ROMA.- Como anticipó LA NACION hace dos meses, este lunes el papa Francisco le dio un nuevo encargo al exsecretario privado de Benedicto XVI, el arzobispo alemán Georg Gänswein. Gänswein será nuncio (embajador de la Santa Sede) en Lituania, Estonia y Letonia, según confirmó el Vaticano en un comunicado.
“El Santo Padre ha nombrado Nuncio Apostólico en Lituania, Estonia y Letonia a su excelencia reverendísima Monseñor Georg Gänswein, Arzobispo titular de Urbisaglia y prefecto emérito de la Casa Pontificia”, dice el comunicado al que tuvo acceso LA NACION.
El anuncio parece ser un gesto de reconciliación después de meses de tensiones entre el jesuita argentino y el prelado alemán de 67 años, a quien el papa ordenó en 2023 que regresara a su diócesis de origen en Friburgo, una decisión inusual interpretada como un castigo.
A pesar de las complejidades en su relación, el Papa Francisco ha decidido dar una nueva oportunidad a Gänswein. En el pasado, Francisco había expresado su descontento por el libro de Gänswein, Nada más que la verdad, mi vida al lado de Benedicto XVI, que fue publicado pocos días después de la muerte de Benedicto XVI y sacó a la luz supuestas diferencias entre los dos papas.
En su reciente libro-entrevista, “El sucesor, mis recuerdos de Benedicto XVI”, publicado a principio de este año, Francisco mencionó que la publicación del libro fue “muy triste” y una “falta de nobleza y de humanidad”.
“Que el día del sepelio se publique un libro que me pone de vuelta y media, contando cosas que no son verdad, es muy triste. Por supuesto, no me afecta en el sentido de que no me condiciona. Pero sí me dolió que se usara a Benedicto. El libro salió publicado el día del entierro, eso lo viví como una falta de nobleza y de humanidad”, aseguró en este libro-entrevista, en el que por primera vez contó detalles de su inédita, pero armoniosa, convivencia con su antecesor.
Georg Gänswein, quien fue la mano derecha de Benedicto XVI desde 2005 y permaneció a su lado incluso después de su renuncia en 2013, había estado sin un cargo formal desde la muerte de Benedicto el año pasado. Su regreso a Alemania y la falta de un rol activo en la Iglesia habían generado especulaciones sobre su futuro.
De hecho, el año pasado, cuando viajó a Roma para celebrar una misa en la Basílica de San Pedro al cumplirse, el 31 de diciembre pasado, el primer aniversario de la muerte de Benedicto, Gänswein fue a saludar a Francisco. En esa ocasión, en una audiencia, le habría manifestado al Pontífice su disposición a colaborar y su incomodidad al estar sin cargo alguno, según algunas voces. Y fue así como el Papa, en lo que algunos interpretan como una forma de perdonar, habría decidido cambiar el destino de alguien que muchos pensaron ya “jubilado” antes de tiempo.
El nombramiento de Gänswein como nuncio en los países bálticos llega en un momento significativo, ya que tanto el Papa Francisco como el rey Carlos III enfrentan problemas de salud.
Gänswein, quien ha sido una figura influyente en el Vaticano, ahora tiene la tarea de representar a la Santa Sede en Lituania, Estonia y Letonia. Este nuevo encargo le permitirá continuar su servicio a la Iglesia en un rol diplomático crucial, aportando su vasta experiencia y conocimiento en un contexto internacional.
Georg Gänswein, conocido como el “George Clooney” del Vaticano por su apariencia, ha tenido una carrera destacada y multifacética. Nacido en la Selva Negra alemana el 30 de julio de 1956, Gänswein es el mayor de cinco hermanos. Antes de entrar al seminario, obtuvo una licencia de piloto, trabajó como cartero y fue instructor de esquí. Fue ordenado sacerdote en Friburgo en 1984 y enviado a Roma para estudiar derecho canónico, que más tarde enseñó en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, del Opus Dei.
Gänswein estuvo al lado de Joseph Ratzinger desde 2003, cuando el entonces cardenal y titular del ex Santo Oficio lo eligió para que fuera su secretario privado en la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde don Georg había comenzado a trabajar en 1996.
El 16 de abril de 2005 el “padre Giorgio” se convirtió en la mano derecha de Benedicto XVI, electo como sucesor de Juan Pablo II. El 6 de enero de 2013, poco antes de su clamorosa abdicación, para premiarlo por su lealtad, Benedicto XVI lo ordenó arzobispo y, semanas antes, prefecto de la Casa Pontificia, un cargo clave. Desde ese lugar, además de blindarlo, lo convirtió en alguien de inmensa influencia, al designarlo como el hombre que decidía quién podía tener una audiencia oficial con el entonces papa.
Por respeto a Benedicto, Francisco decidió dejarlo a Gänswein en ese rol, hasta que en enero de 2020 le pidió que se tomara una licencia al estallar una tormenta por la publicación de un libro en defensa del celibato escrito teóricamente a cuatro manos por Ratzinger y el cardenal africano ultraconservador Robert Sarah.
Ratzinger pidió que retiraran de esa obra su firma y Gänswein quedó bajo sospecha de haber estado detrás de una operación que el ala ultraconservadora había intentado poner en marcha, al usar al anciano y frágil papa emérito.
“Me vi obligado a pedir al secretario de Benedicto que solicitara una ‘licencia voluntaria’, manteniendo el cargo de prefecto de la Casa Pontificia y también el sueldo”, evocó Francisco en su último libro-entrevista.
Pese a este pasado tormentoso, ahora comenzará otra etapa. Aunque ya en el pasado habían corrido versiones de un posible destino como nuncio para Gänswein, esta nueva oportunidad es una decisión inesperada, pero totalmente acorde a esa misericordia, apertura de corazón y falta de rigidez que predica el primer papa jesuita desde el inicio de su pontificado.
Agencias AP y AFP
LA NACION
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