No habían pasado muchos días desde que se bajó del avión que lo llevó a Londres cuando el bogotano William Pineda lo dijo por primera vez: “Yo quiero formar la primera compañía de contadores en Inglaterra manejada por latinos, porque eso acá fijo no va a existir”.
Lo dijo convencido, con fe. Como si enunciarlo lo convirtiera en profeta de su destino. Como si no acabara de llegar desde Colombia amenazado por extorsionistas de un grupo guerrillero y con ahorros para sobrevivir apenas unos meses en una de las ciudades más costosas del mundo. “¿Usted quiere montar una compañía de contadores?, ¿usted que ni siquiera sabe inglés?”, le dijo una conocida colombiana.
Ya pasaron 24 años desde ese día. Es la mañana del jueves 25 de abril. Son las 10 a. m. La ciudad abraza la primavera. Y William, un hombre de 57 años, corpulento y de piel trigueña, acaba de llegar a las oficinas de su compañía de contadores en el barrio de Lambeth. Se escuchan voces en español. Sí, es una oficina de contadores latinos.
Al fondo hay una sala con varias cámaras de televisión, equipos propios de un estudio de grabación de pódcast y una mesa blanca con varios periódicos encima y un letrero grande en letras negras y fondo blanco que dice ‘Express News’. Allí se toman las decisiones de la última aventura empresarial que dirige William: un periódico de noticias en español para los latinos del Reino Unido.
No es raro que cuando habla del periódico le pregunten por qué un próspero contador, a quien también le va lo más de bien con un supermercado para latinos del que es dueño, Latin Products ‒donde vende desde arepas de maíz hasta tortillas mexicanas, desde Pony Malta hasta Guaraná Antártica‒, tomó el riesgo de entrar en el trepidante mundo de los medios de comunicación comprando un periódico y cómo ha logrado lo que ha logrado si llegó a Londres con una mano adelante y otra atrás “sin siquiera saber hablar inglés”.
Y él, que no tiene decálogos de superación ni fórmulas de gurús de redes sociales, suele contar que la historia de su vida le ha dejado tres lecciones: que hay que asumir con humildad los sacrificios que requiere aprender cosas nuevas, que los problemas hay que aceptarlos y enfrentarlos como vienen y que de una manera u otra lo que se hace por los otros se termina recibiendo de vuelta.
De vendedor de dulces a migrante
El trabajo llegó pronto. A los 13 años dedicaba algunas horas del tiempo que le dejaban la escuela y los cuidados de su hermana a ser el mensajero de un abogado que tenía su oficina en la avenida Jiménez. También alcanzó a trabajar cortando cortinas en el imponente almacén Sears, en el ahora barrio Galerías.
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Unos años después, por sus “contactos” como mensajero, se vinculó como el joven de los mandados en un banco del que después terminó siendo jefe de cuentas corrientes.
¿Usted quiere montar una compañía de contadores?, ¿usted que ni siquiera sabe inglés?
William terminó sus últimos años de escuela estudiando por las noches. Y la carrera de Contaduría también la estudió así en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Su madre, quien alcanzó a pagarle el primer semestre, se quedó sin trabajo y luego enfermó. Su hijo, entonces, trabajaba en bancos como cajero por el día para pagar su carrera, hacerse cargo de su casa y emprender nuevos negocios.
Y en ese largo camino de sacrificios y esfuerzos todo marchaba bien hasta agosto del 2000. Hacía parte del equipo de líderes de la desaparecida Corporación Financiera de Cundinamarca. Y dos extorsionistas, que decían ser guerrilleros y que él tuvo el infortunio de atender, creyeron que William podía cambiar el destino de los recursos de esa institución. Era imposible. Él hacía auditorías propias de su oficio como contador.
William no dudó en denunciarlos. Los capturaron. Y a los pocos días le llegó una amenaza. Los policías que hacían lo mejor que podían en la violentísima Colombia de entonces le aconsejaron irse por un tiempo para evitar una tragedia. Había razones de sobra para pensar lo peor: 25.681 personas fueron asesinadas ese año en el país, según Medicina Legal.
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De empresario a periodista en el Reino Unido
El ejemplar que tenían en sus manos traía un reportaje especial para la comunidad de ecuatorianos sobre cómo podían votar en Londres el referendo al que los llamó su gobierno. También, una guía de las nuevas medidas en impuestos en el Reino Unido y otra pieza acerca de lo que debían saber los empresarios latinos con respecto a los controles migratorios de autoridades locales en sus negocios.
Es un periódico comunitario, diseñado para el servicio de quienes, como William, llegaron al Reino Unido buscando oportunidades. El esfuerzo de los 40 trabajadores ‒la mayoría periodistas‒ que hacen parte de la redacción en Londres y en varios países latinoamericanos es que la gente los reconozca como quienes cuentan las historias para latinos que nadie más cuenta: en la pandemia del covid, por ejemplo, transmitieron todos los pronunciamientos de las autoridades locales con traducción simultánea al español y al portugués.
