Fue en el momento en el que la pelota de Alexander Zverev se quedó en la red y Carlos Alcaraz se retorcía en el suelo de la Philippe Chatrier cuando el murciano se daba cuenta que había cumplido su sueño. El mismo con el que fantaseaba con 12 años mientras jugaba un torneo al lado de la mismísima Torre Eiffel. Era el deseo de muchos, pero solo unos pocos están destinados a lograrlo. Y tras unos meses en una montaña rusa, tanto tenística, física y mentalmente, Carlitos cumplió su sueño de alzarse campeón de Roland Garros 2024.

Ocurre con Alcaraz lo mismo que con los genios, que lo extraordinario lo convierten en cotidiano. Con 21 años, el español se convierte en el tenista más joven en ganar Grand Slams en tres superficies diferentes (Us Open 2022, Wimbledon 2023 y Roland Garros 2024) y se erige junto a su amigo de generación, Jannik Sinner, como los nuevos reyes del mundo del tenis. En su corta carrera tenística ya ha conquistado tres de los cuatro lugares más emblemáticos de este deporte. Se daba a conocer en la Arthur Ashe neoyorquina, inclinaba al número uno del mundo, Novak Djokovic, en la catedral del tenis y cogía el relevo de Rafael Nadal para ganarse a la Philippe Chatrier.

 

Un palmarés de escándalo para un joven que sigue sorprendiendo, que hace que el público se frote los ojos ante la enésima obra llena de clasicismo, descaro y virtuosismo. Y esta vez lo hizo en la tierra batida parisina, la misma donde hace un año colapsaba por los calambres y sucumbía en las semifinales ante Djokovic. Pero de aquel trágico recuerdo, Alcaraz aprendió la lección.

– A París, sin ritmo ni títulos

El murciano hacía acto de presencia en París con más dudas que certezas y sin apenas rodaje en la gira de tierra batida por su dolorido antebrazo derecho, que solo le permitió jugar tres partidos en Madrid, antes de recaer y perder ante Rublev. Previo a su paso por la capital de España, tuvo que renunciar a jugar en Montecarlo y en Barcelona, donde defendía su segundo Godó. Además, tras su intento fallido en la Caja Mágica, se tenía que borrar de Roma porque las molestias se convirtieron en lesión y tenía que frenar en seco si quería tener alguna opción, no solo de luchar por Roland Garros sino de poder participar en esta edición.

Por lo que desfilaba por Bois de Bolougne sin expectativas y eclipsado por la presencia de Rafael Nadal. Aunque según el de El Palmar eso ni le beneficiaba, ni le perjudicaba, simplemente no se había ni parado a pensarlo. Así que en este contexto debutaba ante JJ Wolf en la primera ronda y no encontró problemas para vencer a un rival claramente inferior.

– De Jong mandó el primer aviso

Sería en su duelo de segunda ronda ante Jesper De Jong, donde el español sufrió su primera desconexión del torneo. Tras dos sets luchados, competidos y ganados, el español se apagó ante el holandés que seguía con un gran juego y se llevaba el tercer set. Sonaron en aquel momento las alarmas porque en el cuarto lo empezaba con un break en contra y solo se veía a un Carlitos con la cabeza baja, sin ideas y bloqueado. Y si fue su primer bajón, también fue su primera resurrección para enchufarse de nuevo, subir el nivel y acabar con cualquier tipo de remontada por parte del neerlandés. Alcaraz sacó el partido, pero el primer aviso ya estaba dado.

Y puede ser que, gracias a aquel encuentro, el murciano se diese cuenta de que no siempre había que jugar bien para ganar, que hay días en lo que las cosas no salen, pero con garra, resistencia y coraje puede seguir siendo muy superior al resto. Sin embargo, sus siguientes encuentros en tercera ronda ante Korda y ante Auger-Aliassime en octavos, fueron dos duelos donde se volvía a ver al Alcaraz más dominador, eficaz y concentrado en su único objetivo en vencer el partido.

Lo mismo ocurría ante su primer gran prueba de fuego, Stefanos Tsitsipas, que venía siendo uno de los mejores tenistas del torneo y amenazaba con romper su mala racha ante Alcaraz. Pero el griego fue otra vez un juguete roto en manos del murciano que lo dominaba en tres sets para esperar en la siguiente ronda a su gran amigo y rival, al tenista con el que está llamado a marcar una era: el flamante número uno, Jannik Sinner.

– Déjà vu ante Sinner

Fue ante el italiano donde se vio que Alcaraz entendió lo ocurrido el año anterior ante Djokovic. Se dio cuenta que, a veces, durante los partidos hay buenas y malas rachas, que está permitido tener un bajón, pero está obligado a salir de él porque todo puede cambiar en un instante. Eso fue lo que pasó ante Sinner, que se encontraba con 2-1 arriba en sets y al español empezaron a llegarle otra vez calambres, otra vez la misma historia. Sin embargo, no iba a permitir que el físico le obligará a rendirse y se rehacía, reconectaba con su tenis y remontaba al nuevo número uno, que también acusó molestias y calambres, pero no fue capaz de solucionarlos. El español se llevaba el duelo ante su gran rival y solo quedaba un último paso para cumplir el sueño de aquel Carlitos de 12 años.

 

Y si quería que se hiciera realidad tendría que rendir primero a un Zverev, verdugo de Rafael Nadal, que, a pesar de tener que remontar dos partidos de cinco sets ante Griekspoor y Rune, se mostraba como la gran amenaza para hacer añicos el objetivo de Alcaraz. Se repetía la historia del duelo ante Sinner; de nuevo dos 2-1 abajo, y de nuevo con desconexiones, mirada al suelo y sin soluciones ante un alemán que aceptó el juego propuesto por Alcaraz y se encontraba a un solo set de ganar su primer grande. Asi que el español necesitó de épica y resiliencia una vez más, algo recurrente en su corta carrera, pero a las que siempre recurre cuando todo parece perdido y resurgía para doblegar a Sascha.

Alcaraz volvió a dominar sus miedos y demonios, esos que tantos quebraderos de cabeza le han dado con los calambres y el maldito antebrazo derecho. El español mostró que esas cosas son del pasado, y lo hace con una versión más madura, más sólida y más convencida. De Carlitos a Carlos. Siendo consciente de que para ganar, muchas veces, hay que sufrir. Que se lo diga su ídolo, Rafael Nadal. El rey de la tierra que hoy cedió la corona al heredero, al príncipe de París. Al mismo que con 12 años imaginaba tener esa Copa de los Mosqueteros entre sus manos y hoy la abraza fuertemente como nuevo campeón de Roland Garros. Carlitos lo soñó, y Alcaraz lo cumplió.
 

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By Diario

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