El dermatólogo experto en melanoma asegura que «una crema de supermercado también te progete del sol»

13 Jun 2024. Actualizado a las 12:04 h.

La incidencia del cáncer de piel ha aumentado un 40 % en los últimos cuatro años, según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). Pese a ser uno de los tipos de cánceres más prevenibles y detectables por el paciente, se calcula que afecta al 1,7 % de la población europea, y en España, cada año, se detectan unos 78.000 nuevos casos. 

Proteger y revisar la piel se convierten en las dos líneas esenciales de prevención. Eduardo Nagore, jefe clínico de la sección de Dermatología del Instituto Valenciano de Oncología, miembro de la AEDV y experto en melanoma, anima a ver el bronceado como lo que realmente es: un mecanismo de protección del organismo para hacer frente a las agresiones que producen la radiación ultravioleta. A las puertas del verano, prefiere no caer en mensajes vacíos: «No hace falta que nos escondamos en una cueva», comenta. Nada más lejos de la realidad. Para el médico, es necesario ser consciente del peligro e intentar impedirlo. ¿Cómo? Con las medidas que todos sabemos, la fotoprotección en todas sus formas: «La gente ya sabe que el sol es malo, otra cosa es lo que luego decidan hacer», añade. 

—¿Qué explica el aumento de la incidencia de los casos de cáncer de piel? Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el melanoma es uno de los tumores malignos con una incidencia mundial al alza. 

—Aquí hay que diferenciar los tipos de cáncer de piel y el contexto con el que se suele relacionar. Hay un tipo que se explica por la acumulación a la exposición solar, especialmente en las etapas tempranas de la vida, hasta los 30 años aproximadamente. Un perfil típico corresponde a la gente que ha trabajado en la agricultura, y que estaba expuesta de manera habitual a la radiación ultravioleta. Aquí hablamos del carcinoma epidermoide y dentro del melanoma, el lentigo maligno, algunos basocelulares o el carcinoma de células de Merkel. Muchos de los pacientes que vemos son personas de 70 u 80 años, que han trabajado toda su vida, desde pequeños, en el campo, y es una incidencia que esperamos que caiga en el futuro, pero todavía no.

Y luego, el segundo perfil que también tenemos, es el que está relacionado con un patrón intermitente de exposición y las quemaduras. La persona que no se expone en todo el año y cuando tiene de vacaciones lo hace como si no hubiera un mañana. Este perfil explica el aumento de otros tipos de melanoma, como el lentigo maligno. En cualquier caso, el incremento de la incidencia viene de lo que se hizo décadas atrás. Primero, las personas que se exponían por trabajo y no se ponían crema, y luego, las que se exponían por motivos recreacionales, y no estaban concienciadas. Aunque unos se relacionan con otros. 

—¿Las nuevas generaciones podrían cambiar la incidencia futura?

—Sí. Es decir. Ahora vemos que la gente se preocupa más, especialmente por los niños. Yo tengo 57 años, y hace 40, cuando nos quemábamos nos decían que muy bien, que eso curtía la piel. Esto ahora se previene. Lo que hemos visto, y es más acentuado en países como Australia donde se ha invertido mucho dinero en campañas, es un efecto cohorte. Es decir, en la gente que nació en los 90, que ahora rondarán los 30, la incidencia de cáncer de piel empieza a estabilizarse, incluso a reducirse, porque es un grupo en el que ya hubo más concienciación. ¿Cuál es el mensaje de esto? Que el peñazo que damos todos los veranos con que hay que protegerse tiene un efecto positivo. La gente sabe que el sol es malo, otra cosa es lo que decidan hacer después. 

—¿La agresividad del melanoma sigue siendo un problema?

—Nuestro caballo de batalla principal es que hay entre un 15 y un 20 % de los melanomas que crecen muy rápido, y por mucha campaña que hagas, incluso si revisásemos a cada persona, no lo podríamos evitar, porque si te miro hoy, podría empezar mañana y evolucionar de un año para otro. Por eso es importante que cada uno revise su piel durante un minuto al mes. 

