Así es Álvaro Leyva: el padrino de la Constituyente

Así es Álvaro Leyva: el padrino de la Constituyente

x

language COL arrow_drop_down

Así es Álvaro Leyva: el padrino de la Constituyente

El hombre que se sacó del sombrero un párrafo del Acuerdo con las Farc para exigir que se convoque una Asamblea Constituyente, carga un historial de escándalos y de falta claridad sobre de qué lado ha jugado: si del Estado o de las Farc.

  • Álvaro Leyva volvió a referirse a la Constituyente tras la carta del expresidente Juan Manuel Santos. Foto: AFP
    Álvaro Leyva volvió a referirse a la Constituyente tras la carta del expresidente Juan Manuel Santos. Foto: AFP

Cuando las cosas se ponen dramáticas en Colombia, de repente, aparece de la nada un chiste –un párrafo de comedia para la historia– que suele desinflar el estrés por un instante.

Y eso parece haber ocurrido este fin de semana. En momentos en que el país está entre confundido y alarmado por la idea de que el presidente Gustavo Petro pueda hacer realidad su idea de convocar una Asamblea Constituyente, a dicha idea le apareció un padrino peculiar: el hasta hace poco canciller Álvaro Leyva Durán.Leyva, que tiene 81 años –cumple 82 en agosto–, hablando de la Constituyente, soltó esta perla en una entrevista con la revista Semana: “Que nos den una oportunidad. Ya gobernaron, que gocen de su jubilación. Y Santos, no más, ya cumplió. Es decir, váyase. Si tiene un Premio Nobel, que se vaya a Ucrania, que trabaje con lo que él llama Los Elders, pero, por favor, que nos deje el futuro”.

¿Con qué autoridad Leyva echa del país al premio Nobel de Paz? Lo dijo además muy orondo, como si él a sus 82 años fuera un recién aparecido en la política, de las nuevas generaciones que piden espacio o el mismísimo Benjamin Button.

El chiste está en que Álvaro Leyva pida “que nos den una oportunidad”. Se pueden contar en los dedos de una mano los personajes del país que han estado en todos los gobiernos, que se les ha permitido prácticamente toda su vida estar en puestos de poder en el Estado y uno de ellos, si no el único, es Leyva.

Cuando Leyva nació su papá era diputado de Cundinamarca, luego fue congresista y ministro, y cuando todavía estaba en el colegio, le tocó irse a Nueva York con su familia porque su papá era ministro de Laureano Gómez en 1953 cuando Rojas Pinilla dio el golpe de Estado.

Pero el excanciller no sólo nació y creció en las entrañas del poder sino que él mismo lo ha ejercido a lo largo de su vida. En 1970, con apenas 28 años, fue secretario del presidente Misael Pastrana. Toda una paradoja del destino: Álvaro Leyva, el mismo que hoy le está ayudando a hacer viable la Constituyente a Gustavo Petro, fue el secretario privado del mandatario que según Petro se robó las elecciones en ese entonces, razón por la cual crearon el movimiento guerrillero M19 y el mismo Petro en protesta tomó las armas contra el Estado.

Álvaro Leyva luego tuvo todos los cargos posibles. Fue concejal de Bogotá (1974), diputado de Cundinamarca (1976), representante a la Cámara (1978), senador (1982), renunció al senado para ser ministro de Minas de Belisario Betancur (1984), después de eso ha estado todos los gobiernos nombrado en comisiones de paz hasta el sol de hoy, además del año y medio al frente de la Cancillería.

En 1990, además, fue miembro de la Asamblea Constituyente, en representación del M19. Es decir, el mismo que hizo una constituyente hace menos de 35 años, está pidiendo hacer otra. Por todo eso, cuando dice “que nos den una oportunidad” o “ellos ya gobernaron”, el tamaño de su cinismo parece proporcional a su edad.

¿40 años a costa de la “paz”?

