La entrevista sucede en dos momentos, el del fervor y el del recogimiento. El fervor, en plena caravana en Zulia, mientras María Corina Machado saluda a las miles de personas que rodean su camioneta. Le regalan rosarios, retratos de ella, fotos. Le dicen que la aman, como si fuera tan fácil de decir. Le dicen que es la última oportunidad, la última, y ella les responde con el puño en alto. Ese puño puede dar la trompada final este domingo, después de 25 años de chavismo en Venezuela. Y así, mientras lo levanta, comienza la primera parte de la entrevista, a los gritos.
—¿Qué siente cuando ve todo esto?
—Me siento muy orgullosa de ser venezolana, y de ser parte de un movimiento histórico.
—Hablan en cada acto de Edmundo como si ya fuera el nuevo presidente. ¿Por qué esa convicción, teniendo en cuenta los miedos que tienen a las trampas del régimen?
—Nosotros tenemos el corazón elevado y los pies en el piso. Nosotros sabemos muy bien que estamos enfrentando un régimen que ha cometido todo tipo de trampas, de atropellos, de corrupción… Están dispuestos a todo para quedarse en el poder, pero es que todo lo que ha ocurrido en las calles es la constatación de que al régimen lo derrotamos. Lo derrotamos en el corazón, en el alma, y lo derrotamos políticamente porque todo el mundo dentro y fuera de Venezuela sabe que Edmundo va a ser presidente.
—En la época de Juan Guaidó también se pensaba que era un momento de cambio, pero fue finalmente una decepción para los venezolanos. ¿Ahora qué cambió para que se renueve la esperanza? ¿El régimen? ¿La gente? ¿La oposición?
—Cambió todo. Desde luego cambió el régimen. Un sistema que está absolutamente fraccionado en lo interno. No tienen plata, porque se la robaron toda. Han perdido toda su base social pero también su capacidad de chantaje y de control social. A lo que se está enfrentando es a una sociedad a la que buscaron dividir y que ha logrado unirse alrededor de un anhelo común, que es el regreso de nuestros hijos a casa.
—En algún momento usted pensaba que la única solución era una intervención extranjera, porque creían que con democracia no era posible sacar a Maduro. Finalmente parece que sí es posible sacarlo con la democracia.
—En un momento de crisis humanitaria extrema pedimos apoyo externo humanitario, eso es verdad, pero lo que hoy ha ocurrido en Venezuela es la demostración de que incluso ni aunque sometan a nuestro pueblo al hambre sostenido, al éxodo, a la separación de las familias, a la humillación… ni así logran vencer las ansias de libertad. Venezuela será libre.
—Hace algunos años, en el 2019, estuve aquí haciendo una cobertura y cuando preguntaba por usted mucha gente me decía: “Es que María Corina es muy intransigente”. ¿Qué pasó de ese entonces a hoy? ¿Dejó de serlo?
—Yo creo que la gente se volvió intransigente también. Creo que hay un tema con hablar con la verdad y no hacer concesiones éticas. Uno puede y debe ser muy flexible, y de hecho lo hemos demostrado en la estrategia con la que nos enfrentamos al régimen en estos últimos meses. Porque además lo hemos sorprendido. A este régimen no se lo puede engañar, pero sí se lo puede sorprender, y para eso tienes que tener agilidad, no ser predecible. Anticipar por dónde vienen, y yo creo que por eso ellos están cometiendo tantos errores. Ahora, en materia ética, yo sí creo que hay que ser intransigente. Y me parece que la gente en ese sentido se ha vuelto intransigente, y lo demostró en las primarias.
Las primarias de las que habla sucedieron en octubre del 2023, y a las que asistieron dos millones de personas. María Corina Machado fue elegida candidata opositora por más del 90% de los votos. Pero unos meses después, el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el gobierno, la inhabilitó. Game over, fuera de juego la mujer del puño en alto.
No acusó el golpe, en cambio se puso a fortalecer la plataforma y no solo terminó por señalar a Edmundo González Urrutia como candidato, sino que sumó aún más nombres a la Plataforma Unitaria Democrática, como Manuel Rosales -gobernador del Zulia-, que hasta mayo de este año pretendía correr por su cuenta. El resto fue pura marcha por el interior y eventos de multitudes. El último fuera de Caracas sucedió en Maracaibo, durante el que sucedió la primera parte de esta entrevista. La segunda parte fue después, ya en calma, en la casa de uno de sus colaboradores.
—¿Cómo sigue todo si este domingo hay fraude?
