La medicina tradicional asiática es conocida –e incluso alabada– por su historia milenaria y el uso de productos naturales. Una gran cantidad de personas también muestra interés por la dieta oriental, estudiada por su impacto en la salud humana. Sus defensores relacionan ambos aspectos con una mejor salud y calidad de vida. Pero ¿qué pasa cuando tratamos de unir estos dos aspectos, medicinal y dietético, en un único producto?
Fruto de la inquietud por conseguir resultados inmediatos en salud aparecen los llamados “superalimentos”. Las bayas de goji, el té, la quinoa y el kale son, efectivamente, muy nutritivos. Pero se acostumbra a atribuirles unas propiedades medicinales que, en la mayoría de casos, no son tales.
Ganoderma, el hongo que crece sobre madera
Existe un tipo de organismos a los que se han atribuido numerosos beneficios, uno de ellos muy ambicioso: su aparente capacidad para curar el cáncer. Nos referimos al género Ganoderma, que agrupa a un conjunto de hongos que crecen sobre madera. Contiene un gran número de especies de origen tropical.
En España podemos encontrar estos hongos con relativa frecuencia. En aquellos bosques más viejos, con amplia disponibilidad de madera muerta, Ganoderma crece descomponiéndola.
Curiosamente, a pesar de esa labor importante para el ecosistema, también causa la muerte de árboles vivos. No es de extrañar que algunos investigadores hayan apodado a esta particular seta como “el hongo Jekyll y Mr. Hyde”.
Además de su papel ecológico, Ganoderma se ha utilizado ampliamente en la medicina tradicional asiática desde hace milenios.
Uso medicinal
Ciertos hongos han dado origen a potentes medicamentos tan conocidos como la penicilina.
Actualmente se emplean más de un centenar de hongos con fines curativos. Algunos de los más populares son la cola de pavo (Trametes versicolor), el maitake (Grifola frondosa) y el popular shiitake (Lentinus edodes).
Ejemplar de Ganoderma lucidum encontrado en un bosque de Ávila, España.
Entre todas estas setas y hongos empleados en la medicina tradicional, Ganoderma lucidum es el que tiene el uso más antiguo registrado. Desde hace más de 2.000 años, la cultura china lo ha estado utilizando como tónico para prolongar la vida y prevenir el envejecimiento.
Pero no todo es tan bueno como parece. Si bien hongos como la cola de pavo han sido probados, tanto en laboratorio como en humanos, Ganoderma (también llamado reishi) no reúne apenas evidencia científica de sus atribuidas bondades.
Estudios sobre el cáncer
¿Es posible que algunos de estos hongos tengan aplicación en un proceso tan importante como tratar el cáncer? Lo cierto es que sí, pero no como se publicita.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) dedican en su web una página entera a los hongos como terapia complementaria y alternativa para el tratamiento de varios cánceres. En detalle, se menciona Trametes versicolor como terapia inmunológica adyuvante en el cáncer de estómago, tanto en estudios in vitro, como en estudios clínicos con humanos. De hecho, es un producto fúngico aprobado en Japón.
El hongo presenta unas sustancias particulares (polisacáridos PSK) que son capaces de ralentizar el crecimiento tumoral y favorecer la respuesta inmunológica. Entonces, ¿es útil en la terapia contra el cáncer? Sí, con un pero.
La clave radica en la palabra adyuvante, esto es, algo que sirve como apoyo o ayuda junto a otra terapia. El PSK se aporta como complemento en té o pastillas, una vez que los pacientes se han sometido a quimioterapia o cirugía. Eso implica que favorece el proceso anticancerígeno, pero no es la causa directa.
Con Ganodermano sucede lo mismo. De entrada, se ha comprobado que la especie empleada en Asia oriental y la europea no son idénticas. Pese a que en la mayoría de estudios científicos publicados se emplea el nombre de G. lucidum, la especie asiática es G. sichuanense.
Al contrario que Trametes, Ganoderma no cuenta con estudios realmente concluyentes sobre su eficacia en el tratamiento del cáncer, ni como adyuvante ni como implicado directo.
Los estudios publicados, en su mayoría usan palabras como “quizá”, “posiblemente” o “pudiera ser”, pero no hay ninguna evidencia científica sólida de su papel anticangerígeno.
Además, varios estudios apuntan al elevado coste de realizar estos estudios, estimándose en millones el realizar un estudio farmacológico de Fase I, por lo que no son abundantes.
Otro punto que apoya su dudosa acción contra el cáncer radica en que, de los pocos estudios publicados verdaderamente científicos, los resultados oscilan desde los que aseguran que no tiene aplicaciones clínicas a los que sugieren que puede causar ciertos daños.
Todo esto nos lleva a concluir que Ganoderma lucidum no es tan milagroso como parece, al menos en lo tocante al cáncer y su tratamiento.
Por ello, ciertas descripciones del hongo deberían cambiar la forma en la que se refieren a esta seta, en vez de difundir propiedades que no se han probado científicamente.
Es cierto que hay indicios de que Ganodermapuede ser útil en la lucha contra el cáncer, ya que presenta sustancias similares a Trametes y otras probadas en estudios in vitro. Sin embargo, es importante aclarar que todavía queda mucho por investigar antes de tener resultados fiables en seres humanos.
Sergio Fuentes Antón, Profesor de Didáctica de las Ciencias Experimentales, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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