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A un año y medio de asumir la presidencia, la aprobación a la mandataria Dina Boluarte se redujo a apenas un 5% a escala nacional, según la última encuesta de Datum para El Comercio. Es la cifra más baja de un jefe del Estado desde 1980 de la que se tenga registro, marcando asà un récord histórico negativo significativo.
En medio de un silencio prolongado, Boluarte terminó por perder la mitad de la escasa popularidad que habÃa mantenido el primer trimestre del año (10%). En abril, poco después de estallar el Caso Rolex, retornó a la tendencia negativa y registró 7%, ya un récord en las últimas dos décadas; solo comparado con la misma cifra de aprobación que alcanzó el expresidente Alejandro Toledo en 2004.
Sin embargo, ahora llegó al mÃnimo histórico: si se realiza un comparativo entre los porcentajes de aprobación más bajos registrados desde 1980, en el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry, ningún jefe del Estado habÃa obtenido una cifra similar. Ni Alan GarcÃa en su primer gobierno (se midió solo Lima) ni Alberto Fujimori a fines del 2000 habÃan registrado una aprobación tan baja.
Por otro lado, la desaprobación de Boluarte llega al 91% a lo largo de todo el territorio nacional; incrementándose en casi todas las regiones respecto a la última medición de abril. Sin embargo, es en el sur en donde la situación se agrava todavÃa más, reduciéndose de 7% a un 3% su respaldo, respectivamente. Su desaprobación llegó al 95% en esta parte del paÃs.
En tanto, el presidente del Congreso, Alejandro Soto (Alianza para el Progreso), llega al último tramo de su gestión con 10% de apoyo. Y las reformas polÃticas promovidas por ese poder del Estado no cuentan con un respaldo generalizado. La gran mayorÃa (61%) está en desacuerdo con la eliminación de los movimientos regionales; y solo un 52% considera favorable la reelección inmediata de gobernadores y alcaldes por un periodo adicional.
El analista polÃtico Enrique Castillo consideró que la situación de Boluarte es âsumamente crÃticaâ y que ha perdido toda legitimidad, lo que se suma a una falta de liderazgo y capacidad para gobernar. âUn gobernante, con un 5% de aprobación, lo único que tiene es la legalidad como fundamento de su gobiernoâ, refirió.
Ello repercute âagregóâ en una falta de capacidad de convocatoria no solo de la población sino de grupos polÃticos e, incluso, en eventuales cuadros para un cambio de gabinete. Además, genera un aislamiento todavÃa mayor por parte de la presidenta, al no poder viajar al interior del paÃs.
Castillo mencionó que el rechazo generalizado se contradice con la pasividad de la población, a diferencia de lo ocurrido en otros gobiernos. Lo que le atribuye a, entre otros factores, a la situación económica de la ciudadanÃa, que está más enfocada de agenciarse de recursos. No obstante, apuntó que ello âes una zona inflamableâ.
âSi bien no hay movilizaciones, sà puede suceder que a la menor chispa, algo se levante. La presidenta está parada en una zona inflamable. Hay una pasividad, pero ese nivel de aprobación sà te genera esta posibilidad de que, ante cualquier tipo de estÃmulo, exista una reacción de la poblaciónâ, remarcó.
Por su parte, el analista José Carlos Requena consideró âes una posición bien complicadaâ en la que se encuentra Boluarte y que es muy difÃcil que pueda llegar a revertir significativamente las cifras, siendo este âun punto de no retornoâ.
Sin embargo, remarcó que pese a la situación de hartazgo que los números reflejan, ello no comprometerÃa aún su permanencia.
âPero, claro, lo curioso es cómo esto terminaba siendo en otras ocasiones un elemento determinante, y ahora termina siendo un poco referencial. Desde marzo, la presidenta, en la práctica, ha perdido la mitad del poco capital polÃtico que tenÃa. Entonces ya es la verdad una situación crÃtica. Eso, sin embargo, no creo que comprometa en el corto y mediano plazo su permanencia, su estabilidad, porque no hay un elemento gatillador que mueva las cosas como estánâ, apuntó.
No sorprende una nueva caÃda en la desaprobación de la presidenta Dina Boluarte, ni que ésta sea la aprobación presidencial más baja desde 1980. El primer ministro se mantiene en un dÃgito y su popularidad correlaciona con la de la presidenta, como también sucedÃa con el expremier Otárola. Lo que es distinto, es que los ministros de EconomÃa e Interior, aunque son desconocidos por la quinta parte de la población, casi le triplican en aprobación, a pesar de ser también baja.
Aunque la economÃa familiar en los hogares peruanos sigue muy complicada, una minorÃa le reconoce cierto mérito en el control de la inflación y el manejo de la economÃa. Si bien es pronto para medir la gestión del recientemente nombrado ministro del Interior, resulta relevante por ser la inseguridad ciudadana el principal problema del paÃs. Juan José Santiváñez se ha mostrado más activo y mediático lo que le ha dado un resultado positivo inicial, pero las expectativas son altas y la población espera resultados en el corto plazo.
Por otro lado, el Congreso, si bien no ha sido medido este último mes, recordemos que su popularidad era también de un dÃgito. Esta última encuesta de Datum registra un crecimiento de 5 puntos en la desaprobación del presidente del Congreso. Esto indicarÃa que sigue el deterioro en la imagen del Legislativo.
Aunque hay consenso en la necesidad de una reforma polÃtica, no lo hay en la forma en cómo ésta se viene manejando. La reciente aprobación en primera votación de la eliminación de movimientos polÃticos regionales es rechazada por la mayorÃa y la reelección inmediata de gobernadores regionales y alcaldes provinciales y distritales, por un perÃodo adicional, presenta opiniones divididas.
La manera en que se viene manejando estas reformas genera suspicacia en la población y se cuestiona si existe un verdadero interés de reforma polÃtica o si, por el contrario, se estarÃa buscando el beneficio propio, pues no se estarÃan abordando adecuadamente las necesidades del paÃs.
Ambos poderes del Estado, Ejecutivo y Legislativo, muestran desconexión en relación a lo que la población espera de su gestión. Si bien la ciudadanÃa no ha salido a las calles, el descontento está en aumento, por lo que no deberÃa sorprender si opciones populistas o incluso radicales ganan espacio polÃtico.