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Cuando su hija era más pequeña, decía que su madre se dedicaba a vigilar la Luna, y a Julia de León le gustaba mucho esa descripción de su trabajo. En realidad, la principal labor de esta investigadora no consiste en vigilar ese globo luminoso y cambiante que fascinaba a su hija desde lo alto del cielo cristalino de La Palma, sino que monitoriza asteroides y cometas, dentro de un grupo de astrónomos, perteneciente al Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), que podría considerarse como parte de la élite mundial en este campo.
Desde el punto de vista científico, los asteroides son como cofres repletos de tesoros. Contienen infinidad de compuestos que ayudan a comprender los orígenes del Sistema Solar, e incluso pueden aportar importantes pistas sobre uno de los mayores rompecabezas aún por resolver: la formación de vida. Pero también suponen una amenaza, porque en ocasiones pasan muy cerca de nuestro planeta y pueden llegar a chocar contra su superficie. Hasta ahora, se han identificado más de 35.000 asteroides en las cercanías de la Tierra, de los que unos 11.000 son potencialmente peligrosos, según datos de la NASA. Este es el motivo que ha llevado a fijar el 30 de junio como el Día Internacional de los Asteroides, para concienciar sobre este riesgo.
Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea (ESA) cuentan con sus respectivos departamentos de defensa planetaria, dedicados a la identificación, seguimiento y mitigación de amenazas de cuerpos celestes que podrían colisionar contra la Tierra, principalmente asteroides y cometas. Julia de León acaba de ser designada como la responsable en España de defensa planetaria por parte de la ESA.
“Nosotros consideramos que un asteroide por encima de 100 – 140 metros ya es peligroso a nivel de impacto en la Tierra. Por debajo de ese tamaño puede crear daños, pero serían a nivel local, ya que la atmósfera seguramente provocaría que explotara en altura, como ha pasado en otras ocasiones”, explica De León a RTVE.es, en referencia a los eventos de Cheliábinsk y Tunguska. De hecho, el Día Internacional de los Asteroides toma su fecha de este último, que se produjo el 30 de junio de 1908, cuando un bólido de unos 50 metros de diámetro cayó en un remoto paraje de la taiga siberiana oriental, en el que fue el mayor impacto registrado desde que el ser humano habita la Tierra. Afortunadamente, se produjo en una de las zonas más inhóspitas del planeta, por lo que apenas hubo que lamentar pérdidas humanas.
Asteroides “destructores de planetas”
No ocurriría lo mismo en el caso de un asteroide de gran tamaño, catalogado como “destructor de planetas”, que en cuestión de segundos podría acabar con todo rastro de vida sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, Julia de León recalca que ese tipo de eventos, capaces de provocar una extinción masiva global, son extremadamente improbables. “Los asteroides muy grandes, cuyo tamaño es superior a un kilómetro, similar al que acabó con los dinosaurios, están todos bien identificados”, tranquiliza esta astrofísica, para dejar claro que “podemos tener la seguridad de que no van a impactar contra la Tierra al menos en los próximos siglos”.
“El problema está entre 100 metros y un kilómetro, porque como son más pequeños también son más difíciles de detectar. Según el censo que manejamos, creemos que solo hemos detectado menos de la mitad de la población total“, agrega. Aunque no tengan capacidad para borrar de un plumazo la vida humana sobre la Tierra, el impacto de estos asteroides o cometas podría arrasar ciudades o regiones enteras, ocasionando millones de muertes, y a ellos se dirigen gran parte de los esfuerzos en defensa planetaria.
Tal y como explica Julia de León, su equipo de trabajo, distribuido entre el observatorio del Teide, en Tenerife, y el del Roque de Los Muchachos, en La Palma, donde se encuentra ella, se ha especializado en la detección y la caracterización tempranas de cometas y asteroides. El grupo ha ido creciendo, tanto en número de astrónomos como en recursos, con la instalación de pequeños telescopios totalmente automatizados que se han sumado a la batería de grandes telescopios ya existentes, lo que les permite escanear el cielo y realizar detecciones con una agilidad inalcanzable para el resto de la comunidad científica. “En los últimos años nos hemos puesto a la cabeza a nivel mundial en cuanto a respuesta rápida. Nos dicen, oye, que hay un asteroide que parece que viene a la Tierra, y nosotros nos ponemos a caracterizarlo prácticamente de hoy para mañana. Somos muy rápidos en eso”, afirma De León, sin poder ocultar el orgullo de sus palabras.