—Hay que demostrarlo, hay que prevenirlo. Y hay que ir con un espíritu de saber lo que ellos pretenden hacer para impedir que lo hagan. Pero no es negarlo, no es negarlo. Nosotros estamos yendo a un proceso con un terreno así (pone las manos como marcando una cuesta arriba). Realmente es así. Y la arquería de ellos mide 20 metros y la nuestra mide 20 centímetros, y el árbitro está del lado de ellos y a nuestro arquero le tienen las manos amarradas. Es así. Pero tenemos todo el estadio a favor nuestro. Es una forma de ponerlo pero nosotros estamos muy conscientes de que estamos enfrentando unos términos terribles. Por Dios, yo tengo presa a gente de mi equipo. No tenemos un póster en la calle, Maduro ha invadido todo el país de cartelería.
—¿Cuál fue el mayor desafío de todos?
—Aquí se decía que no se podía ganar una elección si no tenías a los grandes medios de comunicación a tu favor. Todos dentro del país, públicos y privados, han estado dándole propaganda al régimen. Con ganas o sin ganas, obligados o no, pero lo hacen. Hemos ganado el apoyo popular sin una sola pieza de televisión o de radio nacional. Sin ni siquiera propaganda en redes sociales. Todo es orgánico. Esto va a ser un caso de estudio.
—¿No hay ni un dólar puesto en redes sociales?
—No hay plata en redes sociales. Todo lo hemos hecho orgánico. No imprimimos volantes. No hay vía pública. Nada.
—Pero tienen algún apoyo privado, imagino.
—Bueno, hemos tenido algunos apoyos de personas a título individual para poder montar las estructuras de los testigos, para poder montar los sistemas, nuestros call center. O sea, claro que sí. Pero al final todos somos voluntarios, todos.
—Donde falta el dinero florece el ingenio, dicen.
—Sucedió algo bien divertido en la campaña. En un momento a Diosdado Cabello se le dio por poner eventos en el mismo lugar y a la misma hora donde yo anunciaba un evento. Entonces yo decía: “voy a Mérida tal día”, y él decía: “voy a Mérida tal día”. Y claro, ellos tenían que poner autobuses que movían a la gente de todo el estado… Y nuestra gente empezó a darse cuenta de eso y esperaban a que vinieran los autobuses del régimen y se montaban en esos autobuses que iban vacíos y terminaban llenándose con nuestra gente, que se bajaban antes para ir a nuestra actividad. Se ponían su camisa roja y cuando llegaban se bajaban, se quitaban la camisa roja e iban para el acto mío. La gente ha aprendido a lidiar con esta tiranía. Una tiranía que atropella, que humilla, pero que al final se les revierte.
—Algo así parece estar pasando con los motorizados. Los colectivos de personas en moto que acompañan sus caravanas.
—Absolutamente. El tema de los motorizados es muy poderoso. Todos los motorizados antes eran del chavismo. Entonces, cuando los veíamos venir, la gente entraba en pánico. Porque estaban armados, porque nos agredían, y entonces deshacían las marchas. Todos los motorizados se les voltearon. Y ahora los motorizados están con nosotros y pasaron de ser una amenaza a ser un escudo. Fíjate lo que pasa en las caravanas: son ellos quienes nos abren los caminos.
—¿Puede haber convertidos ahí? ¿Gente que fue motorizada del chavismo y ahora lo son de ustedes?
—Todos son convertidos. Todos. Y me lo dicen “yo era colectivo, yo era tal cosa”.
—¿Dónde están las armas de esa gente? Porque eran grupos armados por el régimen.
—Bueno, no lo sé. Y no todos tenían armas.
—¿Hoy la población civil está más desarmada que hace unos años?
—No te puedo contestar eso. Yo creo que muchos de los que estaban más fuertemente armados se han ido, y por eso estamos viendo problemas en otros países de la región.
—¿Tienen miedo de que la comunidad internacional se quede de brazos cruzados si llega a haber fraude?
—Hoy el 80% de la oposición está convencida que vamos a ganar. Y de que no es una elección más, sino que es la última oportunidad. Escuchaste en la caravana a la gente que me lloraba, me lloraba, que me decía: “esta es la última oportunidad de que mi hijo no se vaya”. “Esta es la última oportunidad de que regrese mi mamá”… Eso es muy poderoso.
—¿Cree que la comunidad internacional tiene un rol importante? ¿Una responsabilidad? Son muchas las personas que fueron impedidas de entrar a observar la elección.
