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Netanyahu rechaza un alto el fuego permanente que no contemple la aniquilación de Hamás

El primer ministro israelí evalúa la propuesta de paz de Joe Biden, pero se niega a ningún acuerdo antes de concluir el asalto a Rafah y de garantizar la erradicación de Hamás de Gaza.





03/06/2024 El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu durante su visita al Cuartel General del Mando Norte de las FDI, a 23 de mayo de 2024.

El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu durante su visita al Cuartel General del Mando Norte de las FDI, a 23 de mayo de 2024. — Ma’ayan Toaf / GPO / dpa / Europa Press

De nuevo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aprovecha una propuesta de alto el fuego de sus aliados estadounidenses para hacer su propio juego y llevar las cosas al límite. Siempre lo ha hecho y por ello los negociadores cataríes, egipcios y estadounidenses de un acuerdo de tregua están exhaustos y temen que tras un aparente consentimiento del plan estadounidense de alto el fuego, Netanyahu aproveche para recrudecer de nuevo el genocidio en Gaza.

De momento, el jefe de Gobierno israelí señaló este lunes ante la Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knéset (Parlamento) que el plan de tregua propuesto el viernes por Joe Biden es “incompleto“. Además, afirma que, aunque se podría aceptar una primera fase de acuerdo, de momento, no piensa detener la maquinaria de guerra lanzada contra Gaza hasta conseguir los tres objetivos propuestos al comenzar la contienda. 

El primero de ellos es la liberación de los rehenes que permanecen en manos de Hamás en Gaza, seguido de la aniquilación de la capacidad militar y política de esa milicia armada islamista. La organización palestina hasta el pasado 7 de octubre controlaba la Franja. Por último, ha asegurado que no cederá hasta que la seguridad de que ese territorio palestino no vuelva a ser foco de una amenaza contra Israel.

La destrucción de Hamás es, pues, un objetivo irrenunciable de Netanyahu, por eso ¿cómo se puede aceptar una propuesta de alto el fuego con unos interlocutores a los que se ha jurado eliminar físicamente? Este es un punto que no parecen tener en cuenta los negociadores estadounidenses ni el propio Biden. 

Las chapuzas negociadoras de la Casa Blanca

No es el primer plan de alto el fuego propuesto por el presidente estadounidense. Todos los anteriores fracasaron, de ahí que no haya muchas expectativas reales de éxito sobre esta nueva propuesta y sí mucha propaganda de la Casa Blanca para sacarla adelante o echar a Hamás las culpas de su fracaso.

La presentación de un nuevo plan de paz, sabiendo que no sobrevivirá, al único que beneficia es a Netanyahu, dándole tiempo para aplastar a Hamás en Rafah y otras zonas de Gaza. Los estadounidenses se están revelando como pésimos negociadores en esta crisis y atribuir el origen del plan a los israelíes, como hicieron primero el viernes, no mejoró las cosas.

El pasado marzo, con ocasión de las festividades de Ramadán, el mes sagrado de ayuno musulmán, parecía que se había conseguido un acuerdo parecido, pero finalmente, los estadounidenses hablaron demasiado y Netanyahu de un manotazo derribó el castillo de naipes de la intrincada negociación. 

Riesgo de fractura en el Gobierno israelí por el plan Biden

En esta ocasión, el peligro de división en el Gobierno de Netanyahu es más serio, con la facción más moderada y algunos mandos del Ejército y los servicios de inteligencia a favor de la tregua de Biden, y con los halcones ultraderechistas de su Gabinete dispuestos a romper la coalición si el primer ministro no cumple su palabra de llevar la masacre contra los palestinos hasta sus últimas consecuencias.

Al presentar su propuesta, sobre la que la cúpula de Hamás parece estar de acuerdo, la Casa Blanca sabía que no tiene muchas bazas para presionar a Netanyahu. Ya advirtió con suspender el suministro de armas al Ejército israelí, pero las presiones desde el propio Pentágono y los lobbies económicos y políticos judíos en EEUU hicieron imposible cumplir tales amenazas.

El plan de Biden contempla una fase inicial que instauraría un alto el fuego de seis semanas. Obligaría a retirar las fuerzas israelíes de las zonas más pobladas y la liberación por Hamás de gran parte del centenar de rehenes que están aún en sus manos (de los cerca de 250 secuestrados el 7 de octubre). Por esos rehenes se liberaría a un número indeterminado de presos palestinos encerrados en las cárceles israelíes.

También se facilitaría la entrada de ayuda humanitaria en un número creciente de convoyes y los gazatíes podrían empezar a volver a sus hogares. Bueno, a los solares y montones de escombros donde un día estuvieron sus casas antes de ser arrasadas por las bombas, los tanques y los buldóceres israelíes. 

La segunda parte de la tregua contemplaría un cese permanente de las hostilidades, la retirada del resto de tropas israelíes y la liberación por Hamás del resto de secuestrados israelíes y de otros países. En una tercera fase, se sentarían las bases de la reconstrucción de la Franja de Gaza. 