Uno de los miembros del gabinete de Gustavo Petro comentaba jocosamente que a Leyva lo estaban extrañando en los consejos de ministros porque antes de comenzar pedía la palabra, felicitaba al Presidente con grandes elogios y luego decía: “Quiero pedir un aplauso por nuestro presidente Gustavo Petro” y era el primero en batir sus manos para dar inicio al rito del aplauso. Si alguno de los ministros no parecía estar aplaudiendo con fervor, Leyva se giraba hacia él y le decía: “¿no le parece, ministro?”. El increpado asentía y procedía al golpeteo de sus palmas.

Tal vez sea ese inefable talento para adular, con un estilo veintejuliero, lo que le ha permitido tener altos cargos del Estado –sin importar cuál sea el gobierno–, y tener puesto vitalicio en las conversaciones con la guerrilla en los últimos 40 años.

Algún click parece haber hecho con los comandantes guerrilleros de las Farc, cuando fue miembro de la Comisión Nacional de Verificación en el gobierno de Belisario Betancur porque desde ese 1984 no solo ha estado en todos los diálogos de paz sino que incluso en el definitivo proceso con las Farc que llevó a la firma del Acuerdo de Paz, Leyva estuvo no como delegado del Estado colombiano sino del lado de las Farc.

La lista otra vez es nutrida: Con Belisario estuvo en la Comisión de Verificación; con Barco, gracias a una propuesta de Leyva, comenzaron las negociaciones en 1988; con César Gaviria (1990) participó en el diálogo con la Coordinadora Guerrillera, y con Samper (1994-1998) estuvo en los diálogos con las Farc en La Uribe, Meta.

Álvaro Leyva lo ha resumido de la siguiente manera: “No hay ni un solo proceso que no haya tenido la mano anticipada de Álvaro Leyva, pero ninguno fue manejado por mí. Todo lo contrario, se buscaba la manera de que no hiciera presencia”. Y hay que decir que todos ellos fracasaron. Curiosamente, en el único que terminó en un acuerdo final, que fue el de Santos, Leyva no participó del lado del Gobierno sino del lado de las Farc.

Salpicado en históricos escándalos

Álvaro Leyva no solo ha vivido del Estado y ha sido protagonista de procesos fallidos de paz sino que también se ha visto salpicado por escándalos sonados de la historia de Colombia.

En 1994, su nombre salió a relucir en un caso de tráfico de Plutonio en Alemania. En ese entonces, la policía de Munich capturó a un colombiano, Justiniano Torres Benítez, con 363 gramos de ese material radiactivo en su maleta. Leyva reconoció que había pedido abrir dos cuentas bancarias, una en Suiza y otra en Alemania, con Torres Benítez. Pero que solo se materializó la cuenta en Suiza. Argumentó que Torres sabía ruso, y que por eso le pidió que pusiera también su nombre en la cuenta a nombre de una empresa que Leyva había creado en Bahamas. Torres, que había estudiado en la universidad Patricio Lumumba en Moscú, fue condenado a 5 años de cárcel por un tribunal de Múnich.

El segundo escándalo data de 1997 cuando Juan Manuel Santos, para entonces candidato presidencial, trató de acordar con los capos del crimen del país (Farc, Auc, Eln y hasta el esmeraldero Víctor Carranza) un cese al fuego a cambio de la salida del presidente Ernesto Samper de su cargo. La movida, que resultó fallida, fue entendida como una conspiración contra Samper. Hay quienes dicen que fue Leyva quien le dio la idea a Santos o al menos fue el artífice de ejecutarla: fue quien habló con Tirofijo y en su libro, Mi confesión, Carlos Castaño contó que Leyva se reunió con él “por lo menos cuatro veces”.

El tercer escándalo se desató en 1998, la Fiscalía le abrió a Leyva una investigación por enriquecimiento ilícito porque desde una cuenta bancaria de una empresa de fachada de los capos del Cártel de Cali había salido un cheque a su nombre por 49 millones de pesos. Leyva pidió asilo en Costa Rica, estuvo fuera del país varios años, hasta 2002 cuando la Interpol lo capturó en Madrid, luego fue absuelto por la Corte Suprema. Leyva, en un primer momento no supo dar explicación, pero durante la indagatoria dijo que esa plata era producto de un arriendo de unas volquetas a una firma minera.

