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El espacio te cambia, incluso en viajes cortos fuera del planeta.

Cuatro personas que pasaron tres días fuera de la Tierra en septiembre de 2021 experimentaron cambios físicos y mentales, como ligeras bajas en pruebas cognitivas, sistemas inmunitarios estresados y cambios genéticos en sus células, según informó un grupo de científicos en un conjunto de artículos publicados el martes en la revista científica Nature y varias otras revistas relacionadas.

Casi todo lo que cambió en los astronautas volvió a la normalidad después de su llegada a la Tierra. Ninguna de las alteraciones pareció ser motivo de precauciones extremas para los futuros viajeros espaciales. Pero los resultados también resaltaron cuán limitado es el conocimiento de los investigadores médicos.

Christopher Mason, profesor de genómica, fisiología y biofísica en el Centro Médico Weill Cornell de la Universidad de Cornell en la ciudad de Nueva York y uno de los líderes de la investigación, describió el conjunto de artículos y datos como “el examen más detallado que hemos tenido de una tripulación”, durante su intervención en una conferencia de prensa el lunes.

Los cuatro astronautas viajaron en una misión conocida como Inspiration4, que fue el primer viaje orbital en el que ninguno de los miembros de la tripulación era un astronauta de profesión. Jared Isaacman, empresario multimillonario, encabezó la misión. En vez de llevar consigo a algunos amigos, eligió a tres viajeros que representaban una porción más amplia de la sociedad: Hayley Arceneaux, médica asociada que sobrevivió el cáncer en su niñez; Sian Proctor, profesora de una universidad comunitaria que imparte la materia de geociencia, y Christopher Sembroski, ingeniero.

Los miembros de la tripulación de Inspiration4 acordaron participar en experimentos médicos —para los que recolectaron muestras de sangre, orina, heces y saliva durante su vuelo— y permitir que los datos se catalogaran en un archivo en línea conocido como Atlas Médico y Ómico Espacial, o SOMA por su sigla en inglés, al que tiene acceso el público en general.

Aunque los datos son anónimos, no hay gran garantía de privacidad porque solo eran cuatro miembros en la tripulación de Inspiration4. “En realidad, es probable que puedan descifrar quién es quién”, comentó Proctor en una entrevista.

Pero añadió: “Lo cierto es que me parece que compartir mi información tiene más aspectos positivos que negativos, ya que así avanza la ciencia y se aprende más”.

SOMA también incluye datos de otras personas que han volado en misiones espaciales privadas, así como de astronautas japoneses que han volado a la Estación Espacial Internacional, además de un estudio que consistió en comparar la salud de Scott Kelly, un astronauta de la NASA que vivió en la Estación Espacial Internacional 340 días en 2015 y 2016, con la de su hermano gemelo, Mark, un astronauta retirado que ahora es un senador que representa a Arizona.

Ahora que más ciudadanos del sector privado compran viajes al espacio, se espera que SOMA se llene rápidamente de más información sobre un rango más amplio de personas que los hombres blancos de edad avanzada que fueron seleccionados para ser astronautas en las primeras décadas de la era espacial. Así quizá podrían diseñarse tratamientos específicos para cada astronauta a fin de combatir los efectos del vuelo espacial.

Esta abundancia de información también les ha permitido a los científicos comparar efectos a corto plazo con lo que ocurre en las misiones más prolongadas.

En el año que Scott Kelly pasó en el espacio se alargaron los marcadores de la edad de su ADN, conocidos como telómeros, lo que pareció sugerir, sorpresivamente, que había rejuvenecido biológicamente. No obstante, casi todos los telómeros recuperaron su tamaño anterior tras su regreso a la Tierra, aunque algunos terminaron siendo incluso más cortos de lo que eran antes del viaje. La interpretación de los científicos fue que se trataba de una señal de envejecimiento acelerado.

Los telómeros de los cuatro astronautas de Inspiration4 también se alargaron y luego se acortaron, lo que parece indicar que los cambios ocurren rápidamente y en todos los astronautas.

“Un hallazgo notable por varios motivos”, indicó Susan Bailey, profesora de oncología y biología radioterápica en la Universidad Estatal de Colorado, quien dirigió la investigación sobre los telómeros.

Las células utilizan el ARN, una cadena simple de ácidos nucleicos que traduce las instrucciones codificadas en el ADN para la producción de proteínas. Bailey indicó que el ARN correspondiente a los telómeros también había cambiado en los astronautas y que se habían observado cambios similares en personas que escalaron el monte Everest.

“Lo cual es una conexión extraña”, comentó.

Eso sugiere que la causa del alargamiento y el acortamiento de los telómeros no es la ingravidez sino el bombardeo de radiación que experimentan las personas a grandes altitudes y en el espacio.

Ese no fue el único efecto del vuelo espacial.

Afshin Beheshti, del Instituto Espacial de Ciencia Blue Marble y el Centro de Investigación Ames de la NASA en California, hizo hincapié en ciertos cambios moleculares en los riñones de los astronautas que podrían presagiar la formación de piedras en estos órganos. Eso no sería problemático en un viaje espacial de tres días, pero podría convertirse en una crisis médica en una misión más prolongada.

“¿Si vas a medio camino hacia Marte, qué tratamiento vas a aplicar?”, preguntó Beheshti.

Pero ahora que se sabe de esta posibilidad, los investigadores pueden estudiar cómo evitar la formación de piedras en los riñones o desarrollar mejores tratamientos para esa situación.

Los astronautas hicieron varias pruebas en diversos iPad para medir su desempeño cognitivo en el espacio. Una prueba que se utilizó para evaluar la llamada vigilancia psicomotora mide la capacidad de concentrarse en una tarea y mantener la atención. El astronauta fijaba los ojos en un recuadro mostrado en la pantalla. De repente, aparecía un cronómetro dentro del recuadro y contaba el tiempo transcurrido hasta que el sujeto presionaba un botón.

Si la respuesta era muy lenta (más de 355 milisegundos), se consideraba una falta de atención. En promedio, el desempeño en el espacio fue más bajo que cuando los astronautas de Inspiration4 hicieron la misma prueba en la Tierra. Otras pruebas indican déficits en la búsqueda visual y la memoria funcional.

“Nuestro desempeño cognitivo no se vio afectado en el espacio, pero nuestra velocidad de respuesta sí fue más lenta”, reconoció Arcenaux en un correo electrónico. “Eso me sorprendió”.

Pero Proctor indicó que quizá no se haya debido a una diferencia verdadera en su capacidad de realizar tareas en el espacio, sino sencillamente a que estaban distraídos. “No es que no tengas la capacidad de realizar mejor la tarea”, afirmó. “Es que volteas la mirada por un momento y ves la Tierra por la ventana, así que no puedes evitar admirarla”.

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Por Diario

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