Crítica Deadpool y Lobezno película dirigida por Shawn Levy con Ryan Reynolds, Hugh Jackman, Emma Corrin, Morena Baccarin, Matthew Macfadyen

Finalmente llega a las pantallas el insistentemente perseguido y anunciado reencuentro cinematográfico de Masacre y Lobezno (sobre el título: o Deadpool and Wolverine o Masacre y Lobezno) e incluso antes de que comience la proyección tiene ya que enfrentarse a tres retos.

Tres retos

Primer reto: las buenas sensaciones dejadas por dos largometrajes anteriores del personaje que tenían muy claro el camino a seguir para diferenciarse de toda la fabulación de superhéroes del momento de su estreno.

Segundo reto: la ominosa y gigantesca sombra de las expectativas generadas en el espectador, en parte por la masiva presencia promocional y por las especulaciones gratuitas e invenciones descaradas vertidas en redes sociales y todo tipo de páginas web para conseguir visitas y dar de comer a ese monstruo devorador de likes que es internet.

Tercer reto: meterse en otra historia de multiverso, sobre las que curiosamente uno de los diálogos paródicos de la propia película emite una opinión contundente a pesar de la cual se zambulle en aquello que critica, algo que puede parecer incoherente, pero no lo es porque no debemos olvidar que estamos en el disparatado universo de Masacre, el Mercenario Bocazas.

Del primer reto la película sale bien parada en su secuencia de presentación y créditos de apertura, espectacular momento de acción que es el más cercano y fiel al espíritu visual de las dos películas anteriores. Y en general mantiene ese tono en la primera mitad de la película, hasta la presentación de Cassandra Nova, que junto con su localización y entorno promete más de partido que finalmente le saca el guion.

Frente al segundo reto este reencuentro de Masacre y Lobezno no es responsable de todas las fantasías de recuperación de personajes que han circulado entre los espectadores, pero no cabe duda que, al entrar en el juego del cameo, nuevamente ha sido responsable de alimentarlas en cierto modo, y eso tiene el peligro de que nunca vas a conseguir satisfacer todo lo que el espectador espera ver según la película que se ha montado en su cabeza.

Del tercer reto esta tercera película de Masacre sale mucho mejor parada superando a la floja Doctor Extraño en el multiverso de la locura. Algunos de sus guiños tienen gracia, aunque hay cierta tendencia a un abuso y repetición de los mismos, y en el encuentro con los personajes perdidos no tienen tango gancho humorístico como el que podríamos esperar pensando en las dos películas anteriores de Masacre (recuerden la secuencia de montaje de reclutamiento en Deadpool 2). No llega al nivel de Spiderman no Way home.

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Peligros del guiño y la anécdota

En general la película es lo que promete. Entretiene e incluso tiene a su favor una cierta parcela de homenaje a las producciones de superhéroes Marvel desarrolladas por 20Th Century Fox sirviendo de alguna manera como broche de cierre para las mismas.  Y también se apunta un tanto a favor en la reflexión que, a través de la autoparodia, resume muy bien y con inteligencia las claves de sobrexplotación que han marcado la trayectoria de los dos personajes protagonistas desde que se convirtieron en un éxito en las viñetas, primero en el comic, y posteriormente también en el cine.

Así ambos se convierten en una buena metáfora de la sobreexplotación de franquicias que ha dominado el cine estadounidense en los últimos años. La naturaleza del propio personaje de Masacre y su continuo ejercicio de ruptura de la cuarta pared así lo permite, al tiempo que propone una peculiar posición de inmersión del espectador en la trama desde esa excepcionalidad del paso del off homogéneo al off heterogéneo.

Sin embargo, meterse en la fórmula del guiño constante tiene el peligro de deslavazar casi totalmente la trama o dejarla convertida en otra anécdota en el rompecabezas de micro chistes que son los cameos y apariciones curiosas. Divertidos, pero que por sí mismos no construyen una trama sólida.

Posiblemente parte importante de este problema, que se repite con alarmante frecuencia en numerosas películas de franquicia y más aún en la fórmula de multi franquicia -que se lo pregunten al Thor de Taika Waititi, aunque ésta es mejor que Thor Ragnarok y Thor Love and Thunder-, radica en guiones escritos y reescritos por demasiados guionistas que en es proceso van perdiendo su identidad de relato sólido con una historia que contar para convertirse en mera acumulación de anécdota.

En el caso de este encuentro de Masacre y Lobezno también se produce la impresión de una película escrita desde apuntes de chistes y momentos divertidos coleccionados en conversaciones de los artífices de la película cuando pensaban en las posibilidades que se les abrían con la incorporación al proyecto de Hugh Jackman.

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Lobezno disruptivo y segundo acto

Lo cual me lleva a señalar otro aspecto destacado de la película: la incorporación de Lobezno resulta finalmente disruptiva para el tono y ritmo habitual de las película de Masacre, y el encuentro de ambos personajes queda atascado en un reiterativo discurso de enfrentamiento entre ambos (la secuencia del coche repite algo que nos han contado ya antes, por poner un ejemplo) que no progresa o evoluciona en todo el largometraje, saltando directamente a su tercer acto y desenlace del arco de desarrollo de la relación entre ambos personajes, sin que haya segundo acto.

En general toda la película parece saltar del prólogo y primer acto al tercer acto y desenlace sin pasar por el segundo acto, apenas sugerido o abocetado pero sin desarrollar, como ejemplifica el desperdicio de la posibilidades el entorno que rodea a Cassandra o de un desarrollo más interesante y menos anecdótico del personaje de Dafne Keen, que merece más desarrollo y tiene potencial suficiente como para refrescar el relato en un momento clave de evolución del mismo pero se queda en un desarrollo tan anecdótico como el de los otros cameos que la acompañan, en mi opinión un serio error.

La secuencia que le dan para ponerla ligeramente por encima del mero cameo es además plana y muy repetitiva de algo planteado ya en Logan.

En resumen: la película tiene buenas intenciones que no siempre consiguen resultados. Se distancia del tono más gamberro y disparatado de los anteriores largometrajes de Masacre para dejarle algo de espacio a Lobezno. Pero más allá de la secuencia de montaje a modo de resumen del arco múltiple del personaje de Hugh Jackman, en la que mantiene bien el tono de Deadpool 1 y Deadpool 2 en un homenaje al comic y el chiste en modo guiño, no llega a darle un verdadero espacio de protagonismo en el disparatado universo de Masacre a Lobezno, que queda convertido en una especie de cameo en bucle durante todo el largometraje.

                                                              Miguel Juan Payán

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