El cuarto escándalo se dio a lo largo de los años por su estrecha relación con las Farc. Y terminó siendo más evidente cuando, durante el proceso de paz del gobierno Santos, participó como delegado del grupo guerrillero. De alguna manera le dio la razón a los informes de inteligencia que lo señalaban como el “secretariado en la sombra”, un grupo de bogotanos encabezados por Leyva que supuestamente le ayudaban a tomar decisiones a las Farc. De hecho, se solía decir que Leyva tenía un radioteléfono en su casa para comunicarse con la guerrilla directamente. Y en efecto, en la entrevista que dio a Semana publicada este sábado aparece en una foto con el famoso radioteléfono.

¿Hasta qué punto cuando Álvaro Leyva participaba en las mesas de negociación como representante del Estado colombiano o lo que estaba haciendo era defendiendo los intereses de las Farc? ¿Será por esa razón que quedó por fuera del equipo del Estado durante las negociaciones del gobierno Santos?

En 1998, el cabecilla de esa guerrilla, Manuel Marulanda Vélez, le mandó una carta manuscrita al presidente Andrés Pastrana diciéndole que Leyva había sido designado vocero por parte de las Farc. En la carta, que fue conocida el año pasado (ver facsímil), se lee: “Aprovechamos para comunicarle la designación del doctor Álvaro Leyva Durán como vocero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc-EP en los diálogos de paz con el Gobierno nacional”.

Leyva, en 1998, tal vez necesitaba un documento como ese para poder argumentar que era un perseguido político y lograr el asilo para hacerle el quite al cheque del cartel de Cali a su nombre. Sin embargo, deja un mal sabor que la amistad con ese grupo guerrillero, que en ese entonces secuestraba, ponía bombas y desplazaba a cientos de miles de colombianos, fuera tal que Tirofijo le hiciera tal favor. El año pasado, el entonces canciller le dijo a EL COLOMBIANO que él no aceptó esa designación.

Diez años después, en 2008, el nombre de Leyva apareció en los computadores del guerrillero Raúl Reyes, incautados por el Ejército. Reyes y Manuel Marulanda aparecían conversando con “El profe”, que, según inteligencia, era el mismo Leyva. Según los correos firmados por “El profe”, si Leyva ganaba la presidencia en 2006 esa guerrilla liberaría a Ingrid Betancourt y él adaptaría su programa de gobierno a lo contenido en las conferencias de las Farc.

Leyva, en efecto fue candidato presidencial en 2006, y ahora –16 años después de salir a flote los computadores de Reyes– le confirmó a la revista Semana que a él si lo llamaban así en las Farc: “Algunos me llamaban Profesor, porque yo les dictaba una cátedra. Otros me decían el Señor A. Tenía como 15 nombres”. La Fiscalía en ese entonces llamó a Leyva a indagatoria por rebelión y cerró el caso porque no había pruebas de que Leyva fuera “El profe”.

En 2015, en el proceso del gobierno Santos, Leyva fue uno de los tres designados por las Farc en una comisión independiente que discutía temas de justicia: de allí salió la Justicia Especial para La Paz (JEP). Y, en 2016, Leyva volvió a mostrar una particular cercanía con la guerrilla, pues le hizo llegar una carta a Néstor Humberto Martínez, quien era fiscal en ese entonces, en la que pedía tener ciertas consideraciones con los bienes de las Farc. Según denunció, el año pasado, el propio exfiscal Martínez, Leyva pidió la creación de un fondo fiduciario para manejar los recursos de las Farc, una “amnistía” sobre esa fortuna, y que solo fuera el 30 % del total para reparar a las víctimas.

