La constelación ultra, la de los partidos euroescépticos —incluso eurófobos— sacude el Parlamento Europeo. El auge de las formaciones de extrema derecha y ultranacionalistas en los comicios de este domingo no solo consolida su normalización, sino que aboca a una legislatura de alto riesgo para el proyecto europeo. Pese a los buenos resultados de la extrema derecha en los dos grandes países de la Unión —Francia, donde han arrasado, y Alemania, donde escalan al segundo puesto—, las fuerzas europeístas resisten. Los populares y los socialdemócratas son los dos grupos más votos. Junto a liberales y verdes obtienen un 62% de los votos.

Las fuerzas ultras, que abogan por dinamitar el modelo actual de la UE, aunque divididas y diversas en varias familias, sumarán importantes cuotas de poder en un nuevo Parlamento Europeo con amenaza de bloqueo. El Partido Popular Europeo ganaría las elecciones, con 181 escaños, pero la suma de las fuerzas ultras supone más de 150 escaños, por encima, por tanto, del segundo partido, los Socialistas y Demócratas, con 135.

El Partido Popular Europeo, vencedor de las elecciones, según los primeros sondeos presentados por la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, tendrá ante sí un dilema histórico y oceánico. Deberá que decidir ahora si continúa su deriva aún más derechizada y se arrima a los ultras —al menos a aquellos que considera aceptables y con los que lleva coqueteando meses— o trata de mantener una alianza con los Socialdemócratas, Liberales y Verdes, grupos que han perdido fuerza. No lo tendrán nada fácil para resistir el embate de las bancadas euroescépticas y eurófobas. Los europeístas, en los que está la izquierda, son ahora más frágiles.

Las fuerzas ultranacionalistas han logrado grandes aumentos en Francia, donde el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen ha arrasado y dobla al Renacimiento del presidente liberal Emmanuel Macron; han ganado en Austria, con el FPÖ; los extremistas de Alternativa por Alemania (AfD) han quedado segundos en Alemania, donde los socialdemócratas de Olaf Scholz han quedado seriamente tocados con su peor resultado de la historia. Con las proyecciones electorales en la mano y a falta de los resultados definitivos, más del 50% de la población de la UE esa ahora bajo la ultraderecha como primera fuerza europea o segunda.

El ensanche de los extremistas y euroescépticos en la Eurocámara —donde tratarán de influir en las políticas verdes, económica, exterior o migratoria y hasta en la futura ampliación— puede entorpecer una legislatura clave, con la guerra de Rusia contra Ucrania y la de Israel en Gaza. Todo en un momento extremadamente volátil ante la perspectiva de una hipotética vuelta a la Casa Blanca del republicano Donald Trump, que dejaría a la UE en una situación enormemente complicada.

El dato de las europeas pone ante una enorme disyuntiva a los conservadores tradicionales, que decidieron hace meses dinamitar el cordón sanitario que contuvo a la ultraderecha y a los eurófobos al acerarse a algunos de estos partidos. Los resultados marcan ahora también el proceso de elección de los principales puestos europeos: presidencia de la Comisión, Consejo Europeo, de la Eurocámara y de la Alta Representación de Política Exterior de la UE.

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La alemana Ursula von der Leyen, del Partido Popular Europeo (PPE), aspira a repetir como jefa del Ejecutivo comunitario. Necesitará que los líderes la nominen —algo que ella parece considerar hecho, pero que está por ver a la luz de sus coqueteos durante la campaña con la extrema derecha y de las consecuencias que pueden haber tenido— y garantizarse después 361 votos en la Eurocámara en un proceso de voto secreto.

Las elecciones al Parlamento Europeo de este domingo se han jugado en la mayoría de países —como España— en clave nacional, sin bajar a la arena para desgranar los grandes temas que marcarán el futuro de la ciudadanía europea. Constatan, también en Europa, el auge de los populismos y de los pardos ultras, según las primeras proyecciones. Y lo constata porque aunque el voto a la Eurocámara se suele percibir como de segundo orden —de hecho suele haber tradición de cierto voto gamberro o de protesta— ofrece nuevas evidencias sobre la expansión de una extrema derecha que ya está en coaliciones de Gobierno o ayuda a sostenerlo en Italia, Suecia, Finlandia, República Checa, Países Bajos, Hungría y Croacia.

Está en juego la credibilidad de la UE, del proyecto común que ha ido metamorfoseando hasta el club comunitario de hoy, con 27 Estados miembros, un mercado único, un paraguas jurídico en forma de tribunal de justicia y un mecanismo de solidaridad para achicar la brecha entre países ricos y pobres.

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By Diario

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