Una empresa suiza acaba de lanzar un bioordenador que se conecta a células cerebrales vivas y, de acuerdo con sus creadores, consume mucha menos energía que los ordenadores tradicionales basados en bits. En el futuro, esta tecnología puede ser aplicada también en el campo de la medicina.
La plataforma en línea de FinalSpark aprovecha grupos esféricos de células cerebrales humanas cultivadas en laboratorio, llamados organoides. Esta permite un acceso ininterrumpido a 16 organoides del cerebro humano que tienen el objetivo de desarrollar el primer procesador viviente del mundo.
Estos bioprocesadores, compuestos por neuronas vivas capaces de aprender y procesar información, consumen un millón de veces menos energía que los procesadores digitales tradicionales y, potencialmente, reducen el impacto ambiental asociado al uso creciente de computadoras.
La operación se basa actualmente en una arquitectura que puede clasificarse como wetware: la mezcla de hardware, software y biología. Este método permite a los científicos estudiar lo que esencialmente son minirréplicas de órganos individuales.
El auge de los organoides como técnica de investigación se produce en un momento en el que las redes neuronales artificiales, en las que se basan grandes modelos lingüísticos como ChatGPT, también se han disparado en uso y potencia de procesamiento. Las tendencias tecnológicas también indican que la pujante industria de la IA consumirá el 3,5% de la electricidad mundial en 2030. La industria informática en su conjunto ya es responsable de cerca del 2% de las emisiones mundiales de CO2.
Fuente: Sputnik Mundo
VTV/JR/CP
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