PARÍS.– La extrema derecha de Marine Le Pen obtuvo ayer en las elecciones europeas el mejor resultado de su historia: se convirtieron en el primer partido de Francia y empujaron al presidente Emmanuel Macron a disolver la Asamblea y llamar a elecciones anticipadas.

Pero, ¿cuáles son las claves de ese éxito? ¿Qué sucede en Francia para que el 31% de los electores –del 50% del padrón que votó, en realidad– haya decido que esa era la mejor opción de futuro, manifestando sobre todo un rechazo a la política tradicional representada por el actual mandatario?

La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen pronuncia un discurso mientras Jordan Bardella, presidente del partido ultraderechista francés Agrupación Nacional, escucha en la sede del partido la noche electoral después de que el presidente francés Emanuel Macron anunciara que disuelve la Asamblea Nacional y convoca nuevas elecciones legislativas tras la derrota en la votación de la UE,Lewis Joly – AP

Jordan Bardella irrita: no conoce el programa de su partido, parece pensar que la política se resume a mostrarse sonriendo en miles de selfies, tiene una sola palabra en la boca: “Inmigración”, como si los inmigrantes explicaran todos los problemas de Francia. Mientras que su principal medida –suprimir los subsidios a las familias de jóvenes delincuentes– parece completamente impracticable.

Y, sin embargo, ese joven de 28 años, con aspecto de mejor alumno de la clase, actual presidente de la Reunión Nacional (RN) de Marine Le Pen, logró este domingo llevar a su agrupación a obtener un resultado histórico en las elecciones europeas.

La primera explicación de ese avance es el esfuerzo de aggiornamento realizado por la formación cuando quedó en manos de Marine Le Pen, que sucedió a su padre, el controversial Jean-Marie Le Pen en la década de 2010.

Como sucedió con Giorgia Meloni en Italia, el RN parece haber abandonado sus complicidades pasadas con el fascismo, el antisemitismo, la nostalgia de la “Argelia francesa”, sus relaciones non sanctas con un catolicismo integrista, su homofobia visceral, su hostilidad a la emancipación de las mujeres y, desde luego, su antieuropeísmo. El giro social-populista de Marine Le Pen hace tres lustros habría permitido “limpiar” el partido de sus herencias reaccionarias, colaboracionistas y colonialistas. A tal punto, que el RN se niega ahora a ser llamado “de extrema derecha”. El nacionalismo de RN sería tan leve, que hasta estaría dispuesto a dejarse pasar por la derecha, como trató de hacerlo en 2022 Eric Zemmour, desde entonces funcional a Marine Le Pen en su tarea de “desdiabolización”.

El presidente del partido ultraderechista francés Rassemblement National (RN), Jordan Bardella, se dirige a los militantes tras el anuncio de los primeros resultados durante una reunión nocturna del partido ultraderechista francés Rassemblement National (RN) en el último día de las elecciones al Parlamento Europeo, en el Pavillon Chesnaie du Roy de París. Julien De Rosa – AFP

Ese cuadro de una familia perfectamente descontaminada de sus pasiones más oscuras corresponde, en efecto, a la representación que el partido intentó imponer en la opinión pública con el éxito que vimos ayer.

“Nadie mejor que nosotros sabe cuán oportuno era modificar un movimiento que nunca dejó de mejorar, de repensarse, de reformarse para alcanzar hoy la madurez política”, declaró Marine Le Pen en el 50° aniversario de la creación del entonces Frente Nacional.

Con esa voluntad de cambio, y al mismo tiempo que se desprendía de los viejos cuadros recalcitrantes del FN, Marine Le Pen favoreció la llegada de una nueva generación de militantes nacionalistas e identitarios surgidos de un fondo cultural común: el rechazo de los inmigrantes, escondido detrás de la apelación “islam”, y una fuerte demanda de autoridad.

Una mujer disfrazada de Marianne, símbolo de la república francesa desde la revolución de 1789, sostiene una bandera de Francia durante los festejos del Día del Trabajo en Marsella.

Los miembros de esa nueva generación de extrema derecha new-look vienen de la derecha gaullista de Los Republicanos o del Frente Nacional, ya convertido en Reunión Nacional. Algunos –más ambiciosos que otros– pensaban que, para tomar el poder, la derecha clásica debía romper las amarras con su herencia histórica del antifascismo gaullista para conseguir una alianza con el RN. Eso fue lo que sucedió en la calle a partir de 2013 y lo que sigue sucediendo hoy. Esos militantes se reúnen en sitios de moda parisinos propios a la derecha, como el Café des Caves o en Aux Soupers.

