Milei y sus primeros días bajo fuego

Milei y sus primeros días bajo fuego

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      Eduardo van der Kooy
      Eduardo van der KooyTrama política

      Milei y sus primeros días bajo fuego

      • El Presidente sostiene a Pettovello, pero no detiene la crisis en Capital Humano.
      • Necesita del Senado la Ley Bases.

      Pettovello. Se quedó en el Gobierno a pesar de la crisis por dos motivos: el pedido expreso de Milei y el apoyo público de Karina.

      Luis Caputo, el ministro acostumbrado a dirigir la motosierra de Javier Milei, tuvo un brote de realismo y comprensión política delante de un importante foro empresario. Al hablar en el Latam Economic Forum confesó a los concurrentes: “Con los votos no alcanza. Nos tienen que apoyar”.

      El titular de Economía pareció, de ese modo, sincerar una dificultad que el Gobierno comienza a advertir cuando cumple el sexto mes de ejercicio. Aquel 56% del balotaje sirvió como gran envión inicial, pulverizó a la oposición, dejó en reseteo permanente el mapa político, se mantiene con el dibujo imaginario de la expectativa popular. Pero no alcanza para concretar las transformaciones radicales que se propone el Presidente. En ese punto la opinión pública (la ciudadanía) delega su voluntad en los representantes institucionales. El sistema. En ese terreno La Libertad Avanza se descubre desnortada.

      La sociedad, con votaciones sucesivas, construyó una maquinaria de altísima complejidad que debe ser manejada por un mandatario nacido como expresión del antisistema. Alguien que en las últimas horas se equiparó a Terminator (película de ciencia ficción estadounidense que protagonizó Arnold Schwarzenegger) y reveló que está destruyendo al Estado “desde adentro”.

      Aquella maquinaria le proporcionó un tercio de apoyo en las PASO. Un poquito menos en las generales de octubre cuando quedó diseñado el Congreso actual. Ligó sólo 38 diputados y 7 senadores. El aluvión se registró en el balotaje que le permitió trazar la figura de un líder individualmente extravagante y muy poderoso. Condiciones que, sin dudas, conserva y expande por el mundo.

      Tal contorno, sin embargo, podría empezar a jugarle en contra. Milei logró arrinconar un tiempo largo a la oposición con descalificaciones recurrentes. Sin reparar en matices. Tampoco supo cuidar al racimo de propios. El bloque de Diputados se partió luego del fracaso de la Ley Ómnibus. En el Senado tiene ya dos representantes que adelantaron que no convalidarán el pliego del Ariel Lijo para la Corte Suprema. Los bloques libertarios de ambas Cámaras en Buenos Aires también se rompieron. Vale recordar que no dispone de ningún gobernador de los 24 existentes.

      Cuando vaticina que en las elecciones del 2025 obtendrá una victoria aplastante, no repara en un detalle: las renovaciones en Diputados y Senado se realizan por mitades y por tercios, respectivamente. Podrá mejorar su presente con una buena elección. Improbablemente conforme una mayoría propia. De nuevo el escollo del sistema.

      La ira que desnudó el Presidente cuando una mayoría opositora, políticamente heterogénea en Diputados, aprobó una fórmula de compensación para los jubilados por la inflación omitida de enero (8%) pudo tener múltiples componentes. El primero: mezcla de impotencia y el desafío a su autoridad. El segundo: el riesgo, a juicio suyo, para el equilibrio fiscal que ha conseguido mediante un ajuste draconiano. Se trata del eje, por ahora, de toda su gestión. El tercero: el impacto en los mercados y en la fiscalización que de aquella meta realiza el Fondo Monetario Internacional (FMI). El cuarto: su aparente lejanía con un segmento social, los jubilados, sobre el cual viene recayendo el 33% neto del ajuste global.

      A esta incómoda estación el Gobierno ha llegado, sobre todo, por un alarde de impericia política. Contó con una salida sobre la mesa cuando en enero, una vez que el paquete fiscal fue escindido de la Ley Ómnibus, dos dirigentes del PRO arrimaron a Milei una ecuación compensatoria a los jubilados que preservaba el equilibrio fiscal. En esa coyuntura sucedieron dos cosas. El líder libertario poseía la convicción de que con la fuerza de los votos podía todo. Optó por un decreto. Incidieron además las primeras desconfianzas con el PRO de Mauricio Macri. Distinto para Milei del que representaría Patricia Bullrich, su ministra de Seguridad. Esas intrigas se conservan intactas hasta hoy. Sobre todo, después de lo ocurrido en la sesión de Diputados. Se contabilizaron 17 ausencias, siete de ellas correspondientes al PRO. Alguno de los casos llamó la atención: María Eugenia Vidal, la ex gobernadora bonaerense, hizo un alegato de férrea defensa fiscal. No estuvo en el momento de la votación.

      El FMI permanece muy atento a todas las peripecias argentinas. Es su mayor acreedor. Pidió cuidar los objetivos fiscales que el Gobierno alcanzó con “márgenes amplios”. Remarcó, nuevamente, la necesidad de focalizar la asistencia social sobre los “sectores más vulnerables” y evitar las cargas del ajuste en torno a “las familias trabajadoras”. Repitió que sigue siendo fundamental “trabajar para ampliar el apoyo político a la estabilización y reforma macroeconómica”.

