Daniel Murgida medita a menudo que la vida del científico es cada vez más dura. Justamente, a contramano de lo que sucede en los países con aspiraciones a algún grado de desarrollo.
“El mensaje que recibimos hoy en la Argentina es que el sistema científico público es poco más que un gasto inútil. En la práctica, se traduce en licuación de salarios, subejecución de fondos para investigación, suspensión de programas de adquisición de equipamiento y reducción de la cantidad de becas doctorales y posdoctorales. Los grupos de investigación comienzan a desmembrarse y los integrantes más jóvenes buscan otros rumbos”, se preocupa.
Como muestra la experiencia global, por el contrario, el gran desarrollo económico apalancado en la ciencia y tecnología es un proceso de largo aliento, que necesita dinero.
“Cuando se tiene continuidad y condiciones macro adecuadas, aparecen las empresas de base tecnológica que hacen su propia investigación y desarrollo, generan empleo de calidad y exportan. Abortar ese proceso en lugar de potenciarlo, creo yo, equivale a resignarnos al subdesarrollo”, observa.
Al pasear su mirada por el laboratorio de Biofisicoquímica y Espectroscopía Raman del Instituto de Química, Física de Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE), que fundó en 2007, no sonríe: “No tenemos acceso en la Argentina a equipamiento pesado de punta, nuestras infraestructuras edilicias son deficientes, los fondos para funcionamiento están congelados y los insumos cuestan hasta cuatro veces más en dólares que en los Estados Unidos”.
Eso que trabaja con equipamiento absolutamente indispensable de análisis espectroscópico y bioelectroquímico valuado en u$1,5 millones, que llegó a comprar con aportes de la alemana Fundación Alexander von Humboldt y la Universidad Técnica de Berlín, de la que fue profesor, junto con subsidios de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
Mientras tanto, aclara que la Facultad de Ciencias Exactas dispone de “recursos humanos con formación que no tiene nada que envidiar a ningún país desarrollado, y que hacen el milagro de producir ciencia internacionalmente competitiva, a pesar de jugar en la B o en la C por infraestructura, equipamiento y financiación”.
Cómo se fundó Eureka Nanobioengineering
Es doctor en Química por la UBA, investigador superior del CONICET -previamente lo fue en el Max Planck Instituto de Radioquímica de Mülheim an der Ruhr y el Instituto de Tecnología Química y Biológica de Lisboa-, autor de más de 170 publicaciones científicas y premio Konex como figura de la fisicoquímica.
Los progresos que realizó mutaron desde el estudio de procesos de transferencia electrónica en proteínas, imprescindibles para el sostenimiento de la vida, hasta el desarrollo de una metodología con el fin de operar una nueva familia de enzimas de interés industrial, para tratar biomasa y remediar aguas residuales.
Quizás imaginara el Río de la Plata detrás de las paredes con ladrillo a la vista de su laboratorio, en el Pabellón II de Ciudad Universitaria, una mañana primaveral de 2022.
Mientras, continuaba abocado al desarrollo de sistemas nanoestructurados para detección ultrasensible, con potenciales aplicaciones que van del monitoreo ambiental a la localización de patógenos. Tal vez lo estuviera entreviendo, bañado por la luz brillante, cuando la puerta de una alegre oportunidad chirrió para abrirse.
Su viejo amigo Damián Álvarez Paggi, con quien había armado el laboratorio y con el que había compartido proyectos de investigación durante una década, trabajaba por esos días en la Fundación Infant, del infectólogo Fernando Polack. Investigaba acerca de proteínas virales que generan estructuras tridimensionales ordenadas de tamaño nanométrico.
Las nuevas ideas combinadas empezaron, entonces, a tomar forma. “La iniciativa fue de Damián, pero no le costó convencerme. Tenemos un denominador común en nuestra concepción científica, nos complementamos y confiamos el uno en el otro, así que sólo necesitábamos un proyecto para volver a trabajar juntos”, continúa.
Acaso el científico ya viera las implicancias. “Empezamos a imaginar cómo emplear las proteínas como moldes, para generar partículas plasmónicas (que interaccionan con la luz) o complejos multienzimáticos (que catalizan reacciones químicas en organismos vivos). Como Damián estaba en contacto con la problemática de los virus respiratorios, la posibilidad de usarlas para desarrollar vacunas surgió como opción natural”, rememora.
Qué hace Eureka Nanobioengineering
La misión de Eureka Nanobioengineering, la startup que fundaron, precisamente consiste en el desarrollo de nuevas herramientas biológicas capaces de crear nanobiodispositivos multifuncionales. Su objetivo es ofrecer soluciones modulares en los campos de la medicina personalizada, la preparación para pandemias y la lucha contra enfermedades infecciosas humanas y veterinarias.
Cuatro meses después del reencuentro, tuvo lugar el siguiente paso de la escena anterior. No fueron millones, pero consiguieron una inversión de la company builder SF500, de Bioceres y la provincia de Santa Fe, por 250.000 dólares.
“Se pagaron en tres cuotas, entre febrero y diciembre del 2023, al tipo de cambio oficial, así que padecimos devaluaciones, restricciones a las importaciones y demás vicisitudes. Aunque disminuidas en poder adquisitivo, nos permitieron afrontar los gastos de la constitución y funcionamiento de la empresa, contrapartes e impuestos de aportes no reembolsables que obtuvimos, y costos de algunos insumos, además de adquirir equipamiento pequeño”, señala.
