Después de dos meses de racionamiento de agua en Bogotá y los 12 municipios que abastece la Empresa de Acueducto, quedan conclusiones claras sobre el comportamiento del consumo de los usuarios y el estado de los embalses, lo dos objetivos principales de la restricción en el servicio.

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Con corte al pasado miércoles, cuando todos los bogotanos completaron ocho ciclos de turnos, es decir, sumaron una semana con restricción de 24 horas, ha habido ahorro, pero este no ha llegado en ningún día a la meta establecida de 15 metros cúbicos por segundo. 

En cada uno de los nueve turnos, que corresponden al mismo número de zonas de operación hidráulica en que se dividió la ciudad para el racionamiento, el consumo ha variado por encima de los 15 metros cúbicos y cercano a los 17 metros cúbicos.

No obstante, y aunque se cree que puede bajar aún más, el Acueducto y la CAR destacan el ahorro que hasta ahora se ha hecho. El consumo estuvo antes del racionamiento en 18 metros cúbicos por segundo o más.

El menor consumo de agua se registró el 13 de mayo, correspondiente al turno 6. Según los reportes del Acueducto de Bogotá, ese día se consumieron 14,86 metros cúbicos por segundo, correspondiente a Suba y al municipio de Soacha.

Y el mayor consumo fue el pasado 8 de junio, para el turno 5. Se consumieron 16,34 metros cúbicos por segundo. En ese turno estuvieron las localidades de San Cristóbal y Ciudad Bolívar.

La gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, en una reciente visita al embalse de Chuza.

Foto:MAURICIO MORENO

El consumo de agua en los municipios

En cuanto a los municipios, de acuerdo con reportes del monitoreo que realiza el Acueducto, Funza, La Calera, Chía y Cajicá disminuyeron el consumo y presentaron ahorros superiores al 14 por ciento.

Y requieren un mayor esfuerzo Tocancipá, Madrid y un pequeño sector de Soacha abastecido por el operador Emar. En estos el consumo aumentó en promedio en  15,4 por ciento en mayo, en comparación con marzo (previo al inicio de los racionamientos).

Cabe recordar que Bogotá capta agua de tres sistemas: Agregado norte, conformado por los embalses de Tominé, Sisga y Neusa; Sistema Chingaza, que cuenta con Chuza y San Rafael, y Agregado Sur, con Chisacá y Regadera. Estos sistemas entraron a ser reforzados por la planta El Dorado, en San Cristóbal.

El embalse del Neusa (foto) aumentó sus niveles de agua.

Foto:Car Cundinamarca

Comportamiento del nivel de los embalses

El ahorro significó al principio del racionamiento, cuando era más evidente la crisis de agua, que se ralentizara la acelerada reducción del nivel que traían los embalses, en particular los del sistema Chingaza, que cayeron a cotas históricas.

Lo grave de esa situación es que el 70 por ciento del agua que se consume en la capital del país proviene de dicho sistema, un 25 por ciento del Agregado norte y el restante 5 por ciento del Agregado sur.

De hecho, el 11 de abril pasado, cuando comenzó el racionamiento, los dos embalses de Chingaza estaban en promedio en 16,63 por ciento de su capacidad y con tendencia descendente, siendo más crítico el primero, con 16,13 por ciento.

Los dos reservorios tienen una capacidad total de 327 millones de metros cúbicos, distribuidos así: Chuza, con 252 millones de metros cúbicos, y San Rafael, con 75 millones de metros cúbicos.

Según la CAR, el sistema Chingaza está en un 37,16 por ciento de su capacidad, la mitad del nivel que se ha propuesto lograr el Acueducto y la Alcaldía de Bogotá.

Hoy, según el reporte diario de la CAR, ese sistema está en un 37,16 por ciento de su capacidad, la mitad del nivel que se ha propuesto lograr el Acueducto y la Alcaldía de Bogotá para octubre próximo (75 %) y así garantizar el líquido suficiente para el resto del año y el 2025.

