Migrante venezolano Randolph Pérez asegura que “extraña todo” de Venezuela, especialmente a su familia y piensa en poder volver algún día.

 

Randolph Pérez es un joven venezolano de 26 años de la provincia de Yaracuy, municipo de San Felipe que está a punto de cumplir un año en Estados Unidos, pero la odisea en busca de seguridad hacia su persona y su familia se inició hace más de tres años cuando decidió abandonar su natal Venezuela.

Por Mitzi Macias | VOA

“En un inicio no tenía intención de venir a Estados Unidos por eso opté por los países vecinos. Pasé por Ecuador, Colombia y llegué hasta Perú donde me quedé por un tiempo y pude traer a mi familia, pero la situación económica y la inseguridad en ese país me motivó a regresar a Venezuela”, cuenta Randolph Pérez.

“Regresé a Venezuela con esperanza, pero la realidad era otra”

Al llegar a su país de origen, Randolph cuenta que “tristemente” se dio cuenta que las cosas seguían igual o peor de como las dejó y que ya no podía hacer más por su país. “Regresé a Venezuela con esperanza, pero la realidad era otra”, asegura el joven venezolano.

Fue en ese momento que decide abandonar su país por segunda vez, pero en esta oportunidad rumbo al norte por lo que consideró necesario obtener un pasaporte, un trámite casi imposible para los venezolanos.

“Conseguir el pasaporte fue una pesadilla, me cancelaban las citas, se caía el sistema. Un trámite que pensé me tomaría un par de semanas se prolongó por varios meses hasta que finalmente logré obtener el documento no solo para mí sino también para mi pareja y mi hija que tenía cinco años”, cuenta Randolph.

Ya con los pasaportes en mano, Randolph junto a su familia iniciaron la travesía por la Selva del Darién, la cual afirma “no se lo desea a nadie” porque es demasiado difícil. Cuenta Randolph que en el trayecto vio de todo y fue víctima de estafa, de robo, pero en ese momento en lo único que pensaba era en el bienestar de su hija.

“Vi la muerte, vi cadáveres, huesos, no podíamos tomar agua del río porque nos decían que más arriba habían cadaveres abandonados. A mitad de camino me sentía mal no tanto por mí sino por mi hija y mi pareja. Pero ya estábamos en la boca del lobo y tocaba avanzar”, cuenta Randolph.

“Creo que la segunda selva para mí fue México”

Como parte de esta odisea, luego de cruzar la Selva del Darién hay que llegar a México para acercarse a la frontera con Estados Unidos y para este joven padre de familia “México para mí fue la segunda selva”.

Cuenta Randolph que la presencia de cárteles y las mafias fue una experiencia “horrible” que le tocó vivir porque estas “malas personas” se hacían pasar por la autoridad y aprovechaban para robar a los migrantes. “Ellos están muy bien organizados, cuentan con armas y te amenazan. Son personas corruptas”.

Finalmente a Randolph y su familia le llevó casi tres meses llegar desde Venezuela a Estados Unidos y vio una luz al final del túnel cuando se entregaron a las autoridades estadounidenses en Piedras Negras.

La luz al final del túnel

Ya han pasado ocho meses desde ese día y Randolph reconoce que al llegar a Estados Unidos sintió mucha alegría porque pensó que al fin sentiría algo de tranquilidad. Asegura que el proceso no ha sido fácil y que todavía le queda mucho camino por recorrer.

“Ya estando aquí en EEUU no es que se van a acabar los problemas solo hay que superarlos. Ya en este país uno no puede venir hacer lo que uno quiera, hay que seguir las leyes e informarse para seguir las reglas al pie de la letra. Este es un país que te da muchas oportunidades y es un país para personas que realmente quieren superarse”, asegura Randolph.

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