Las pataletas religiosas del Arzobispo Fernando Chomalí






Las pataletas religiosas del Arzobispo Fernando Chomalí













































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Opinión

Las pataletas religiosas del Arzobispo Fernando Chomalí

Por: Benjamín Escobedo

| Publicado: 05.06.2024

Las pataletas religiosas del Arzobispo Fernando Chomalí


Arzobispo de Santiago – Fernando Chomalí | AGENCIAUNO




Si bien el Arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí adhiere a las directrices dogmáticas propias de la Iglesia Católica y proclamadas por el sumo pontífice Francisco, socava la discusión pública y repliega las temerosas voces del mundo teológico y religioso cristiano que buscan un equilibrio.

En la reciente cuenta pública del presidente Gabriel Boric se dio a conocer que sería ingresado un proyecto de ley de aborto legal y otro proyecto de ley de eutanasia y cuidados paliativos que hasta ahora permanecen en el Senado sin determinación alguna.

Cabe señalar que la cuenta pública es una instancia donde cada mandatario presenta un discurso ante el Congreso y da cuenta del estado administrativo y político de su ejercicio hasta la fecha. Ahora bien, generalmente se esperan avances en materia de economía, progreso y políticas públicas con este tinte, sin embargo, en esta oportunidad el Ejecutivo afirmó que desea avanzar en materias ético moral afectas a la sociedad del siglo XXI, o sea, aborto y eutanasia, no obstante, el Arzobispo de Santiago cuestionó esta acción aludiendo un acto inhumano por parte del mandatario.

Primero, el Arzobispo de Santiago no es un idiota por decir y argumentar sus ideas dada las propuestas del presidente Gabriel Boric, pero parece olvidar que vivimos en una sociedad “liberal” políticamente hablando, más aún, donde la Iglesia es una entre tantas voces suscritas, no un parlante exclusivo al que haya que escuchar y obedecer en términos de moral y ética, por el contrario, vivimos en un Estado laico y es a través de la democracia y de la política que los ciudadanos canalizan sus inquietudes, progreso, leyes y normas jurídicas.

Ya no somos parte de la época medieval, donde el pensamiento teológico (religioso cristiano) era la explicación a todo y desde donde se sitúa todo, entonces, intentar volver a ese absolutismo religioso lo único que fisura es la democracia, deliberación política y posibles sufragios en las urnas a partir del voto ciudadano y congresista.

La tarea del Arzobispo es preservar la espiritualidad cristiana, enarbolar el dogma católico para quienes quieran adherir voluntariamente, no entrometiéndose en materias de orden gubernamental, incluso, no es lo que la Biblia señala cuando Jesús comenta: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame” [Evangelio de Mateo 16:25–29].

Entonces, seguir los valores proclamados por Jesús es de carácter voluntario, no algo autoritario ni impuesto, dicho de otra manera, el fin último es que la humanidad conozca el mensaje salvífico según la propia Biblia, no degradar en un autoritarismo religioso que todos deban obedecer y practicar.

Segundo, la eutanasia y aborto son discusiones que claramente no han sido tratadas con “seriedad” en Chile, los prejuicios del cristianismo dejan entrever que les importa más el dogma abrazado que una realidad a nivel, incluso, internacional.

El presidente Boric desde el Congreso en la ciudad de Valparaíso, señaló lo siguiente: “Estoy convencido de la necesidad de dar un debate democrático en materia de derechos sexuales y reproductivos. Por eso es que, durante el segundo semestre de este año, ingresaremos un proyecto de ley de aborto legal, que someteremos a la discusión correspondiente, siempre con el compromiso que anima a nuestro gobierno: avanzar y no retroceder. Las mujeres de Chile merecen su derecho a decidir”.

Si bien podríamos compartir o no dichas apreciaciones, tenemos el deber de respetar la libertad personal, individual y ciudadana, más aún, cuando hablamos de un tema tan delicado como lo es la eutanasia y aborto. No olvidemos que en septiembre del año 2017 la presidenta Michelle Bachelet promulgó la ley 21.030 que permitió el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, sin embargo, la objeción de conciencia personal es un obstáculo para el aborto en estas tres causales aludidas.

Por otra parte, el Centro de Bioética de la UC brinda indicadores significativos respecto a la eutanasia. Por ejemplo, señala que Holanda fue el primer país del mundo en legitimarla el año 2002. Desde entonces, otros cinco han seguido sus pasos, con regulaciones más o menos restrictivas (Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y España).

Además, en otros tres (Suiza, algunos Estados de EE.UU. y el estado de Victoria de Australia) se permite el suicidio asistido. En la mayoría de estos países una primera ley restrictiva ha dado paso a permisividades cada vez mayores. En estos países existe una conciencia y legitimidad transversal respecto de lo que se conoce como “limitación del esfuerzo terapéutico”, que en ningún caso puede ser homologable a eutanasia, pero se discute, evalúa y avanza en materia de “una muerte digna”.

Si bien el Arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí adhiere a las directrices dogmáticas propias de la Iglesia Católica y proclamadas por el sumo pontífice Francisco, socava la discusión pública y repliega las temerosas voces del mundo teológico y religioso cristiano que buscan un equilibrio frente a la temática.

No hay nada dicho aún, ya que será el Congreso quién dictamine los vectores a seguir, sin embargo, la iglesia no debe dejar de creer y amplificar sus convicciones últimas sobre todos aquellos que quieran escuchar, abrazar y sustentar sus vidas en esas verdades bíblicas.

En síntesis, me pregunto ¿Si Chile aprobara el aborto libre y la practica legal de la eutanasia, la iglesia dejaría de promover sus ideales valóricos? ¿No se supone que el cristianismo propicia un estilo de vida voluntario para quienes deseen caminar tras él, o su meta evangelística se agota y acaba al contemplar afrentas públicas? ¿Seguirá insistiendo la Iglesia Católica en su excesivo dogmatismo hacia lo público olvidando la libertad individual?

¿Cuál es la prontitud con que la ley chilena resolverá esta coyuntura, dando un equilibrio razonable, o aprovechará la ocasión para imponer una ideología a rajatabla? ¿Es posible pensar en un liberalismo que esté a la altura de sus premisas, esas de creer en la libertad transversal, o bien, solo iza la bandera de la libertad económica y no la ética-moral?

Me parece que estamos frente a un debate abierto, agudo y profundamente polémico, pero también debemos tener presente en el imaginario colectivo que la Iglesia tiene un rol evangelístico, donde sus bases erigen en la promoción de valores cristianos en medio de una sociedad secularizada, no obstante, desear muñequear la deliberación política podría fosilizar su mensaje, uno de responsabilidad personal y conciencia libre, donde el foco debiese estar puesto en pregonar axiomas cristianos al más puro estilo de la parábola del buen sembrador, no imponiendo la aceptación del mensaje judeocristiano para el pueblo chileno, más bien, dejar eso al Estado, democracia y conciencia personal.


Benjamín Escobedo


Académico, teólogo e investigador de Historia.









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