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Se han encontrado decenas de miles de meteoritos en la Tierra, pero la inmensa mayoría siguen envueltos en el misterio. Estas rocas proceden del espacio, por supuesto, pero precisar su origen exacto, en el sistema solar o incluso más allá, es difícil sin conocer sus trayectorias de vuelo.

Pero ahora, los investigadores creen haber relacionado un meteorito descubierto en los Alpes austriacos hace décadas con los brillantes destellos de luz de una roca espacial que atravesaba a toda velocidad la atmósfera de nuestro planeta. Es poco frecuente relacionar un meteorito con su “bola de fuego” de origen, y estos resultados demuestran la utilidad de examinar conjuntos de datos antiguos, sugiere el equipo de investigación. Los resultados se publicaron en mayo en la revista Meteoritics & Planetary Science.

En 1976, el guarda forestal Josef Pfefferle estaba limpiando los restos de una avalancha cerca de la localidad austriaca de Ischgl cuando observó una roca de aspecto extraño. Llevó la piedra negra del tamaño de un puño a su casa y la metió en una caja.

Treinta y dos años después, Pfefferle escuchó una noticia sobre un meteorito descubierto en Austria y se preguntó si su extraña roca también podría proceder del espacio. Decidió llevarla a una universidad para que la analizaran.

El hallazgo de Pfefferle resultó ser un meteorito y, con casi un kilo de peso, uno relativamente grande. Además, su exterior, sin desgastar, sugería que había caído en la Tierra solo poco antes de que Pfefferle lo recogiera.

“Era un meteorito muy reciente”, dijo Maria Gritsevich, científica planetaria de la Universidad de Helsinki en Finlandia, quien dirigió el reciente estudio. “Estaba muy bien conservado”.

Gritsevich y sus colegas presumieron que si el meteorito Ischgl había caído en la Tierra hacía relativamente poco tiempo, tal vez su llegada había sido captada en película. Una red de 25 cámaras de observación del cielo repartidas por el sur de Alemania llevaba recogiendo imágenes de larga exposición del cielo nocturno desde 1966. Cuando la red dejó de funcionar en 2022, había registrado más de 2000 bólidos o bolas de fuego.

“Lo más lógico era rastrearlo hasta el último bólido visto en la zona”, dijo Gritsevich.

Ella y su equipo buscaron negativos de imágenes de bólidos almacenados en el Centro Alemán Aeroespacial de Augsburgo. Tras digitalizar las imágenes, los investigadores calcularon diversos parámetros sobre los meteoros que llegaban, como sus masas, formas, velocidades y ángulos de entrada. A partir de estos datos, los investigadores localizaron una decena de eventos que con toda probabilidad habían producido meteoritos de tamaño considerable. Solo tres se habían producido antes de 1976.

El equipo reconstruyó la trayectoria de cada una de esas tres bolas de fuego y calculó dónde era más probable encontrar meteoritos. Solo hubo una coincidencia con el lugar donde se recuperó el meteorito de Ischgl. Esto llevó a los investigadores a concluir que la bola de fuego que cruzó el horizonte en las primeras horas de la mañana del 24 de noviembre de 1970 dio origen al meteorito de Ischgl.

”Este coincidía exactamente”, dijo Gritsevich.

Ella y sus colegas calcularon que el meteorito cayó sobre la Tierra a una velocidad aproximada de 72.000 kilómetros por hora. Se trata de una velocidad elevada, pero dentro del rango de los meteoroides nacidos en el sistema solar, según Gritsevich. En cambio, un meteoroide procedente de fuera del sistema solar habría viajado mucho más rápido, añadió.

El meteoroide que produjo la bola de fuego de 1970 orbitó alguna vez el Sol relativamente cerca de la Tierra, estimó el equipo. Probablemente no procedía del cinturón principal de asteroides entre Marte y Júpiter, que es la fuente de muchos meteoroides, dijo Gritsevich.

Marc Fries, científico planetario del Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston, quien no participó en la investigación, señaló que es importante relacionar un meteorito con su lugar de origen. “Pasa de ser simplemente una roca que se encuentra en el suelo a una roca que procede de un lugar concreto del sistema solar”, señaló. Hasta la fecha, se han determinado las órbitas de unos 50 meteoritos; Ischgl es el tercero más antiguo de ellos.

Sin embargo, el caso del meteorito Ischgl aún no está cerrado, según Peter Brown, científico planetario de la Universidad de Ontario Occidental, quien tampoco participó en la investigación. Al fin y al cabo, siempre cabe la posibilidad de que este meteorito haya estado en la superficie de la Tierra mucho más de seis años. El entorno alpino en el que cayó podría haber conservado la roca bastante bien.

“Realmente podría haber estado allí durante décadas y potencialmente siglos”, dijo Brown.

Aun así, afirmó, la historia es interesante: “Es estupendo demostrar que estos datos antiguos tienen valor”.

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By Diario

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