—¿De dónde viene esa agresividad?

—Es agresivo en comparación con otros cánceres y si tenemos en cuenta el tamaño. Es decir, el pronóstico y el tamaño se suele medir en centímetros en otros tumores como el de pulmón, pero en el melanoma hablamos de milímetros de profundidad. Con un cáncer de un milímetro desde la parte más superficial de tu piel hacia dentro se te puede morir un 5 % de los pacientes a diez años vista. Y con dos milímetros, un 10 %. El problema es ese, que una mancha de piel puede matarte. 

—¿Interviene la genética?

—Mucho. Primero, porque hay parte de genética que influye en todos los cánceres. Cuando uno se enferma, el cáncer es resultado de una serie de eventos, entre los que también interviene la casualidad. La genética tiene una parte que no se ve y otra que sí se ve. La primera es cómo tu cuerpo puede defenderse, de manera innata, frente a las células malignas. Es decir, que tus genes de reparación del ADN y todo lo implicado se mantenga estable. Y luego, hay una segunda parte que sí se ve, la que está relacionada con la sensibilidad al sol. Ser pelirrojo, rubio o tener los ojos claros es genética. También tu capacidad de tener nevus, lunares. Es cierto que el sol influye y que si coges a dos gemelos, uno que es surfista y otro que es monje de clausura, el surfista tendrá más; pero los genes también marcan los lunares. Y la genética de esta gente con múltiples lunares dice que tiene una mayor facilidad para que la célula que da lugar al melanoma, el melanocito, prolifere con más facilidad. De hecho, la contrapartida benigna del melanoma es el nevus.

—¿Y los hábitos?

—Dentro del estilo de vida, la exposición a la radiación ultravioleta tanto en cáncer de piel en general, como en melanoma en particular, es el factor ambiental más importante. Para un grupo lo es exponerse de forma continuada, y para otro, la exposición intermitente y con quemaduras, sobre todo, las que producen ampollas. Ni hablar queda de las cabinas de rayos ultravioleta, que son un desastre. No son buenas ni de lejos. 

—Algunos piensan que ayudan a preparar la piel de cara a la playa. 

—Sí, y es totalmente falso, y por mucho que lo digas, no se cambia de parecer. 

—¿La alimentación no tiene peso?

—Sí, es decir, como ocurre en todos los cánceres, están los hábitos de vida en general. Seguro que una buena dieta influye, pero no se sabe cómo todavía. No tenemos claro cuál es su papel. Sabemos, por ejemplo, que tiene un impacto en el buen estado del sistema inmunitario, que nos protege del cáncer. 

—¿Todos los lunares deben alarmarnos?

—No. Tener muchos lunares debe hacerte consciente de que tu cuerpo genéticamente tiene mayor facilidad para la proliferación de células cancerosas. Si tienes múltiples nevus debes llevar más precaución con el sol, porque es como añadir gasolina al fuego. Una persona negra, por el contrario, tiene un riesgo muy disminuido porque su piel es casi perfecta para evitar el cáncer de piel; en el lado opuesto está el pelirrojo. Lo que ocurre es que la gente con múltiples lunares no tiene tan claro que su piel es como una bomba de relojería. Y si le añades quemadura, el riesgo aumenta muchísimo. 

—¿Cómo se debe entender el bronceado? 