Pero aún estaban a medio camino. “Lo primero que hicimos fue atacar problemas de reproducibilidad. Eso nos llevó a entender mejor la tecnología. Pudimos validar el concepto de modularidad de una de nuestras plataformas, a la que llamamos NaBiMods. También demostramos la potencialidad y bajo tiempo de respuesta de la segunda plataforma, NaBiBlocks, para desarrollar dispositivos destinados al diagnóstico y tratamiento de enfermedades”, añade.
Como no podría ser de otra manera, hubo que cambiar el ángulo de trabajo. “La ciencia detrás de Eureka nos apasiona. La hubiéramos desarrollado de todas formas. El desafío fue reconfigurar nuestros cerebros al formato de empresa, para hacer de esos desarrollos científicos una tecnología robusta capaz de cristalizarse en productos concretos, que mejoren la calidad de vida de las personas”, asegura.
“Conceptualmente, la idea es usar la lógica de los Legos, en el sentido de disponer de una librería de bloques que puedan ser ensamblados para generar entidades macromoleculares de dimensiones nanométricas. Estos bloques, de naturaleza proteica, son capaces de llevar cargos con funcionalidades de interés”, ilustra.
Las dos plataformas desarrolladas por los creadores de la startup, cuya propiedad intelectual esperan inscribir ante la Oficina Europea de Patentes en las próximas semanas, son tecnologías que explotan ese concepto.
“La variedad de funcionalidades que se pueden combinar es muy amplia: antígenos y adyuvantes para generar vacunas, diferentes enzimas para biocatálisis, y un largo etcétera. Nosotros no vamos a desarrollar todos los productos posibles, pero sí la tecnología para hacerlo y algunos productos puntuales”, destaca.
Revela que, con la tecnología NaBiBlocks, ya generaron nanobiodispositivos capaces de neutralizar el SARS-CoV-2, causante del COVID-19, con una eficiencia “mil veces superior” a los anticuerpos monoclonales aprobados por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU), a un costo “cien veces menor”, y actualizables frente a nuevas cepas.
La misma plataforma también permitió desarrollar un sistema “de alta especificidad y sensibilidad a una fracción del costo”, señala, para detectar una enfermedad del ganado que prefiere guardar en secreto. No obstante, afirma que provoca un “altísimo costo económico”, y que los kits de detección utilizados en la actualidad “son poco sensibles y extremadamente caros”.
Eureka Nanobioengineering: el mercado de u$s700.000 millones
Todavía falta lo mejor. “Existen empresas que comparten aspectos de nuestra filosofía, como BioNTech, Nanoligent, Icosavax y SpyBiotech. Las diferencias radican en la plataforma y sus características en cuanto a modularidad, tipo de link físico entre componentes, actualizabilidad, multivalencia y funcionalidad, estabilidad y costo. Creemos que Eureka es la única que pasa exitosamente toda la checklist”, se entusiasma.
También se hace cargo de las posibilidades. El mercado mundial anual cuya fracción pretenden capturar superaría los u$s700.000 millones antes de concluir esta década. De acuerdo con estudios de la firma Markets and Markets:
- u$s580.000 millones corresponderían al de inmunoterapias
- u$s95.000 millones, al de vacunas
- u$s40.000 millones, al de servicios de descubrimiento de fármacos
El modelo de negocios de la startup abarcaría, en este sentido, un menú que incluiría:
- Licenciamiento de plataformas para aplicaciones y mercados específicos
- Asociaciones estratégicas con empresas para codesarrollos con esquemas de partición de costo y ganancia
- Contratos de investigación y desarrollo con pagos de comisión por anticipo y regalías
- Provisión de componentes para kits de detección
- Desarrollo y validación preclínica de productos para prevención o tratamiento, más su posterior licenciamiento
Si bien las posibles aplicaciones de ambas tecnologías podrían ser innumerables, el científico imagina dos verticales. “La de detección tiene un camino regulatorio más corto, que nos permitirá comenzar a monetizar en poco tiempo. La de vacunas, más largo y costoso, junto con un mayor riesgo asociado. Como contrapartida, su potencial impacto en la salud global es enorme, y las tasas de retorno previstas son superiores”, se explaya.
De hecho, en el primer caso, la startup ya desarrolla sistemas del tipo point of care, es decir que pueden emplearse en un lugar de asistencia sanitaria, para tres patógenos, mediante la tecnología NaBiBlocks.
En el segundo, busca generar un primer prototipo de vacuna con la tecnología NaBiMods, que tenga ventajas en materia de efectividad, menor costo de producción en plantas de baja tecnología, actualización rápida, y sea termoestable para facilitar su almacenamiento y distribución.
“Para eso, estamos en plena ronda de inversión semilla, en conversaciones con tres fondos de venture capital de la región. En paralelo, estamos en tratativas con dos empresas dedicadas a la detección y un organismo internacional de vacunas. Esto va acompañado de un proceso de internacionalización, que incluye la apertura de Eureka España, con la incorporación del biotecnólogo Salvador Ventura como cofundador”, no vacila en afirmar.
Cada vez que Murgida reflexiona un rato en silencio, lo sobresalta la visión del día en que se use un dispositivo con tecnología de Eureka por primera vez en algún hospital o una vacuna de su desarrollo pinche el primer brazo.
“La realidad es que sigo siendo científico y, además, colidero una empresa. Esto significa trabajar más horas e implica un proceso acelerado de aprendizaje de cuestiones que desconocía hasta hace poco tiempo y que hoy forman parte de mi cotidianeidad. Sigo disfrutando de la ciencia básica y de responder preguntas fundamentales. Lo que agregué es la perspectiva de bajar esos conocimientos a productos que mejoren la calidad de vida de la gente y puedan generar empleo y aportar a la economía. Eso me parece maravilloso”, completa fervorosamente.
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