—La comunidad internacional tiene una gran responsabilidad. Pero, ¿desde cuándo las elecciones no se definen con votos sino con acuerdos de la comunidad internacional? ¿En qué país eso sería tolerable? Esta elección se define con los votos. Y lo que nosotros estamos pidiendo es que se cuenten los votos. Yo no me imagino que nadie en la comunidad internacional pretenderá decirnos que van a negociar un acuerdo de espalda a los votos. Entonces ¿qué estamos haciendo nosotros? Bueno, nosotros estamos montando una estructura de defensa del voto como no ha habido nunca.
—¿Confía en alguno de los observadores internacionales? ¿En la ONU? ¿En el Centro Carter?
—Yo creo que hay gente muy seria tanto en la ONU como en el Centro Carter. Pero ambas misiones son muy reducidas, por algo desinvitaron a la Unión Europea, que era la que tenía el alcance mayor. Y por algo les da terror invitar a la OEA, que en la región es la que tiene mayor capacidad e historia. Ahora, al final esto es una barrera más. ¿Quién realmente está observando y defendiendo esta elección? La gente.
—Pero es la misma gente que en muchos casos se ve impedida de ayudar, ¿no? Por ejemplo, con sus actos de campaña, que en el caso de Maracaibo sucedió sin escenario siquiera.
—Porque no nos alquilan. En Maracaibo se llevaron preso al que nos iba a montar la tarima. Seis personas presas se llevaron. Nadie más nos alquiló un equipo de sonido. Imagínate, en una ciudad como Maracaibo, donde tú puedes tener 50 empresas, pero ninguna aceptó. Les ofrecimos pagarles el doble, pagarles el triple… Dicen: “No, porque voy a ir preso”. Y de hecho se los llevan presos. Pero yo cuando estoy en cada uno de los actos, y ahí tengo miles de personas por delante, yo les digo “¿quién defiende tu voto?”. Antes, hace unos años, los venezolanos decían “bueno, los testigos, el CNE, los partidos políticos”… Hoy la gente dice “yo”. Yo defiendo mi voto. Ahí ha habido un cambio cultural. Yo tengo amigos filósofos y sociólogos que me dicen que en Venezuela se ha producido incluso una transformación antropológica. Esa actitud que teníamos de que el Estado me da todo y me resuelve todo, ya no está más. Es un nuevo espíritu de autonomía frente al Estado. Y es muy poderoso.
—Es un poco, además, su mirada política desde siempre. ¿No?
—Bueno, claro. Entonces tú me dices, ¿qué pasó? El país se movió en una dirección. Yo siempre he dicho “yo no te voy a ofrecer nada”. Lo he dicho. ¿Qué ofrezco yo? Trabajo, trabajo y más trabajo. Y la gente dice: eso es lo que yo quiero, trabajar. No quiero nada regalado. Eso sí, lo mío es mío y no me lo puedes quitar.
—Su propuesta de achicar el Estado, privatizar… suena parecido a algo de lo que está haciendo Milei en la Argentina. ¿Hay algo de eso?
—No lo sé. Yo tengo mis ideas. Y Venezuela es muy distinta a la Argentina. ¿Qué pienso yo con relación al Estado? Sí creo que hay bienes públicos. La educación es un bien público, la salud es un bien público, la atención a los ancianos es un bien público porque toda la sociedad está mejor si se presta ese servicio a todos. Ahora, eso es una cosa, y el Estado debe garantizar que todo el mundo tenga acceso. ¿Quién lo presta? Eso es una cosa muy distinta. Y allí está comprobado en el mundo que las leyes del mercado funcionan para aumentar la calidad y reducir los costos en educación, en salud, en pensiones. Agarre cualquier empleado público, cualquiera, y dile “¿tú quieres un seguro público o privado? ¿Quieres ir a una clínica o a un hospital?”. ¿Qué crees tú que te van a decir? Pregúntale a un trabajador de PDVSA: ¿tú quieres trabajar para el Estado o para una empresa privada? Todos te van a decir para una empresa privada. Porque el Estado les ha robado sus prestaciones, les ha quitado sus derechos y los tienen con sueldos de un dólar al día.
—¿Qué piensa del rol del Estado en relación a las políticas redistributivas? Quizás fue lo que enamoró del chavismo a una parte de la población.
