El Globo

México y el mundo

Andrés hizo pedazos la neutralidad y el prestigio diplomático mexicanos, construidos a lo largo de décadas con profesionales en las relaciones exteriores.

A poco más de 36 horas de la implacable victoria de Morena y Claudia Sheinbaum, las felicitaciones y reconocimientos del mundo se multiplican en la oficina de la candidata triunfadora –será presidenta electa hasta la constancia de mayoría otorgada por el Tribunal Electoral– y en su teléfono.

Algunas anticipadas la misma tarde del domingo, como la vicepresidenta de Colombia y alguna otra del Cono Sur, aparentemente gestionadas por la Cancillería mexicana en aras de obtener el respaldo y reconocimiento internacional desde muy temprano.

Pero luego llegaron otras, ayer lunes, Biden, Trudeau y varios europeos, además de muchos latinoamericanos.

La señora Sheinbaum, en su mesurado y muy equilibrado discurso de victoria el domingo por la noche –o ya la madrugada del lunes–, afirmó que México sostendría relaciones de respeto e igualdad con el mundo.

En una entrevista con El País de hace apenas una semana, a mayor profundidad, Claudia afirma el espíritu de construir una buena relación con Estados Unidos, con Biden o con Trump, en pleno respeto –afirma– a la decisión del pueblo americano.

De forma muy pragmática aborda el tema como una relación de respeto, de comercio, de intercambio y de sociedad geográfica, sin sometimientos ni sumisiones.

Cuando el reportero le aborda el delicado tema de España y el absurdo –mi calificativo– perdón del rey por la Conquista, Claudia ya no parece tan equilibrada y objetiva.

Afirma que “por qué no hacerlo si ya hasta al Papa lo hizo”, en clara continuidad a la línea marcada por su mentor y padrino político, AMLO.

Señala con claridad que compartimos tanto con España, como dando por hecho que las relaciones continuarán en franca apertura y fortalecimiento, pero detiene en seco al reportero al preguntar si la relación está condicionada al perdón o, incluso, una eventual visita del rey: “Hasta ahí lo dejamos”, dice tajante.

López Obrador dinamitó por motivos ideológicos las relaciones internacionales de México con el mundo. Se enemistó con Perú, con Bolivia y recientemente con Ecuador por intervenir en asuntos internos, y por hacer sus dislocadas declaraciones, con frecuencia humillantes e insultantes a jefes de Estado y de gobierno extranjeros.

A esa lista se suman la presidenta Boluarte, de Perú; el presidente Noboa, de Ecuador; el presidente Milei, de Argentina; el presidente Boric, de Chile; el presidente Sánchez, de España, y así sucesivamente.

Andrés hizo pedazos la neutralidad y el prestigio diplomático mexicanos, construidos a lo largo de décadas con profesionales en las relaciones exteriores.

Su designación de embajadores y el atropello brutal de los funcionarios del Servicio Exterior Mexicano provocaron la vergüenza de muchas de nuestras representaciones diplomáticas. Turquía, España, Canadá y tantos otros recibieron como embajadores a personajes sin experiencia, a políticos de diferentes partidos premiados por AMLO debido a su sumisión y entrega al gobierno. El efecto fue el deterioro y la degradación diplomática mexicana, antes prestigiada, hoy evitada en el extranjero.

Claudia pudiera representar un cambio en esa línea, una promesa de profesionalismo y seriedad, evitando los ditirambos intervencionistas de Andrés Manuel y las relaciones vergonzosas con países de denunciado abuso a los derechos humanos.

Hace un año desfilaron, el Día de la Independencia, destacamentos de Cuba, Venezuela y Rusia. ¡Vergonzoso!

Las relaciones exteriores de un país no pueden estar guiadas por las simpatías ideológicas de sus gobernantes, por sus demonios o fobias. Se trata de un tema institucional de Estado, porque representa al país y a todos los mexicanos, no sólo, como sucedió con Andrés –que maravilla empezar a conjugarlo en pasado–, a los que son sus “amigos”.

Claudia pudiera abrir una nueva etapa en este sentido, designando profesionales, eliminando el ridículo y abyecto paso de Marcelo Ebrard por la Cancillería, y buscar a profesionales de carrera. Hay muchos y muy buenos.

En la medida en que la próxima presidenta de México se libere gradualmente de ataduras, lápidas y sanbenitos, heredados por su antecesor, Claudia Sheinbaum podrá crecer y florecer como una auténtica líder al frente de nuestro país. Todos los deseamos.

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