“Cuando nos contactan, nosotros activamos nuestro acceso a telescopios e intentamos observar ese asteroide desde todos los puntos de vista, haciéndole un seguimiento durante muchas noches, para refinar la medida su órbita, y lo que suele ocurrir siempre es que disminuye su probabilidad de impacto”, continúa, y explica que es en este seguimiento exhaustivo donde entran en escena los pequeños telescopios de los que disponen, ya que en los telescopios de gran tamaño el tiempo está muy solicitado para todo tipo de observaciones. Aún así, su equipo también tiene acceso a este tipo de instrumentos de mayor potencia, entre los que destaca el Gran Telescopio Canarias, de 10 metros de diámetro, que está considerado como la joya de la corona de la astronomía española.
Misiones DART y Hera
Pero la defensa planetaria no se limita únicamente a observar y calcular órbitas, puesto que podría suceder que algún día esa probabilidad de impacto no disminuya, y los datos constaten la inminencia de una colisión real. En los últimos años, las grandes agencias espaciales han desarrollado misiones cuyo objetivo ha sido aprender a desviar estos cuerpos celestes que podrían tener las mismas consecuencias sobre la Tierra que miles de bombas atómicas simultáneas. La misión DART de la NASA supuso el primer ensayo de defensa planetaria frente a asteroides, y se llevó a cabo en septiembre de 2022. Una sonda espacial, del tamaño de un frigorífico y apenas 500 kilos de peso, se estrelló de manera controlada contra el asteroide Dimorphos, de 160 metros de diámetro y ubicado a aproximadamente once millones de kilómetros de la Tierra. De esta manera, consiguió desviar su trayectoria, como confirmó la agencia espacial estadounidense dos semanas después.
En octubre de 2024, la Agencia Espacial Europea (ESA) tiene previsto lanzar la misión Hera, como parte de su colaboración con la NASA en el programa de defensa planetaria. Esta nueva misión fotografiará y estudiará los efectos de ese impacto de DART, además de profundizar en las propiedades de los dos asteroides que forman el sistema binario de Didymos: Dimorphos y Didymos A.
Julia de León participó en la misión DART de la NASA en 2022, y ha sido designada como responsable de varios grupos de trabajo dentro de la misión Hera, en la que además se hace cargo de un instrumento que va a bordo: HyperScout-H, una cámara hiperespectral que aportará información de color en el rango visible, lo que proporcionará datos esenciales para comprender mejor la composición del asteroide, algo imprescindible para evaluar el impacto de la misión DART y mejorar las estrategias de protección. “Ahora vamos a estudiar el mismo sistema después de cuatro años, cómo ha quedado a nivel estructural ese sistema binario y ese asteroide al que le metimos el petardazo en 2022. Es la primera vez que vamos a tener datos de qué podemos hacer realmente en el hipotético caso de que se acercara uno de estos cuerpos”, valora la astrónoma.
Según explica, existe una ventana de tiempo para poder actuar ante estos asteroides potencialmente peligrosos. “En el caso de aquellos que miden entre 100 metros y un kilómetro, necesitaríamos como mínimo entre 5 y 10 años de antelación”, asegura, e incide una vez más en que este tipo de asteroides son más fáciles de descubrir, pero que “el problema principal está en los que son más pequeños, porque con los telescopios de los que disponemos solo podemos identificarlos cuando ya están cerca de la Tierra, y si viniesen directamente hacia nosotros, no podríamos hacer nada más que prepararnos”. “No hay margen de respuesta”, recalca, aunque también apunta a un último recurso: al tratarse de un impacto sobre una zona concreta de la superficie terrestre, se podría huir a un lugar más seguro. De hecho, una de las ramas de la defensa planetaria se centra en actividades de protección civil.
Quizá la labor de Julia de León no sea tan poética como la de vigilar la Luna, igual que imaginaba su hija, pero su trabajo también es muy importante. Gracias a estos guardianes de los peligros que acechan a nuestro hogar más allá de la atmósfera podemos estar un poco más seguros, al mismo tiempo que nos permiten comprender mejor el cosmos, incluyéndonos a nosotros mismos.
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