Los partidos en Cataluña se enfrentan este domingo a la cuarta cita electoral en dos años. Exhaustos material e ideológicamente, contienen la respiración ante unos comicios en los que las cuitas partidistas eclipsan el intenso debate sobre el futuro de la UE o la preocupación ante el auge de la ultraderecha. Pero, sobre todo, la coincidencia con las negociaciones para la formación de la Mesa del Parlament y la investidura del futuro president ha terminado por poner sordina a cualquier intento de llevar la campaña a temas europeos.
En los ocho comicios europeos celebrados en España la media de participación en Cataluña llega escasamente al 51%. Salvo los picos de las primeras elecciones, en 1987, y las últimas, en pleno juicio al procés en 2019, la gráfica siempre ha tendido al valle. En 2009, cayó hasta rozar el 37%, su mínimo histórico. La primera duda este domingo es qué acogida tendrán entre los votantes unos comicios donde los resultados domésticos serán mirados con lupa.
Que la política ha cambiado de rasante en Cataluña lo muestran las encuestas, que siguen la estela de estos dos años. O la comparativa con cómo estaban las cosas en los comicios europeos de 2019. Los vientos soplan ahora a favor de los socialistas catalanes, que enlazan cuatro victorias y persiguen la quinta. Hace cinco años, el PSC buscaba su camino tras su travesía del desierto por la polarización del procés. Javi Lopez, el principal catalán en la lista socialista, es eurodiputado desde 2014. De la mano de Illa, el PSC, alineado con Pedro Sánchez, ha ido acumulando poder territorial, coronado con la alcaldía de Barcelona, y sumando récords: en las autonómicas logró por primera vez una victoria en escaños y votos y también que el independentismo –o antes nacionalismo– perdiera la mayoría absoluta. Con un llamamiento a la movilización para frenar a la extrema derecha, el PSC quiere ser decisivo de la misma forma que lo fue el 23-J, cuando aportó a Sánchez un millón de votos.
En la cita de 2019, el panorama era distinto. Entonces todos los ojos estaban puestos en cómo se resolvería el mano a mano entre el expresident Carles Puigdemont, entonces instalado en Bélgica, y Oriol Junqueras, sentado en el banquillo. El fundador de Junts se impuso por 254.000 votos. Junts y ERC sumaron 1,7 millones de papeletas en Cataluña, rozando el 50% del total. Junts logró entonces tres eurodiputados y ERC, que iba ya en coalición con EH Bildu y BNG, obtuvo lo mismo. Ahora los de Puigdemont vuelven a apostar por la fórmula en solitario, mientras los republicanos han ampliado su candidatura, Ara Repúbliques, incluyendo a los baleares de Ara Més.
El independentismo como colectivo confía en hacer una demostración de fuerza tras perder la mayoría en el Parlament. Pero, dentro de ese bloque, cada partido necesita un buen resultado por razones diferentes. Los de Puigdemont, que tienen a Toni Comín como cabeza de cartel, buscan una victoria que apostille su superioridad ante ERC. La imposibilidad de que el expresident sea investido ha reforzado la opción de buscar una repetición electoral. En cuanto a ERC, en plena pugna interna por el futuro del partido y aún en shock tras perder 13 diputados, un buen resultado de la mano de Diana Riba evitaría enlazar una cuarta derrota. Si el resultado no es bueno, les quedará el consuelo de enmascarar sus resultados en los de Ara Repúblicas. De salvar los muebles, podrían ganar fuerza en las negociaciones de la investidura, donde sus 20 diputados tienen mucho peso.
Los comunes llegan a al 9-J con dos objetivos. El prioritario, quedar por delante de Podemos en los primeros comicios en los que se enfrentan en Cataluña desde que comenzaron a ir juntos, con Catalunya Si Que Es Pot. El segundo, sostener los resultados de Sumar. En un año los comunes han perdido dos diputados en el Parlament y buena parte del espacio municipal, incluida la alcaldía de Barcelona. En las generales, en todo caso, fueron la segunda fuerza más votada en Cataluña. No parece tan sencillo, sin embargo, mantener la fidelidad del voto en un espacio cada vez más densificado, más aún cuando el PSOE plantea su discurso más progresista y Podemos pretende convertir Cataluña en uno de sus trampolines.
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La campaña también es leída en clave nacional para el PP y Vox. En el discurso de ambos ha salido el tema catalán pero solo como ariete contra el PSOE. El PP logró en las pasadas catalanas salir del ostracismo, con 15 diputados, y ha planteado el 9-J como un gran plebiscito contra Sánchez y la amnistía. Finalmente, Ciudadanos se la juega en el que podría ser el último intento de no desaparecer del mapa por parte de esta formación, nacida en Cataluña como respuesta contra el nacionalismo.
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