El Gobierno español ha homenajeado, por primera vez en tierras mexicanas, a los exiliados republicanos. El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, se ha desplazado a la capital de México por dos días con una agenda repleta cuyo plato principal fue el reconocimiento al sufrimiento, la valentía y la aportación cultural y profesional de los más de 20.000 españoles que rehicieron sus vidas al otro lado del Atlántico mientra…
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El Gobierno español ha homenajeado, por primera vez en tierras mexicanas, a los exiliados republicanos. El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, se ha desplazado a la capital de México por dos días con una agenda repleta cuyo plato principal fue el reconocimiento al sufrimiento, la valentía y la aportación cultural y profesional de los más de 20.000 españoles que rehicieron sus vidas al otro lado del Atlántico mientras esperaban el fin de la dictadura franquista que nunca llegaba. En el acto celebrado en los jardines de la embajada se ha agradecido calurosamente la acogida que les dispensó al final de la guerra el Gobierno de Lázaro Cárdenas, abriendo las puertas de su país generosamente al contingente de los vencidos. El hijo del general, Cuauhtémoc Cárdenas, de 90 años, ha pronunciado un discurso de repudio a todas las guerras y de dolor por los exilios. “Pasó demasiado tiempo para que en la tierra española afloraran las verdades”, ha dicho.
El homenaje de Estado ha tardado 85 años, los que ahora se conmemoran desde la llegada del buque Sinaia, el 13 de junio de 1939, a la costa veracruzana, con unos 1.600 republicanos que dejaban atrás un océano y una patria. Después llegarían el Ipanema, el Mexique o el Nyassa, todos abarrotados de españoles y españolas que trasladaron a México los frustrados sueños de libertad, justicia y dignidad que depositaron en la República y que se llevó de un hachazo el golpe de Estado militar. Muchos de ellos jamás hicieron el viaje de vuelta. “En nombre del Gobierno de España, nuestra solidaridad, respeto y cariño. Son ustedes el hilo conductor de la España republicana con la España democrática actual; la referencia y faro de quienes ansiaron la libertad en la dictadura”, ha dicho el ministro Torres. “Nuestro agradecimiento con el pueblo mexicano y el Gobierno de Lázaro Cárdenas, ese sí que los acogió con los brazos abiertos cuando salían de una pesadilla”, ha añadido.
Una treintena de personas ha recibido una especie de diploma en el que se reconoce su condición de víctimas de la guerra y la persecución y violencia padecidas, donde se declara “la injusticia que supuso el exilio, la ilegalidad e ilegitimidad de los tribunales para imponer condenas o sanciones así como la nulidad de las sentencias y resoluciones que se dictaron”. De avanzada edad, algunos recogieron en persona el tributo a su pasado en un país que empezó extraño y acabó siendo patria, también de sus hijos y sus nietos. La reputada escritora Angelina Muñiz-Huberman, de 87 años, hija de republicanos españoles que pasaron por Francia y Cuba antes de recalar en México, leyó un poema que en algunos de sus versos describe ese extrañamiento de los exiliados en una nueva tierra: “¿Qué hacer si el paisaje no era mío? ¿Qué hacer si nací de cara al mar?”. Hasta que un día, mirando por la ventana, uno se da cuenta de que ha aceptado por fin el paisaje. Así le ocurrió a Aída Pérez Floresvaldés, Ester Vilar Llores, Carmen Hernández, Concepción Michavila, Vicente y Alejandro Rodríguez o Víctor Daniel Rivera, entre tantos.