—Es un mecanismo de defensa, y por lo tanto, estás más protegido. Es decir, una piel morena se protege más que una piel blanca. Eso no significa que está totalmente protegida. La melanina que tú produces, que te da el bronceado, no crea un espejo, sino que absorbe la energía de la radiación ultravioleta. Cuando no es absorbida por la melanina, produce daño en el ADN. Pero aquí hay algo que mucha gente no sabe, y es que pueden ser morenos por fuera, pero pelirrojos por dentro. Para tener los rasgos de un pelirrojo necesitas tener una copia del gen mutado de tu padre y de tu madre, pero si una de las copias es correcta —no está mutada— no se manifestará, aunque lo tengas. Entonces, es posible que te pongas moreno con facilidad pero resulta que tu gen (de pelirrojo) hace que parte de tu melanina no te proteja bien. 

—Cuanto más cara sea la crema de fotoprotección, ¿mejor?

—A ver, las cremas que son más caras tienen una cosmética, una galénica, superior. Están más trabajadas y es posible que duren más en la piel. Pero una crema de supermercado también te protege. Es decir, una tienda no puede vender un producto y engañarte diciendo que tiene un factor de protección 30 y que no sea cierto. Como decía, es posible que la cosmética sea peor, o que el producto dure menos la piel, que cambie la textura… y ahí tienes el equilibrio. Pero las dos te protegen. También tenemos que ser conscientes de una cosa. Un bote de crema puede costar un dinero considerable, y hay mucha gente que no lo tiene. Si alguien se pone la crema como corresponde, con la cantidad que es necesaria, para cubrir un cuerpo entero se gasta un tercio del bote en cada dosis. Multiplica eso por seis horas, y te quedas sin crema. Ahora, extrapola eso a una familia de cuatro miembros. 

—¿Qué recomendación daría para escoger una buena fotoprotección?

—Que siempre tenga un factor de protección 50+.  Eso es lo esencial. 

—¿En qué se traduce ese número?

—El factor de protección se calcula en base a la dosis eritematosa mínima, eso es la mínima dosis de radiación ultravioleta que una piel necesita para ponerse roja. Es decir, si escoges un factor 30 es que necesitas 30 veces más energía para que tu piel se ponga roja. No tiene nada que ver con lo que dura o deja de durar. El ejemplo que suelo poner para que se entienda, aunque no sea exactamente así, es que este factor de protección deja pasar uno de cada 30 rayos. 

—¿Cada cuándo se debe reaplicar?

Cada dos horas. Pero ojo. Cuando la gente se toma un paracetamol es consciente que tiene que esperar un tiempo para que haga efecto, para que llegue a los receptores del dolor, no es inmediato. Sin embargo, no todo el mundo sabe que pasa lo mismo con la fotoprotección. La crema es un vehículo y la sustancia que te protege está dentro. Tú te aplicas el producto, y el activo tiene que penetrar en la piel y después colocarse en su sitio, lo que tarda unos 20 minutos. Hay gente que se pone una película de crema y tiene la sensación de que ya está protegido porque ve el producto, pues no.Hay que darle un masaje y esperar a que se absorba. La crema es un vehículo, por sí mismo no protege, quien protege es la sustancia que tiene que hacer efecto. 

—¿Nos ponemos suficiente producto?

—No, menos. Por eso la recomendación es que sea 50+, porque si se pone poco, al menos equivale a 20.

—¿Es partidario de la fotoprotección oral?

—A mí me encanta. Es un método efectivo. Nunca puede sustituir a la crema, pero sí puede ser un complemento. 

—¿Qué relación saludable podemos mantener con el sol?

—No hace falta encerrarse en una cueva, siguiendo las precauciones necesarias es suficiente. Hay que seguir al máximo todas las recomendaciones, porque cuanto más te protejas, menos riesgo tienes. Tiene sentido utilizar ropa con protección, que funciona muy bien; gorras, sombrilla, protector solar y cápsulas. Y luego, si te lo puedes permitir, realiza tus actividades en los momentos con menos radiación. Si puedes, no vayas a la playa a la una de la tarde, sino a las diez, a las once, o a media tarde. Pero claro, entiendo que no siempre es posible. Mis hijos han sido pequeños y lo de ir a la playa temprano es una quimera. 

 

 


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By Diario

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