Netanyahu solo negociará con Hamás aniquilado

En principio, Israel parecía dispuesto a aceptar el acuerdo y los estadounidenses presionaron a los cataríes y egipcios para que convencieran a Hamás de hacer lo mismo. Pero al igual que ha ocurrido con otras propuestas de tregua, en cuanto los islamistas dijeron que sí al plan, Netanyahu empezó a virar y mostrar los dientes.

Incluso el presidente de Israel, Isaac Herzog, le dijo a Netanyahu que tendría su “pleno apoyo” para conseguir este alto el fuego si la consecuencia final era la liberación de todos los rehenes. Netanyahu se lo agradeció y le repitió que, para llegar a una tregua final, Hamás ha de ser aniquilado.

El ministro del Gabinete de Guerra, el moderado Benny Gantz, pidió que se reuniera ese organismo creado para dirigir la contienda y se mostró favorable al plan. En cambio, los dos ministros más ultraderechistas, el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, lanzaron su advertencia: si Netanyahu acepta la hoja de ruta estadounidense para el genocidio de Gaza, pondrán fin al Ejecutivo.

Para liar más las cosas, el segundo hombre fuerte de Israel, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, reveló en una reunión militar que el Gobierno israelí está considerando “una alternativa de gobierno a Hamás” en Gaza, que sacará para siempre a esa organización de los mecanismos de control político de la Franja.

“Aislaremos zonas (en Gaza), expulsaremos a los miembros de Hamás de estas zonas y traeremos a otras fuerzas que permitan la formación de un Gobierno alternativo”, afirmó Gallant, tratando de tranquilizar a la extrema derecha en el Gabinete de guerra.

No se sabe si se refería a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que gobierna el otro territorio palestino, Cisjordania, u otra organización. Es preciso recordar que ya en 2006, Israel se inmiscuyó directamente en los asuntos políticos palestinos con el apoyo financiero a Hamás, que ganó las elecciones en los territorios ese año y en 2007 desalojó a la ANP de Gaza.

Lo interesante de la proposición de Gallant es que puede ser resultado de las conversaciones que el ministro de Defensa ha tenido con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken. La Casa Blanca empieza a ver su error de proponer un alto el fuego sin resolver el asunto Hamás. 

Primero ha de caer Rafah

Netanyahu no tiene ninguna intención de llegar a ningún acuerdo con Hamás y menos cuando aún no ha terminado una importante tarea, la toma de Rafah. En esta ciudad los tanques israelíes ya están combatiendo calle por calle en el centro de la urbe y, de las cerca de 1,5 millones de personas allí hacinadas antes de empezar al asedio israelí, un millón ha huido ante el avance israelí.

De ese millón y medio que se llegaron a concentrar en Rafah, unos 400.000 eran habitantes originales y el resto habían llegado de otras partes de la Franja, sobre todo tras la destrucción de la capital, Ciudad de Gaza, y de la otra gran localidad, Jan Yunis.

Ese millón de desplazados ha de dirigirse ahora hacia el norte de la Gaza y muchos ya están siendo obligados a establecerse entre las ruinas de campamentos de refugiados ya atacados por los soldados israelíes, como el de Yabalia, donde decenas de cuerpos pueden aún yacer entre sus restos.

La necesidad de un alto el fuego en Gaza es más perentoria que nunca. No llegan apenas suministros básicos para la destrozada población palestina y el hambre, como arma de guerra empleada por los israelíes, está teniendo un efecto devastador, sobre todo en los niños.

Y aunque hasta ahora las artimañas más siniestras le han permitido a Netanyahu seguir al frente de Israel, pese a las multitudinarias protestas por su ineptitud para liberar a los rehenes, el tiempo también se le acaba al primer ministro israelí. 

Netanyahu y las elecciones estadounidenses

Las presiones internacionales crecen, con los tribunales internacionales de la Haya apuntando sus dedos contra Israel, Netanyahu y sus principales acólitos, como Gallant. El prestigio internacional del país está por los suelos y las llamadas de la ultraderecha europea y estadounidense a su defensa como “única democracia en Oriente Medio” ya suenan a chiste malo en medio del genocidio de ya casi 37.000 palestinos desde que comenzó el asedio, el 70% de ellos mujeres y niños.

Hace unos días, antes de conocerse la nueva propuesta de tregua, el asesor de seguridad nacional israelí, Tzachi Hanegbi, indicó que la guerra podría durar aún siete meses más. Este vaticinio coincide con los planes de Netanyahu, quien confía en que las elecciones que en noviembre celebre Estados Unidos puedan favorecer su estrategia.

Si Donald Trump vence en esos comicios, Netanyahu tendrá un aliado mucho menos dubitativo que un Biden atrapado entre el rechazo al genocidio palestino en universidades y otros ámbitos sociales, y la presión de la clase política y financiera proisraelí en Estados Unidos.

Netanyahu gana tiempo y entretanto busca conseguir sus objetivos militares, aunque las bajas palestinas se dupliquen y crezca el apoyo internacional al Estado palestino. Ni sanciones ni condenas en firme en la ONU o en los tribunales de la Haya parece que hayan dañado mucho a Israel, salvo en su prestigio como hogar de un pueblo a su vez masacrado por el genocidio hace ochenta años.

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