Y aunque con el retorno de las lluvias en abril (varias semanas después de lo esperado) se empezaron a recuperar los embalses que abastecen a Bogotá y a los municipios vecinos, este proceso no ha sido tan rápido como podría esperarse.

Por el contrario, los embalses tienen comportamientos diferentes, y los más lentos en recuperar el nivel, y que más le interesan a la ciudad, son los de Chingaza, en especial el de Chuza. Este capta del río Guatiquía y esa agua se trae por un túnel hasta la planta wiesner en La Calera.

El embalse de Chuza se ha visto favorecido con el aumento de las lluvias en la cuenca donde está localizado.

Foto:Mauricio Moreno

Los que mejor comportamiento tienen en este momento son los embalses de Chisacá y Regadera (Agregado sur), con un 92,65 por ciento, en promedio, pero no son representativos. Y Neusa, Sisga y Tominé (Agregado norte) apenas se encuentran en el 55,24 por ciento.

CAR explica las causas del comportamiento diferente de los embalses

El director de la CAR, Alfred Ballesteros, explica el comportamiento del llenado de los embalses, principalmente, en el régimen de lluvias que tienen las cuencas hidrográficas donde estos se encuentran localizados.

De acuerdo con el director de la corporación ambiental, la mayoría están en la cuenca del río Bogotá y tienen influencia del régimen bimodal, es decir, dos temporadas de lluvias al año: de mediados de marzo a mediados de junio y desde mediados de septiembre hasta mediados de diciembre.

Pero en el caso de Chuza, que por su capacidad es el más representativo para el sistema Chingaza y para Bogotá, tiene un régimen unimodal (una temporada de lluvias al año).

Este embalse, localizado en el municipio de Fómeque (Cundinamarca), se encuentra en la cuenca hidrográfica de la Orinoquia.

Allí, por lo general, las precipitaciones son en los meses de junio, julio y agosto, y por eso en las últimas semanas viene aumentando el nivel de manera más significativa.

Alfred Ballesteros Alarcón director de la CAR.

Foto:MAURICIO MORENO EL TIEMPO

“Los embalses se llenan de dos maneras: por lo que llueve sobre el vaso del embalse, y eso no representa unos volúmenes importantes, y por el agua que reciben de los afluentes (quebradas y ríos) que los alimentan, que es fundamental”, dice Ballesteros.

Los embalses se llenan de dos maneras: por lo que llueve sobre el vaso del embalse, y eso no representa unos volúmenes importantes, y por el agua que reciben de los afluentes (quebradas y ríos) que los alimentan, que es fundamentalmente.

Y también influyen, según explica el director de la CAR, las coberturas del suelo. En el caso las zonas de páramo y subpáramo, las coberturas naturales son las especies nativas como los frailejones, que retienen el agua y ese espejo da origen a las quebradas.

“Pero cuando el terreno ha sido deforestado, cuando ha sido transformada la capa de suelo, por ejemplo por cultivos de papa, el fenómeno con el recurso hídrico cambia. Al llover, la mayoría del agua no llega a una fuente hídrica, sino que se infiltra en el suelo”, indica el director de la CAR.

A esto también se suma, agrega Ballesteros, el fenómeno de evapotranspiración del agua almacenada en los embalses y de la que circula por las quebradas, en particular en las que no tienen ronda con vegetación nativa, como consecuencia de la radiación solar.

En conclusión, si bien los bogotanos y los habitantes de los municipios vecinos han logrado reducir el consumo, que antes del racionamiento llegó a estar sobre los 18 metros cúbicos por segundo, y los embalses se han recuperado, todavía las autoridades ambientales y distritales no sienten que se pueda “relajar un poco” el racionamiento, como lo ha señalado la gerente del Acueducto de Bogotá, Natasha Avendaño.

GUILLERMO REINOSO RODRÍGUEZ 

Editor de Bogotá

En X: @guirei24

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