El acto contó con la presencia de la canciller mexicana Alicia Bárcena, quien también se dijo descendiente de españoles. Contó que en el Sinaia embarcaron 1.598 republicanos y llegaron a México 1.599, porque en plena travesía vino al mundo una niña a la que llamaron Susana Sinaia Caparrós. Con ella se recordó también a los 456 huérfanos de la guerra que habían arribado a México meses antes de concluir la contienda civil, los llamados Niños de Morelia, a los que dedicó todas sus atenciones la mujer del general Cárdenas, Amalia Solórzano. Bárcenas agradeció las cálidas menciones a la generosidad del pueblo mexicano y sus excepcionales esfuerzos diplomáticos tras el conflicto español. Recordó que México “interrumpió sus relaciones políticas con los asesinos de la República”. “La huella de los hijos de la República en México ha sido y será fecunda”, añadió. “No los recibimos como náufragos de la persecución dictatorial a quienes misericordiosamente se arroja una tabla de salvación, sino como defensores aguerridos de la democracia republicana”, mencionó Bárcena citando al abogado y político mexicano Ignacio García Téllez.
México se llenó entonces de profesionales de toda clase, agricultores, mecánicos, mineros, pero también cientos de profesoras, científicos, filósofas, médicos y militares que impartieron clases en los liceos y universidades, hombres y mujeres que “trajeron mucho beneficio” al país, reconoció Cuauhtémoc Cárdenas. Algunos de ellos eran insignes escritores, poetas, políticos o académicos que acabaron su vida en la tierra mexicana. Antes de acudir a la embajada, el ministro Torres visitó el cementerio español, donde están enterrados León Felipe, Max Aub, Matilde de la Torre, José Giral Perera, Manuel Tagüeña (que con 25 años comandó a 50.000 hombres en la batalla del Ebro, recordó el secretario de Estado para la Memoria Democrática, Fernando Martínez), Carmen Parga, Ramón Giraut, José Moreno Villa y tantos otros. Para todos ello hubo en sus tumbas una rosa roja y una bandera española, no la republicana, sino la rojigualda.
Al amanecer, Torres se desplazó, sin medios de comunicación, hasta otro cementerio, para dejar una flor en la tumba de otro de los grandes, el poeta sevillano Luis Cernuda. Y después pasó por el instituto Luis Vives, fundado en 1939, donde estudiaron muchos de los hijos de los exiliados. Allí se descubrió una placa. Con acompañamiento de guitarras, los niños cantaron La Tarara y Si me quieres escribir, que llenó el patio de la escuela de recuerdos milicianos que se ahogaron en el Ebro. El colegio Madrid, otra de las instituciones fundadas por españoles atendiendo a los esquemas pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza, también recibió al ministro el miércoles y sus estudiantes entonaron Ay, Carmela en la embajada con acordes de piano. La Casa de España, luego Colegio de México, el Ateneo Español, todos ellos permanecen hoy en día guardando aquel legado del mejor exilio, prueba indeleble de la hermandad entre México y España que se afianzó en aquellos años de la mano de los españoles que “imaginaron una República de iguales, una patria de ciudadanos y no de súbditos y que lo pagaron con sangre”, en palabras de la canciller Bárcena, que también quiso leer una poesía de Pablo Neruda en la que se agradece al Gobierno de Cárdenas la hospitalidad dispensada.
El embajador español en México, Juan Duarte, puso especial atención en la vertiente humanista del gobierno mexicano para recibir a los exiliados de otros países, ya sean argentinos, chilenos, rusos o a los miles de migrantes que cruzan por su territorio en busca de Estados Unidos. “México ha concedido 112.000 estatutos de refugiados, sigue siendo un país solidario”, aseguró el embajador. El día se prestaba para limar cualquier aspereza diplomática entre España y México, y no han sido pocas en este sexenio. Este jueves, sin embargo, la canciller trajo para todos “un saludo de Andrés Manuel López Obrador”, el presidente mexicano, que tampoco es que se recibiera con ovaciones. La legación española expresó el afectuoso saludo del presidente Pedro Sánchez.
La familia Cárdenas, con el hijo del general en cabeza, sigue siendo todavía la que más aplausos despierta. Nadie quiere olvidar el gesto de un Gobierno que abrió las puertas de su país a miles de exiliados, algo que muchos de quienes hoy se ven obligados a huir de su patria quisieran tener, en lugar de muros y aguas apuñaladas con alambres de espino.
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