      ¿Será posible lograrlo con la nueva andanada que Milei lanzó contra el Congreso? Afirmó que está dispuesto a vetar cualquier norma que aprueben los que llama “degenerados fiscales”. Tiene su atribución constitucional, como la tuvo Cristina Fernández en 2010 cuando tumbó la sanción del 82% móvil para los jubilados. Lo hizo en defensa de la preservación de las cuentas públicas durante un acto que Néstor Kirchner observó desde la platea. No tenía a la vista el peligro que podría enfrentar Milei: los dos tercios de Diputados y el Senado, factibles, que ratificarían la compensación a los jubilados y abrirían un dramático conflicto de poderes.

      En su última ofensiva contra los parlamentarios el Presidente tomó algún recaudo. Sostuvo que la mayoría había caído en una supuesta trampa tendida por Máximo Kirchner. Ni al radicalismo, ni a la Coalición Cívica ni a Hacemos Coalición Federal les resultó fácil la alianza circunstancial y tóxica con el kirchnerismo. Responsable mayor del quiebre del sistema previsional. Pero Unión por la Patria debió guardar su propio proyecto dispendioso para ajustarse al presentado por aquellos frentes.

      Guillermo Francos, el ministro del Interior, sabe de qué se trataría en esta instancia un divorcio terminal con “la casta”. Estuvo reunido con gobernadores (Chubut, Neuquén, Tucumán), a los cuales prometió la reanudación de la obra pública en sus provincias. Dialogó con jefes de bloques afines en el Senado apuntando a un blanco excluyente. La aprobación en la Cámara alta de la Ley Bases y el paquete fiscal. Los números siguen estando ajustados pese a la colecta de votos que ensaya Victoria Villarruel, la vicepresidenta. El paso resultaría imprescindible para intentar una distensión entre Milei y el Congreso antes que la compensación jubilatoria pueda continuar su itinerario.

      El fondo de aquellos desajustes tendría raíces similares a las que son posibles detectar en casi todas las áreas de Gobierno. Desconocimiento de la política, déficit de gestión y contramarchas originadas muchas veces en las internas que envuelven al oficialismo. Esos componentes han generado un cisma en el Ministerio de Capital Humano que conduce Sandra Pettovello. Diseñado con alguna súbita inspiración en Frankenstein.

      La ministra seguirá provisoriamente en ese cargo mientras se repiensa la estructura. Se ha quedado a pesar de la crisis por dos motivos. El pedido expreso de Milei. El apoyo que públicamente le brindó Karina, El Jefe, con quien estaba distanciada. Se habían cruzado en varias discusiones. Fue un pedido que el Presidente le formuló a su hermana para intentar coagular la sangría.

      Es cierto que Pettovello enfrenta el mayor foco activo de la oposición intransigente. Los movimientos sociales y piqueteros a los cuales denunció por fraude multimillonario en el uso de fondos del Estado. Los planes sociales. Resulta difícil comprender cómo hizo para transformar esa cruzada en un búmeran contra su administración. Ella misma se lo cuestiona y llora. Por el momento no puede abandonar.

      Sabe que su ministerio está perforado. Aunque confía en los servicios que presta a su lado la abogada camporista Leila Gianni. Del interior de Capital Humano surgió con detalle la información que posibilitó la denuncia de líder social K, Juan Grabois, sobre alimentos estoqueados y sin distribuir en dos galpones estatales.

      Allí se abrió otro pleito pésimamente manejado. El juez Sebastián Casanello ordenó al Gobierno elaborar un plan para la distribución inmediata de los alimentos. Gianni y el portavoz Manuel Adorni adujeron que se trataba de una intromisión en las políticas públicas. El fallo fue apelado. La Cámara Federal ratificó la resolución del magistrado. Fue por unanimidad e incineró las primeras resistencias libertarias que creyeron descubrir una mano negra kirchnerista. Ese tribunal lo integran Roberto Boico y Eduardo Farah. También Martín Irurzun, denostado públicamente muchas veces por Cristina y Alberto Fernández.

      Pettovello instruyó repartir la comida y cumplió con la hoja de ruta que demandó Casanello. Responsabilizó de los errores al secretario de la Niñez, Adolescencia y Familia, Pablo de la Torre. Lo denunció también por supuestas anomalías en la contratación de empleados tercerizados. La onda expansiva alcanzó a la Secretaría de Educación, donde renunciaron cuatro funcionarios vinculados al ex secretario. En seis meses se fueron de Capital Humano 38 colaboradores.

      Los problemas de gestión no son exclusividad de Capital Humano. Sumados a la inarmonía política han hecho debutar a Milei con sus primeros días bajo fuego. Se trata de la gobernabilidad con la cual insiste el FMI. El Gobierno acusó a la oposición por el estremecimiento de los mercados. Hizo hincapié en el factor desestabilizante que tendría para el programa fiscal la compensación jubilatoria.

      La desconfianza argentina en el mundo viene de mucho más lejos y responde a infinidad de razones. No habrá sosiego fácil ni siquiera por la irrupción de un líder que se presume providencial.


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      Eduardo van der Kooy

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