Begoñismo-leninismo en el PP para impedir el famoso empate





Begoñismo-leninismo en el PP para impedir el famoso empate




































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Begoñismo-leninismo en el PP para impedir el famoso empate

La imagen de Begoña Gómez en el vídeo difundido por el PP el viernes.

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Hagamos algo muy loco. Comencemos este artículo con unas palabras de Santiago Abascal. Aún peor. Para destacar que no anda equivocado. “Decir a los españoles que Sánchez se va a ir si pierde estas elecciones es estafar a los españoles y yo no voy a contribuir a esa estafa”, dijo el líder de Vox. Vaya forma de chafar la campaña del PP. Obviamente, Abascal es parte interesada. El PP necesita desesperadamente que los votantes piensen que no es así. Que esta vez no será como en julio. Que estamos a semanas de que Pedro Sánchez muerda el polvo para siempre.

En el ritmo loco y acelerado del Partido Popular, todo es posible. No ya las estrategias habituales de los partidos en una campaña para movilizar a sus partidarios y que no se confíen con las encuestas. Vuelve a ser un ahora o nunca. Si no gana Feijóo, muerte y destrucción. Si os relajáis, tendréis a Sánchez mañana, tarde y noche. ¿Hay un sufrimiento mayor que ese? “Si el PP gana con claridad, habrá luz al final del túnel”, dijo esta semana Alberto Núñez Feijóo en una entrevista. La misma metáfora con la que el Gobierno de Johnson y el general Westmoreland engañaron a los norteamericanos en la guerra de Vietnam. No una vez, sino muchas. Hasta que dejó de funcionar.


El PP ha puesto todas sus fichas en la casilla de Begoña Gómez con la misma disciplina que un marxista-leninista en la Guerra Fría. Hizo lo mismo con los indultos. Luego con Tito Berni. Más tarde con la ley de amnistía. El fin del Estado de derecho. “La mayor mentira de la democracia española”, dijo Feijóo. En cada momento, estaba hecho, y de inmediato aparecía la decepción. Y ahora toca olvidarse de todo eso y sostener que Sánchez no podrá salir indemne de las acusaciones a su esposa. Está muerto. No sobrevive a estas elecciones. Como te lo cuento.

En el fondo, continúan las dudas. “Nadie se acuerda del Tito Berni”, se le escapó a Feijóo en un mitin. ¿Cómo pueden hacerme esto a mí que pensaba que una banda de presuntos delincuentes con menos cerebro que una nuez estaba dirigida directamente desde Moncloa?

Es indudable que Feijóo se esfuerza. El viernes, se refirió a “las cartas de recomendación que salían de Moncloa para obtener contratos de Moncloa”. ¿Las cartas que Moncloa se enviaba a sí misma? La frase, absurda en su sentido literal, le había gustado mucho, porque la había pronunciado casi exactamente igual dos días antes. Ya no habla mucho del caso Koldo, porque teme que pasará lo mismo que con el caso Tito Berni. Ahora todo es Begoña, Begoña, Begoña. Begoña, mon amour.

No se ganan elecciones siendo sutil. En un anuncio difundido el último día de campaña, que está bien concebido al principio, colaron unas ráfagas de imágenes con la cara de Sánchez y, evidentemente, la de Begoña Gómez, ya colocada al mismo nivel de maldad que su marido. Tenemos un argumento de peso, pero da igual. Otra dosis de Begoña.

En una entrevista en Onda Cero el 27 de mayo, Feijóo dijo: “No me gusta traer a la familia del presidente Sánchez a una tertulia”. Carlos Alsina fue al quite: “Si lo acaba de hacer”. Y de ahí se pasa en unas pocas semanas al vídeo con la cara de Gómez, porque a estas alturas ya todos van con el calzón quitado.




El último salto al vacío del PP en la campaña fue empezar a hablar del empate. Es cierto que calibrar las expectativas ante una jornada electoral es uno de los elementos básicos de una estrategia. Anunciar a la gente que no está todo decidido puede servir para que muevan el culo y no se queden en casa el domingo. Sin embargo, hablar de esa posibilidad suponía también fomentar la movilización del campo contrario. Reconocer que las encuestas de enero y marzo que daban una ventaja inmensa del PP ya eran historia y que el PSOE tenía opciones de vencer o al menos de quedarse tan cerca del PP como en julio. Si había votantes deprimidos o sin ganas de ir a votar entre los socialistas –unas europeas, para qué–, se les quitó la modorra.

En el PSOE, comenzaron a animarse y han acabado con las esperanzas en lo más alto. El primero, Sánchez: “Un final de campaña que ni habiéndolo preparado antes podría habernos salido mejor”. El partido también tiene a Begoña Gómez en sus corazones, como si ella sola fuera a salvar a Europa de la extrema derecha. Hasta el circunspecto Salvador Illa se unió a las celebraciones. “Un fuerte abrazo para Begoña de parte de todos los socialistas catalanes”, dijo en el mitin de L’Hospitalet. Con Sánchez delante, claro.

La cabeza de Feijóo empezó a dar vueltas. En otra entrevista confusa el 3 de junio, afirmó que un empate o una diferencia escasa entre el PP y el PSOE no supondría que los españoles aceptan la amnistía, “porque no se somete a consideración la ley de amnistía”. Segundos después, dijo lo contrario. “A todos los españoles que no quieran la ley de amnistía les pido que voten al Partido Popular”. En ese caso, si el PP ganara por una gran diferencia, entonces sí significaría que los españoles están en contra de esa ley.

El PP preparó esta campaña como si fuera un plebiscito en torno a la figura de Sánchez. Al darse cuenta de que no tenían garantizada una victoria clara, se pusieron a recoger cable. Isabel Díaz Ayuso se puso a fruncir el ceño, y eso en Génova provoca un aumento del consumo de ansiolíticos. Sin señalar de forma ostentosa a nadie, reclamó no caer “en los errores de la última campaña”. Pongamos que se refería a que los votantes se confiaron, lo que no ha quedado demostrado en ninguna encuesta. Todas destacaron el alto grado de movilización en la derecha.

Si fue así, uno de esos culpables había sido ella misma. “Señor Sánchez, esto está sentenciado. Da igual la campaña que haga”, dijo en un mitin toda eufórica tres días antes de las elecciones de julio. Luego vino el choque frontal con la realidad a 160 km. por hora.

El PP de Madrid está dispuesto a embestir con tanta fuerza como entonces. Feijóo pone de vez en cuando cara de buen chico y tiene el valor de lamentar el alto grado de crispación en la confrontación política. “La trampa del Gobierno es dividir a los españoles”, dijo el viernes.

Entre los cachorros de Ayuso, no hay espacio para esos momentos de debilidad. Alma Ezcurra, diputada de la Asamblea de Madrid, soltó toda su rabia en el último mitin de Madrid y llamó “perros” a los socialistas y se lamentó de que los independentistas sigan “vivitos y coleando”. Ya sabemos por qué Ayuso la metió como número 3 de la lista de las europeas.

Ezcurra no es de las que está pensando en conformarse con un empate. Dirigentes del PP con un menor instinto homicida ponen el listón por el que se examinará Feijóo. “Tenemos que ganar por más de 3,5 puntos”, dijo uno de ellos a El Mundo. En ese margen de una victoria mínima de tres o cuatro puntos es donde se mueven las aspiraciones de esos barones.

Es ahí mismo donde hay que colocar la esperanza de vida (política) del líder del PP. Por debajo de ahí, sólo hay dolor.

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