—La redistribución de Chávez fue “vamos a hacer a todos pobres”. Y entonces somos todos iguales. Yo creo en una sociedad en la que todo el mundo pueda subir en función de su esfuerzo, en función de su trabajo, y de las oportunidades que se le brindan. Sí creo que tiene que haber igualdad de oportunidades, pero cada quien surge con base en su esfuerzo, tiene que existir mérito. Premiar el mérito es lo que transforma una sociedad, porque crea los incentivos para que la gente se esfuerce. Obviamente, aquellos que tienen limitaciones de cualquier forma, la sociedad los ayuda. Tenemos una situación dramática en un sector del país, que ha crecido en una pobreza extrema y que tienen además problemas de desnutrición, de educación… ¿Estás consciente de que la educación pública en Venezuela solo funciona dos días a la semana?
—¿El resto de los días tienen clases en la casa?
—¡El resto de los días nada! ¿Por qué? Porque los maestros ganan tan poco que para que no se les fueran todos los maestros (ya tenemos un déficit de 40% de docentes en el sector público), les dijeron “vayan los otros tres días a la semana a matar tigres, -como decimos en Venezuela, a hacer cualquier otro negocio-, y nosotros les pagamos por dos días de clase”. El resto, esos niños no hacen nada. Nosotros tenemos una generación de niños que no solamente tiene la talla más baja de los últimos 100 años, sino que tiene la educación peor que hace 100 años. Entonces, dense cuenta el desafío que nosotros tenemos como generación. De agarrar a esta generación que se nos quedó atrás. Yo hoy en día yo soy muy popular con los niños, pero creo que voy a dejar de serlo cuando esté en el gobierno, porque yo voy a meter 7 días de clase en la educación pública. Siete días de clase. Tenemos que recuperar.
—¿Cree que Maduro le tenga un miedo particular a las mujeres en la política? Pienso: usted inhabilitada, Corina Yoris impedida de inscribirse como candidata… Pareciera que prefería enfrentarse a un hombre.
—Yo no sé si tiene, pero debería. A las mujeres venezolanas. Pero sí te voy a decir una cosa: yo creo que el ser mujer indiscutiblemente a mí me ha ayudado. Y la etapa en la que más me ayudó fue al principio, porque me subestimaron por ser mujer. Pensaban “es liberal… la familia tiene plata. Y es mujer… Olvídense, no va a llegar a ninguna parte”. Y entonces, yo me dediqué a trabajar.
—La consideraban parte de una élite.
—Bueno, ¿qué define ser élite? Élite no tiene que ver con plata. Élite tiene que ver, en mi criterio, con tener conciencia y espíritu de país, de futuro, de nación. De tener raíces profundas y que te duela el destino de tu nación. Sea en la intelectualidad, en la política, en la academia, en las ciencias. Es una desgracia, porque las élites venezolanas han abandonado a la sociedad venezolana. Hay honrosas excepciones, pero en su mayoría. Y este proyecto que estamos dando a la sociedad venezolana que se siente abandonada, lo estamos dando sin las élites. En algunos casos, a pesar de ellas. Entonces, yo sí creo que esto es un momento de ruptura, más allá de lo que va a pasar el domingo. Aquí ya se produjo una ruptura… cultural, social, muy poderosa. Y que mucha gente todavía no ha percibido y entendido, incluso muchos venezolanos.
—¿Qué harán el domingo si existiera una situación adversa?
—Nosotros vamos a contar los votos y a reconocer lo que digan los votos.
—¿Incluso si los votos los dieran perdedores?
—Lo que pasa es que llevamos una diferencia de 30 o 40 puntos. Tú me dirás, con esta energía que se ha producido en el país, si es probable ese panorama.
—¿Cuánta gente esperan que vote?
—La base del registro electoral es de 16 millones, no de 21 millones, como se dice. Tenemos 4 millones y medio que están afuera. Un millón que han movido de padrón inconsultamente. Entonces, vamos a calcular una alta participación sobre la base de 16 millones.
—Y si el Consejo Nacional Electoral los declara ganadores a ustedes, ¿es suficiente para que Maduro deje el poder?
—Yo creo que el régimen institucionalmente está mucho más frágil de lo que parece. Hay muchos sectores del chavismo que ya me están buscando para colaborar. De distintos sectores.
—¿Y qué le dicen?
—¿Cómo es la transición? ¿Cómo sería la transición para mí? ¿Con ustedes cómo quedo yo?
—¿Y hay algún cuadro valioso?
—Pero claro. Porque hay sectores que están viendo que esto es irreversible.
—¿Y usted qué les responde?
—Yo les contesto que absolutamente sí. Les digo: si ustedes cumplen con las reglas de la democracia, sí…
[
,
, corresponsal:Desde Caracas