19/06/2024
Pasaron apenas unas cuatro horas después de que individuos inmovilizaron al vigilante de un parqueadero en el occidente de Medellín y se llevaran cuatro carros costosos para que la Policía ubicara los automotores en un paraje cercano a Río Claro.
El robo hubiera sido anécdota salvo porque los organismos de seguridad tienen la hipótesis de que los carros pudieran haber sido utilizados en ataques terroristas, dado el contexto actual del país en el que se han dado varios atentados con carros bomba.
Todo esto ocurrió la semana pasada, pero los presuntos delincuentes gozan hoy de libertad porque el fiscal que asumió el conocimiento del caso determinó que a pesar de las pruebas que ligaban a los aprehendidos con el ilícito cometido, no estaba demostrada la flagrancia. Por tanto ordenó su libertad inmediata sin pasarlos siquiera por una audiencia de control de garantías y legalización de captura.
La hipótesis de que los carros serían usados como carros bomba se afianza en el hecho de que los asaltantes se arriesgaran a sacar los vehículos desde Medellín para llevarlos por la vía que conduce hacia Bogotá, en un trayecto de más de 10 kilómetros que en condiciones normales no se demora cerca de cuatro horas. Otro factor que hace pensar en intenciones más macabras que el simple lucro económico es que hayan sido exclusivamente automotores de fuerza como para soportar un gran peso y no automóviles que eventualmente pudieran tener igual o más valor en el mercado.
Pero este final poco feliz, con los supuestos responsables del crimen andando tranquilos por las calles, era difícil de avizorar el viernes pasado, cuando el secretario de Seguridad y Convivencia de Medellín, Manuel Villa, presentó orgulloso un trabajo quirúrgico en el que se puso de manifiesto la coordinación entre quienes manejan las plataformas de seguridad del Distrito con las capacidades de la Policía Nacional.
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Según explicó entonces Villa, el miércoles 12 de junio a la una de la madrugada, varios delincuentes habían amordazado al encargado de seguridad de un parqueadero público para entrar a hurtar vehículos que había bajo su cuidado.
También EL COLOMBIANO visitó el lugar y constató que la acción de los ejecutores fue tan milimétrica como la reacción de las autoridades.
No es muy claro cómo lograron engañar al vigilante para que les abriera. Lo cierto es que estaban armados con pistolas, entraron y una de las primeras cosas que habrían hecho tras hacerlo acostar en el piso boca abajo y amarrarlo fue destruir parte de las cámaras que había. Luego, en fracciones de segundo, desenchufaron el DVR, es decir, la parte del sistema de monitoreo en el que se almacenan las imágenes, para llevárselo.
Después habrían proseguido con el plan maestro. Había tal vez unos seis carros más pero solo mostraron interés por las camionetas. Aunque de hecho sí sacaron un automóvil aparentemente fue solo para despejar el camino, pues lo dejaron en la calle y su propietario tuvo que llamar a un cerrajero especializado porque se embolsillaron las llaves.
Posteriormente arrancaron sin aspavientos, de manera que en aquella noche lluviosa pocos se dieron cuenta de la película.
Unos cuantos ociosos que jugaban cartas en la cuadra que da de espaldas al parqueadero vieron llegar a pie limpio y lívido como una hoja de papel al apesadumbrado vigilante.
“Nosotros le prestamos un teléfono celular y él llamó a la Policía y a su patrón para contarle lo sucedido”, le explicó uno de los tahúres a este diario.
En las conversaciones del barrio que se suscitaron mientras observaban la llegada de los integrantes de la Fuerza Pública y los organismos de investigación, fueron uniendo parte del rompecabezas de lo que sucedió.
Un vecino, por ejemplo, relató que previo al robo había visto a un hombre con tapabocas parado en el estanquillo ubicado en la esquina de la calle 39 con carrera 90, a dos puertas de distancia del parqueadero, mientras que otro que tampoco era conocido en el sector hablaba por teléfono sin dejar de mirar para todos lados. Al parecer eran los ‘campaneros’ encargados de avisarles a quienes perpetraban el ilícito cualquier novedad que los pusiera en riesgo.
