seguirán generando beneficios y pagando dividendos. Y eso, y no otra cosa, es lo que realmente le importa al mercado. Si tras las elecciones la bolsa francesa cayera, tendríamos una excelente oportunidad para comprar.
*Josep Prats es gestor del fondo Abante European Quality.
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