Martes, 25 de junio 2024, 09:01
53 días después de su despegue, la sonda china Chang’e 6 ya está de regreso en la Tierra tras cumplir con su objetivo de recoger muestras de la cara oculta de la Luna, un hito no logrado hasta ahora en la carrera espacial, ni siquiera por Estados Unidos. La nave ha aterrizado en la región septentrional china de Mongolia Interior a las 8.07 de la mañana en hora peninsular. «La misión lunar de la Chang’e 6 ha finalizado con éxito», ha confirmado el director de la Administración Nacional del Espacio de China (ANEC), Zhang Kejian, en una conferencia de prensa que ha tenido lugar minutos después. Los científicos chinos consideran que la misión podría ofrecer más pistas de cómo se formó el satélite terrestre, especialmente las diferencias geológicas existentes entre esta parte nunca visible desde la Tierra -de ahí su nombre- y la que sí lo es.
«A las 13:41 -07:41 en España-, el módulo de retorno de la Chang’e 6 entró en la atmósfera a una velocidad en torno a los 11,2 kilómetros por segundo a una altitud de 120 kilómetros sobre la superficie terrestre, momento en el que empezó las maniobras de desaceleración«, describió en un comunicado la ANEC. Una vez que se encontraba a unos 10 kilómetros de altura, la sonda abrió el paracaídas para perder velocidad y tocar tierra de manera suave. Una vez sobre la superficie, los equipos de recuperación comenzaron a preparar la cápsula para su traslado por vía aérea hasta Pekín, donde se abrirá para extraer los casi dos kilos de muestras recolectadas.
La nave del gigante asiático partió el pasado 3 de mayo desde el Centro de Lanzamiento de Naves Espaciales de Wenchang, en la provincia meridional de Hainan, y alunizó el 2 de junio en la inmensa cuenca Aitken, uno de los cráteres de impacto más grandes conocidos en el sistema solar. Descubierto en 2010, está situado en el Polo Sur y tiene unos 2.500 kilómetros de extensión y 13 kilómetros de profundidad. Para recoger el polvo y rocas lunares utilizaron un taladro para perforar la superficie y un brazo robótico. China ya había colocado en 2019 una nave espacial en la cara oculta de la Luna, pero no recolectó material alguno.
El artilugio, que solo permaneció dos días en la superficie lunar, consta de cuatro partes: un orbitador, un aterrizador, un ascensor y un módulo de reentrada. El ascensor tenía como misión transportar las muestras lunares recogidas por el aterrizador hasta el orbitador lunar. Una vez allí, estas fueron transferidas al módulo de reentrada, que ha sido el encargado de traerlas de vuelta para su análisis. La sonda llevaba a bordo además varios equipos científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA), el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés (CNES), Italia y Pakistán.
Rivalidad con Estados Unidos
A diferencia de los problemas que están teniendo la NASA y las empresas privadas con las que colabora, que a duras penas logran situar sus dispositivos sobre la Luna y ahora no logran traer de vuelta desde la Estación Espacial Internacional (ISS) a los astronautas Barry ‘Butch’ Wilmore y Suni Williams por las fugas en la nave Starliner, China sigue mostrando una efectividad absoluta en sus misiones lunares. Las Chang’e 3, 4 y 5 alunizaron sin mayor problema en los años 2013, 2019 y 2020 respectivamente. La primera convirtió al país en el tercero en ser capaz de alunizar tras Estados Unidos y la Unión Soviética. La segunda supuso el citado hito de lograr situar una nave en la cara oculta y la última recogió 1,7 kilos de muestras de la superficie lunar. En sus análisis detectó por primera vez de forma directa la presencia de agua en la Luna.
El programa Chang’e –llamado así en honor a una diosa que según la tradición china vive en la Luna– comenzó en 2007 con la Chang’e 1, que orbitó en torno al satélite durante año y medio hasta que se estrelló de forma controlada en marzo de 2009. En los próximos años, la Chang’e 7, explorará el polo sur de la Luna en búsqueda de agua y la Chang’e 8 intentará establecer la viabilidad de construir una base allí en 2030. Estados Unidos recela de estos planes por ocultar, según Washington, objetivos militares y por pretender dominar el espacio.
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