Ahí la historia colectiva empata con el relato de Villa, quien explicó que posterior a la llamada que recibieron las autoridades en la plataforma del 123, pudieron ubicar el movimiento de los delincuentes mediante la utilización de cámaras LPR -que permiten la lectura de placas- y confirmaron que estaban saliendo de la ciudad por la autopista Medellín-Bogotá. Fue determinante algo con lo que no contaban los ladrones y es que el botín estaba “envenenado”: uno de los carros poseía un sistema de geolocalización y gracias a eso fue posible que la Policía de Tránsito de Antioquia los rastreara hasta un punto de la vía que comunica a Río Claro con la vereda Aquitania.
¿Hubo o no hubo captura en flagrancia?
Los delincuentes habrían detectado a tiempo la presencia de los uniformados y dejaron los automotores estacionados en un descampadero, entre ellos una camioneta Dimax color negra de propiedad de la Fiscalía. Solo que hacia las cinco de la madrugada de ese mismo miércoles, es decir, apenas cuatro horas después del robo, agentes de la Policía pararon un automóvil saliendo de ese sitio con sobrecupo -seis personas- y al registrarlo encontraron un arma traumática y las llaves que permitían encender los carros hurtados.
Esto le dijo un investigador que se especializa en terrorismo a periodistas de este diario: “¿Usted se alcanza a imaginar la finalidad del uso que les pensaban dar a estos carros? Si se arriesgaron a sacarlos por esa vía era porque pensaban llevarlos lejos y podrían hasta utilizarlos como carrobomba para Bogotá o en la misma ciudad de Medellín. Cualquiera con dos dedos de frente podía darse cuenta de eso y solo por esa razón la Fiscalía debió darse la pelea para presionarlos a que dijeran algo”.
La explicación del fiscal de la Unidad de Reacción Inmediata en Medellín para no actuar de esta forma habría sido que los argumentos para sustentar la flagrancia eran débiles porque a los capturados no los cogieron cometiendo el hurto ni estaban dentro de los carros sustraídos.
Además, aunque la indagación sobre el robo continúa, hoy día ellos no están formalmente vinculados con el proceso y solo quedarían inmersos en el expediente si indicios contundentes logran ubicarlos en el sitio de los acontecimientos.
El problema es que entre los elementos incautados que mostró la Policía no figura el DVR con las imágenes que delatarían su presencia en el parqueadero donde ocurrió el robo. Y aun si esto diera resultado, otro problema sería volverlos a aprehender, teniendo en cuenta que un golpe de estos denota que detrás hay toda una organización.
¿Por qué se liga el caso con posibles hechos terroristas?
Es bien conocido que después de la ruptura del cese el fuego bilateral con el Gobierno Nacional, en marzo pasado, las disidencias del Estado Mayor Central (EMC) lideradas por Iván Mordisco, idearon un plan para atacar a la Fuerza Pública.
Luego, el 4 de abril explotaron un carro bomba junto al batallón Pichincha, de Cali, y a finales de mayo fue desactivado el que parecía ser otro atentado por parte de milicianos de esa organización en el suroccidente del país. Los organismos de inteligencia detectaron una conversación en la que dos personas hablaban de hurtar una camioneta Ford Explorer que sería acondicionada con explosivos.
Después de eso, las autoridades comenzaron a poner la mira sobre camionetas y camiones robados. En Jambaló, Cauca, también los últimos días de mayo, encontraron una Toyota 4Runner y un Montero Mitsubishi con 10 pipetas de gas de 60 libras y 600 kilos de explosivos, metralla, cordón detonante y sistemas de activación a distancia.
La estadística muestra la ocurrencia de una decena de ataques con carro bomba en el país durante el último año. El modus operandi, según explicó un investigador, es robar los vehículos en una ciudad diferente a donde se vaya a hacer el atentado para demorar el rastreo. Al respecto, vale la pena recordar el famoso atentado del Eln a la Escuela de Cadetes de Bogotá, el 17 de enero de 2019, donde mataron a 23 personas. El carro usado para llevar los explosivos había partido desde Bello (Antioquia).
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