La prosopagnosia, más comúnmente conocida como “face blindness” o ceguera facial, es un trastorno neurológico que dificulta la capacidad de reconocer rostros familiares o famosos. Aunque históricamente se pensaba que esta condición era rara, National Geographic señaló que investigaciones recientes sugieren que puede ser más común de lo que se creía. La complejidad y variedad de esta condición la hacen un tema fascinante tanto para la ciencia como para la literatura.
La prosopagnosia, derivada de los términos griegos prosopon (cara) y agnosia (falta de conocimiento), no es una cuestión de agudeza visual o sensibilidad al contraste. En cambio, afecta a la capacidad del cerebro para procesar y recordar los elementos de un rostro. Personas como la periodista científica Sadie Dingfelder viven con esta condición. Para ella, reconocer a alguien conocido es un desafío constante.
Christopher M. Filley, profesor de neurología en la Universidad de Colorado, explicó a National Geographic que “es un trastorno de la función visual superior las personas con esta condición pueden ver una imagen visual, pero no reconocer el rostro”.
Un estudio de 2023 publicado en la revista Cortex reveló que la ceguera facial no es una categoría discreta de personas, sino una condición que existe en un espectro de gravedad y síntomas. Dependiendo de los criterios utilizados, afecta del 1% al 5% de los adultos.
Existen dos formas principales de prosopagnosia: una es genética (desarrollada) y la otra es adquirida. La forma genética puede presentarse en familias enteras, como señaló Sarah Bate, profesora de psicología en la Universidad de Bournemouth en el Reino Unido. En cambio, la forma adquirida suele ser el resultado de una lesión cerebral o un trastorno neurológico.
Las personas con ceguera facial a menudo dependen del contexto para reconocer a alguien. Por ejemplo, es más probable que identifiquen a su pareja en casa que en un lugar público inesperado, como un supermercado. Joe DeGutis, neurólogo cognitivo y codirector del Boston Attention and Learning Laboratory, explicó que “se necesita más exposición para que una persona con prosopagnosia aprenda un rostro”.
Sadie Dingfelder, cuya historia ha sido contada en diversos medios, se enfrenta a desafíos adicionales como la afantasia (dificultad para formar imágenes mentales), la memoria autobiográfica deficientemente severa y la falta de percepción de profundidad. En su libro Do I Know You?, explora cómo estas condiciones afectan su vida y su trabajo como periodista.
Jason Barton, profesor de neurología y neurociencia en la Universidad de Columbia Británica, indicó que algunas personas con prosopagnosia pueden ver diferencias en los rostros si observan fotos cuidadosamente. En un estudio de 2023, investigadores encontraron que aquellas personas con ceguera facial tienen una conectividad funcional y anatómica deteriorada entre el área fusiforme facial y otras regiones de reconocimiento de rostros en el cerebro.
Un aspecto notable es que aproximadamente un tercio a la mitad de las personas con trastorno del espectro autista también tienen problemas para reconocer rostros. Este puede deberse a que tienden a evitar el contacto visual.
Las personas con ceguera facial suelen adaptar sus estrategias de reconocimiento de rostros. Según Bate, aquellos con esta condición tienden a enfocarse en la boca y la parte inferior del rostro, mientras que los “superreconocedores” se centran más en la nariz y el punto medio de la cara.
Dingfelder ilustró a ScienceNews cómo adapta su vida: “No puedes tomarte demasiado en serio cuando constantemente cometes errores tontos”. A pesar de las dificultades, ha aprendido a compensar prestando atención a detalles contextuales y haciendo muchas preguntas, una habilidad esencial para su trabajo como reportera.
La ceguera facial es un trastorno complejo y a menudo difícil de diagnosticar que afecta a una parte considerable de la población. Si bien presenta desafíos significativos, muchas personas con esta condición encuentran formas adaptativas y creativas para manejarla en su vida diaria.
La conciencia y comprensión de este trastorno es crucial, no solo para los afectados, sino también para la sociedad en general, para fomentar una inclusión más amplia y una mejor comprensión de las diversas experiencias humanas.
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