El primer ministro belga, Alexander De Croo, tira la toalla. El liberal ha anunciado este domingo, entre lágrimas, que tras los malos resultados de su formación, previsiblemente dará un paso al lado y no seguirá como jefe de Gobierno en funciones hasta que se forme una nueva coalición, algo que en Bélgica dura tradicionalmente meses y hasta años. Además de las europeas, Bélgica celebraba este domingo las elecciones federales y regionales. Aunque no se ha producido la temida victoria de la extrema derecha separatista flamenca de Vlaams Belang (VB), los resultados, malos para los liberales, han llevado a De Croo a dar el inesperado paso.

“Para nosotros es una jornada especialmente difícil, hemos perdido. Desde mañana, seré un primer ministro dimisionario”, ha dicho De Croo entre lágrimas. No obstante, se ha mostrado convencido de que su formación saldrá adelante. “Los liberales son fuertes, volveremos”, ha prometido. Su partido, Open VLD, liberales flamencos, ha quedado por detrás de los nacionalistas de N-VA, de la ultraderecha de Vlaams Belang y también de los socialistas Vooruit y los democristianos CD&V.

A falta de resultados definitivos, Bélgica da un giro hacia la derecha pero sin la vuelta de tuerca final hacia los más ultras.

Pese a que sigue aumentando su fuerza, el partido separatista flamenco Vlaams Belang no ha logrado su objetivo de convertirse en la formación más votada en Flandes y, por ende, convertirse en una pieza importante y, sobre todo casi imposible de calzar, en la ya de por sí compleja formación del próximo Gobierno federal belga. Con el recuento de votos muy avanzado, el partido nacionalista N-VA de Bart de Wever logra mantenerse como primera fuerza en la región de habla neerlandesa, eso sí, seguido de cerca por la formación ultra y euroescéptica de Tom van Grieken.

“Amigos, ¡hemos ganado estas elecciones!”, se ha felicitado el líder de N-VA, que no oculta su intención de integrar una futura coalición de Gobierno federal, e incluso liderarla como primer ministro sucediendo a De Croo. Para ello, De Wever ha ido moderando su mensaje en los últimos días de campaña, llegando a decir que la independencia de Flandes puede esperar aunque sea la prioridad de su partido, que ha logrado alrededor del 25% de los votos, resultado similar al que en 2019 le permitió liderar la formación de gobierno flamenca. El Vlaams Belang, al que las encuestas pronosticaban hasta un 27% de votos, se ha quedado finalmente en un 22%, lo que ratifica el sostenido avance de esta fuerza ultra que hace una década apenas sumaba el 3,7%, pero no le permite proclamarse como primer partido de Flandes y de Bélgica. Algo que, a su vez, supone un balón de oxígeno al resto de formaciones, que no deberán así poner a prueba el tradicional cordón sanitario impuesto a este partido antimusulmán, antinmigración y euroescéptico.

Más de ocho millones de belgas estaban convocados este domingo a las urnas para votar tanto en las elecciones europeas como para las regionales y federales de las que deberá surgir el próximo gobierno. Los colegios electorales abrieron —con algunos incidentes técnicos que retrasaron en algunos lugares el proceso— a las 8 de la mañana. Los que votaban en papel podían hacerlo hasta las 14.00 horas, mientras que quienes optaban por el voto electrónico, posible en 187 ciudades y distritos, tenían hasta las 16.00.

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La lasaña institucional belga, término usado por los propios belgas debido a la complejidad de su sistema político nacional, tiene muchas capas y, quizás, demasiados ingredientes. En total, los belgas debían elegir hoy los 22 eurodiputados asignados al país, así como los 150 diputados federales (a partir de cuyas fuerzas se realizarán las negociaciones de coalición de gobierno nacional), 124 del Parlamento flamenco, así como los 89 del de Bruselas, 75 del Parlamento de Valonia y los 25 miembros de la comunidad alemana, en el este del país.

Mientras que en Flandes, con la N-VA al frente pisándole los talones a los ultras del VB se mantiene a priori el statu quo, en Bruselas capital el avance de los liberales francófonos MR —al contrario que los flamencos de De Croo— aventura un cambio de Gobierno regional. Ha sido dirigido hasta ahora por una coalición liderada por los socialistas francófonos, que según las proyecciones pasan ahora a un segundo lugar, seguidos muy de cerca por los comunistas del PTB. Estos últimos logran avanzar, pero no tanto como preveían las encuestas, que también aventuraban, al igual que los ultras flamencos, un incremento desde la izquierda más radical.

En Valonia, donde los resultados están tardando más, tras registrarse algunos incidentes en algunos colegios electorales, también el MR se perfila como la fuerza ganadora, desplazando a los socialistas hasta ahora preponderantes. De todos modos, y fiel a la tradición belga, ningún partido logrará la fuerza suficiente para gobernar sin formar algún tipo de coalición con otras fuerzas.

Aun así, el presidente de MR, Georges-Louis Bouchez, ha celebrado un “momento histórico” y. ha prometido que este lunes empezará los “contactos necesarios” para buscar formar Gobierno en las dos regiones. Los resultados “muestran una voluntad de cambio, una voluntad de reformas y vamos a encarnarlas”, ha prometido el líder de la formación liberal francófona, del que forma parte el actual presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

El Gobierno federal saliente de De Croo ha sido una complicada coalición de siete partidos flamencos y valones denominada La Vivaldi por sus múltiples colores políticos (además de lingüísticos) y que tardó casi 500 días en configurarse, con lo que casi rompe el récord absoluto, también belga, de 541 días sin gobierno registrado en el Libro Guinness de los récords. El próximo gabinete, cuando se forme podría tener más colores o capas aún. Los resultados de este domingo desde luego no pronostican unas negociaciones fáciles.

Las formaciones políticas son tan complejas —hay partidos socialistas, conservadores o liberales tanto en la región francófona de Valonia como en la neerlandesa Flandes, pero no son formaciones necesariamente idénticas, sino con programas e idearios diferenciados— que muchos medios de comunicación han propuesto en las últimas semanas un “test electoral” para que los ciudadanos averigüen, según sus intereses y prioridades políticas, cuál es el partido más afín.

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By Diario

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