Ingrid Betancourt, quien estuvo secuestrada por las Farc, respaldó la denuncia: “Todos sabíamos que para hablar con las Farc había que hablar con Álvaro Leyva o con Piedad Córdoba. No eran mensajeros entre el Estado colombiano y la guerrilla. Ellos representaban a la Farc y trabajaban para las Farc”.

Leyva tuvo que salir definitivamente de la Cancillería por el escándalo de los pasaportes. Un caso en el que decidió no entregar la licitación, y no solo le costó a él ser suspendido por la Procuraduría en enero, sino al país una demanda por casi 120.000 millones de pesos. (Ver: El déspota).

A pesar de todos sus esfuerzos por mantenerse en la Cancillería, fue puesto finalmente a un lado a principios de mayo. Y decidió entonces, el 22 de mayo, lanzar la peregrina tesis de que al Acuerdo de Paz le falta aplicarle “un parrafito”: el que se refiere a un Acuerdo Político Nacional que, según él y contra todos los expertos, habla de Constituyente.

El expresidente Juan Manuel Santos le respondió a Leyva que usar el Acuerdo de Paz para convocar una Constituyente era un “absurdo” y que “esa fue una de las líneas rojas de la negociación”. De hecho, se le adelantó a Petro en su idea de ir a la ONU y ayer le mandó una carta haciendo esa claridad al secretario general Antonio Guterres.

El jefe negociador que logró el Acuerdo, Humberto De la Calle, también le salió al paso a la idea de Leyva diciendo que era “una tesis absolutamente equivocada” y que “precisamente el plebiscito por la paz fue lo que se pactó para evitar ese camino de la constituyente”.

Sobra decir que si hay personas con autoridad para hablar del acuerdo de paz con las Farc son Santos y De la Calle.

El llamado de Leyva a la Constituyente sería entonces una traición al mismo Acuerdo de Paz firmado entre el Estado y las Farc. O dicho de otra manera, Leyva cual defensor a ultranza de las Farc intenta que el país se meta de cabezas en algo que no se acordó, que el Estado nunca firmó, pero que la guerrilla quería.

Este es pues el hombre que está promoviendo la Constituyente de Gustavo Petro. Una suerte de padrino. El modo comedia –el chiste– con el que comenzamos duró un instante. Y la tragedia puede durar una eternidad.

El déspota

Álvaro Leyva en los últimos tiempos ha mostrado también su cara de déspota (o de persona a la que a cierta edad se le acentúan rasgos de su carácter). No solo fue displicente con las denuncias de posible tráfico de influencias de su hijo Jorge Leyva en el caso de los pasaportes (“El niño tiene 54 años que haga lo que le dé la gana”, respondió Leyva), sino que por ese proceder irregular suyo tuvo un agrio enfrentamiento, en la Casa de Nariño, con la entonces directora de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado, Martha Lucía Zamora, quien le exigía proceder de acuerdo a la ley, a lo cual Leyva habría respondido: “A mí qué me importa que condenen al Estado. Notifíqueme en la tumba, cuando salga el resultado de ese pleito ya voy a estar muerto”, según la versión del periodista Daniel Coronel en la W.

Petro optó por sacar a Zamora y la Procuraduría suspendió a Leyva a principios de este año, por extralimitarse en el cumplimiento de sus funciones y por posible daño al erario público pues la firma Thomas Greg & Sons anunció demanda por $117.000 millones.

Zamora luego denunció que hubo una reunión en un hotel de París en la que se habló de esa licitación, a la que asistió el hijo del canciller, Jorge Leyva. Entre los presentes en esa reunión en el hotel Le Grand de París estaba Juan Carlos Losada Perdomo, a quien Álvaro Leyva nombró como su director de Asuntos Jurídicos, en medio de cuestionamientos porque se trataba de un hombre que cuando fue fiscal había absuelto al mismo Leyva en un proceso por injuria y calumnia.

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

  • Más recientes
  • Te recomendamos

    Utilidad para la vida

    Regístrate al newsletter

    PROCESANDO TU SOLICITUD

    By Diario

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *