Fernando Sabag Montiel llevaba puestas las mismas zapatillas que el día que tenía puestas el día que intentó matar a Cristina Kirchner. Esperó el paso de los reporteros gráficos y camarógrafos a los que les mostró el mensaje de “me tienen secuestrado”. Pero después de casi un año y medio de estar preso aislado -y sin ropa propia, según dijo- y una seguidilla de cartas que nadie atendió y reveló Infobae, el joven brasileño no dudó en subir al estrado y reclamar el protagonismo que exigió desde que comenzó el caso. “Yo la quería matar a Cristina Kirchner y Brenda Uliarte quería que muera”, afirmó.
“Este pibe rompió la lógica de cualquier juicio. No vino a defenderse”, decían asombrados en un despacho de Comodoro Py 2002, mientras seguían minuto a minuto lo que sucedía en la tarde del miércoles en el subsuelo del edificio, en la sala AMIA, donde había comenzado a declarar el acusado en indagatoria ante el Tribunal Oral Federal 6.
Ni siquiera fue reticente a la hora de responder preguntas y hasta pareció, por momentos, que varios abogados no estaban preparados para el interrogatorio al que se allanó Sabag. Llegó un momento en que terminó comandando la audiencia. “Yo me puedo seguir de largo, no hay problema ”, lanzó mientras los abogados miraban el reloj. Era su momento de ser oído. Era la presidenta del Tribunal, Sabrina Namer, la que tenía que poner freno a algunas preguntas. El colmo para Namer pareció ser cuando la fiscal Gabriela Baigún le preguntó si “amaba” a Brenda.
Sabag, mientras tanto, disfrutaba su protagonismo, invitando a las partes a consultarlo. “¿Más preguntas?”, “¿algo más?”, decía.
Desde el fondo de la sala, Brenda Uliarte y Nicolás Carrizo lo miraban expectantes. Cuando los ingresaron a la sala de audiencias, a primera hora, mucho antes de que los periodistas fueran habilitados a pasar al recinto, Sabag le dedicó una mirada envenenada al jefe de los copitos. “Bobo, gil”, le recriminó.
Desde el atril, lo acusaría de haberse inmiscuido en la organización del atentado al que Sabag -afirmó- no lo había invitado. “A Carrizo jamás le conté lo que iba a hacer para preservarme a mí mismo”, dijo. Se quejó porque el jefe de los copitos cobraba planes sociales y porque en los chats Carrizo hablaba de un arma que le había dado pero que nunca apareció. “Él se autoincriminó injustificadamente”, aseveró.
¿Por qué? Según sus palabras, Carrizo y Uliarte recibieron plata de Cristina Kirchner para “poder empastar”. “Yo sé que ellos recibieron dinero para agravar la premeditación de dos o tres personas. Hicieron contra inteligencia para embarrar la cancha”, sostuvo, sin profundizar, en sintonía con lo que relataba en sus cartas que llegaron a tribunales. “A mí no me gusta, jueza, hablar de mí mismo desde cierta altura. Yo tengo una casa, tengo dinero, ellos sí pudieron ser financiados. Hicieron esas charlas falsas entre ellos”, afirmó.
El abogado Gastón Marano, defensor de Carrizo, salió exultante de la audiencia. Los dichos de Sabag desvinculaban a su cliente, dando por válida su estrategia desde el primer momento: los chats que lo llevaron preso eran solo “humor negro”.
Brenda Uliarte había quedado muy lejos de donde estaban Sabag Montiel y Carrizo. Permaneció todo el tiempo junto a su abogado. Un detalle llamó la atención de los observadores: cuando leyeron la acusación en su contra y relataban el contenido de sus chats, la joven oyó cuando repasaban el diálogo con su amiga vaticinando “Hoy me convierto en San Martín”. Se le escapó una sonrisa.
Sabag se dedicó a Brenda. No la llamaba por su nombre. Le decía Uliarte. “Ella me escuchó mis ideas, lo quería hacer y a donde quería llegar. Ella no estaba tan segura de lo que yo podría llegar a hacer. Capaz que ella lo tomó como un juego de niños y no como algo serio, profundo. Y si bien eso la complicó, tampoco hubo un freno. No dijo ‘no hagamos esto, podemos caer presos, podemos complicarnos la vida’. Me hubiera gustado que saliera una palabra para poder frenar… No midió las consecuencias y las consecuencias son graves… ¿Algo más Cipolla?”, le respondió a la defensa de la joven. El abogado le preguntó si su clienta lo había motivado en algún momento. “Sí”, respondió.
La fiscal le pidió más precisiones. Y ahí Sabag pronunció la frase que helaría a los presentes y dejaría los títulos en los portales. “Yo la quería matar (a Cristina Kirchner) y ella (Brenda) quería que muera. Si bien en los chats decía que quería hacerlo, yo nunca le dije o le ordene a que lo haga. Nunca le di el arma para que lo haga. Ella quería ser más una espectadora del momento que una partícipe”, dijo. Aunque la fiscalía adelantó que buscaría incluir el agravante de violencia de género no hubo preguntas en ese sentido. Sabag aclaró que nunca había golpeado a Brenda.
Los abogados se tropezaban para ver quién avanzaba con el interrogatorio, mientras Namer trataba de decidir a quién le daba la palabra. Sabag quería seguir respondiendo. “Si yo atento contra una persona que tiene seguridad, ambos podemos salir lastimados, tanto la víctima como yo. Hubieron factores que me frenaron. Había una nena de 7 años al lado mío cuando estiré el brazo”, aseguró. “Yo apunté a la cara”.
Hubo una situación insólita: la fiscal Baigún afirmó que estaba siendo discriminada porque no la dejaban preguntar porque era mujer. La encargada del debate es una jueza. Con ironía, la magistrada recogió el guante y dijo “esta presidenta mujer le va a dar la palabra” a la defensora de Sabag.
Las palabras de Sabag vinieron a confirmar gran parte de la reconstrucción que elaboró el fiscal Carlos Rívolo y la jueza María Eugenia Capuchetti. No cerró sobre qué pasó con su teléfono. Esas dudas ya las había expuesto Sabag en sus cartas.
Sin embargo, la declaración del acusado no convence a la querella de CFK, a cargo de Marcos Aldazabal y José Manuel Ubeira. Dudan de sus dichos y buscarán insistir en las fallas de la investigación y en las sospechas en que hubo un autor intelectual detrás del ataque.
La defensora Fernanda López Puleiro le preguntó varias veces por sus problemas de salud. Sabag solo aludió a un tema de ateroesclerosis ya curado. La duda quedó en el aire. Una de las especulaciones de lo que será su estrategia tiene que ver con poner en duda su imputabilidad. Habrá que ver qué dicen los expertos psicólogos de la defensa cuando desfilen en el juicio.
Si esa carta no surtiese efecto, también está la posibilidad de discutir si el asesinato podría verdaderamente cometerse: si no había una bala en la recámara, no había posibilidad de cometer el crimen. Eso podría reducir la pena estimada a la mitad.
“El juicio que se pensó acaba de cambiar”, señaló a Infobae una fuente judicial apenas terminó la primera audiencia. Incluso, vaticinó que con los dichos de Sabag muchos testigos podrían desistirse. “Ya no hacen falta”, explican. Otros de los consultados, en cambio, prefieren esperar. Los acusados no están obligados a decir verdad.
El miércoles próximo, no obstante, será la próxima audiencia. Ahí tendrán la oportunidad de declarar Brenda Uliarte y Nicolás Carrizo. Carrizo ya tenía previsto hablar. ¿Y Brenda?
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