En su mayoría, son jóvenes de buenas familias parisinas o provinciales, llegados a la capital para estudiar en instituciones prestigiosas. Casi todos pertenecen a familias que se ubican a la derecha del arco político. Pero además consiguieron beneficiarse con el efecto mediático de un protagonista inesperado: el polemista Eric Zemmour que, a imagen de esa nueva generación, pasó del soberanismo antieuropeo a la denuncia de la inmigración.

Varios de entre ellos se lanzaron entonces –y con éxito– a la aventura de participar en los medios de comunicación, ayudados por algunas cadenas de información continua como CNews, del estilo de Fox en Estados Unidos. Hoy, a pesar de sus profundas divisiones –republicanos, frentistas y zemmouristas– esos jóvenes se sienten listos para tomar el poder. Y el mejor de todos los ejemplos es Jordan Bardella, que se ve ya primer ministro de Francia, después de las elecciones anticipadas del 30 de junio y el 7 de julio.

En el libro “La cara oculta de Jordan Bardella”, Pierre-Stéphane Fort muestra cómo se construyó el actual ícono mediático. Nacido en 1995, Bardella adhirió al Frente Nacional en 2012. Obsesionado por el poder, buscó siempre en esa organización acercarse a las esferas de dirección, pasando así por todos los grupos que la componían, desde el nacionalismo social a los grupos identitarios; desde la reivindicación del fascismo a la guardia cercana a Marine Le Pen.

La líder del grupo parlamentario del partido de extrema derecha francés Rassemblement National (RN), Marine Le Pen, y el diputado Jordan Bardella.Agencia AFP – AFP

“Todas esas evoluciones se acompañaron con una suerte de estrategias matrimoniales. Vivió primero con una allegada a los círculos de Florian Philippot, después con la hija de un dirigente del GUD y, por fin, con una de las herederas del clan Le Pen”, explica Fort.

Segundo elemento central en la carrera del joven cuadro del RN, su voluntad de hacer olvidar su pasado para hacerlo conforme a la imagen que su electorado quiere escuchar. Jordan habría crecido en un barrio difícil de Seine-Saint-Denis, suburbio de París caracterizado por una mayoría de inmigrantes.

La realidad es más compleja. Bardella es el hijo de una baby sitter que vive en un edificio popular. Pero su padre es director de una pequeña empresa y vive en barrios elegantes de Val-d’Oise y su escolarización transcurrió en buenas escuelas privadas. Militantes de extrema derecha desde la secundaria, adhirió al Frente Nacional interuniversitario, abandonando sus estudios de geografía.

Pero además, Pierre-Stéphane Fort muestra cómo el actual presidente del RN es a la vez un producto del media training, formación que le permitió aprender un discurso estereotipado para cualquier pregunta. Y, sobre todo, una creación de la pura esfera nacionalista, como lo muestra una cuenta que utilizó con el pseudónimo (@RepNatDuGaito) en las redes sociales, codeándose con los sectores más extremos del RN.

Y uno de los discursos que aprendió Bardella es el que más seduce al elector que vota extrema derecha. El sociólogo y politólogo Félicien Faury, es especialista en la banalización del campo político. A su juicio, los cuadros del RN “saben muy bien cómo satisfacer a su electorado” en ese sentido. Y uno de los principales resortes del RN que consiguió hacer pasar a esa gente de la protesta a la simple adhesión a un sistema de valores es “el miedo al desclasamiento”, a pesar de que la mayoría de esos electores tienen una buena posición social.

Ese miedo se acompaña, obviamente, con una denuncia de la asistencia “para los otros”. El rechazo de los subsidios públicos se radicalizó con el tiempo, percibiendo a los inmigrantes de origen extraeuropeos como los únicos beneficiarios. Ese rechazo también asume formas de denuncia de pertenencia religiosa que, a veces, va hasta identificar a los delincuentes como pertenecientes “exclusivamente” al islam. Un pretexto como cualquier otro para disfrazar un racismo desacomplejado.

El argumento de una escuela pública decadente, tanto en términos de autoridad como de ascensor social es otro de los elementos que alimentan el voto de extrema derecha. ¿La razón? Demasiados inmigrantes provocan ese derrumbe. Un discurso que alimenta el racismo estructural y aumenta el sentimiento de amenaza de los electores.

A juicio de Félicien Faury , “en algunos ambientes adherentes al RN, la cuestión de la creencia en un poder fuerte y autoritario está muy presente. Al debate democrático y los intercambios, esos electores prefieren un modelo de sociedad donde el jefe decide”.

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By Diario

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