Uno siempre debe dar un paso más en donde sea que esté. Si me pedía un tinto, se lo servía. Si me pedía organizar cheques, lo hacía. Si quería organizar papeles por colores, yo me ofrecía
Para William se trata de eso, precisamente: aunque cuando compró el periódico en el 2009 lo veía como un nuevo camino de negocios, ahora es, sobre todo, una herramienta para apoyar a la comunidad de migrantes latinos de la que él hace parte y a la que debe su crecimiento en el Reino Unido.
Cuando William llegó a Londres hace 24 años lavó platos en el restaurante de su primo colombiano. Luego cortó papas y verduras en el restaurante de un italiano, del que lo echaron porque “no era tan rápido”. También se rompió una pierna mientras corría para tomar el bus rumbo a su siguiente trabajo ‒otro restaurante‒, del que también lo sacaron porque el dueño temía que lo sancionaran por tener un empleado enyesado.
Y al final del año, mientras aprendía inglés como podía “en la guerra, en la calle, haciéndome entender como podía”, terminó trabajando en el equipo de administradores de un centro comercial de locales latinos en el sur de Londres. Llegó ahí por recomendación de otros migrantes.
En el centro comercial tuvo sus primeros clientes. Inició su empresa, Global P&G Accountants and Consultants, que en ese entonces apenas tenía de inmobiliario una mesita en el cuarto alquilado donde vivía. “Yo les decía a los clientes que querían venir a mi oficina que mejor iba yo y los visitaba”, recuerda William. Y, de a poco y en su comunidad, encontró de nuevo su lugar en el mundo.
De esto da fe Carlos Eduardo Zuluaga, un manizalita de 59 años que tiene un conocido restaurante de comida colombiana, El Rancho de Lalo, en el sector de Brixton. En una esquina de su local ‒donde venden ajiacos, bandejas paisas y sopas de mondongo‒ hay un mueblecito con decenas de periódicos de la última edición de Express News.
“Llega cada 15 días, y siempre me siento a leerlo. Ellos nos tienen en una constante información sobre cómo va la economía acá, y han creado un ‘directorio latino’ donde están todas las empresas de nuestra comunidad en el Reino Unido, para que la gente las conozca. También está mi restaurante. Eso para nosotros es superimportante” cuenta Zuluaga.
“¿Cuál es la labor que queremos hacer aquí? Que los colombianos se sientan como en Colombia. Nosotros nos mantenemos en mucha soledad, acá solo trabajamos y añoramos nuestra tierra, y queremos estar un ratico compartiendo nuestra comida porque estamos muy lejos. Y cuando una persona se sienta a comer una bandeja paisa y un almuerzo uno la ve pensativa, ida. Quienes llevamos tiempo ya estamos familiarizados con Express News, pero cuando una persona nueva llega buscando información y lo ve se pone alegre. Un periódico en español es un tesoro”.
No es casualidad que su restaurante sea un lugar donde los migrantes encuentren las buenas nuevas de Express News. El periódico, que imprime 10.000 copias en cada salida quincenal, tiene 250 puestos de distribución en el Reino Unido. Aparte de Londres, también llega a Birmingham, Mánchester, y algunos ejemplares vuelan hasta Escocia.
“Podemos ser inmigrantes y haber estudiado los idiomas que se necesitan ‒reflexiona Raúl‒, pero nuestra lengua madre nos atrae más, y cuando vemos el periódico en español hay un interés mayor de leerlo. Mucha gente que lleva años acá no domina el inglés. Uno va encontrando personas distintas, con la idiosincrasia de cada una, el modo de pensar de distintos países, pero todos estamos unidos por el mismo idioma”.
Mucha gente que lleva años acá no domina el inglés. Uno va encontrando personas distintas, con la idiosincrasia de cada una, el modo de pensar de distintos países, pero todos estamos unidos por el mismo idioma
Cada uno carga los ladrillos que haga falta para echar el periódico a las calles. Raúl, además de las labores logísticas, también trabaja en el directorio latino de negocios de la versión digital del periódico y hasta hace de camarógrafo en algunos eventos. Pedro, que maneja las relaciones públicas, también conduce un pódcast sobre las aventuras de quienes llegan a Londres llamado Migrantes.
El mismo William va a algunas ruedas de prensa, reportea y escribe bajo la consejería de sus periodistas y carga las cámaras y los equipos para apoyar a sus reporteros en las labores del día a día en la misión quijotesca que se han encomendado: la de cuidar un periódico en español en la cuna del inglés, la de construir un refugio en su lengua para los migrantes que buscan sobrevivir a la nostalgia de estar lejos de casa.
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*Esta historia se realizó con el apoyo de la Embajada del Reino Unido en Colombia.
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