En el tren nocturno que sale de Kyiv rumbo a Chelm, en Polonia, se ven pocos hombres. Los pocos que suben al tren son niños, hombres mayores de 60 años o extranjeros. La mayoría en este tren son mujeres. Desde el inicio de la invasión en 2022 Ucrania decretó ley marcial en el país y los hombres entre 18 y 60 años no pueden salir porque en cualquier momento pueden ser llamados a formar parte de las filas del ejército para defender su país y recuperar un poco sus mermadas filas militares.  

“Maestro” tiene 27 años y es un soldado de la Tercera Brigada de Asalto. Desde que empezó la invasión a gran escala está en el frente de guerra. Estaba de vacaciones con unos amigos en Portugal cuando supo de la invasión, se regresó inmediatamente. Este es su tercer año combatiendo. “No importa lo cansado que podás estar, sabés lo que está en juego”, dice.  

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Antes de la invasión rusa, Ucrania era un país con muchas esperanzas. Si bien, ocupaba el puesto 74 en el Índice mundial de Desarrollo Humano, 36 puestos por debajo de Portugal, el país de Europa Occidental con la evaluación más baja, Ucrania apostaba a entrar a la Unión Europea y vencer la perenne corrupción que los ha diezmado. Desde 2008 han intentado formar parte de la OTAN sin éxito. El 24 de febrero de 2022 todo cambió.  

Tras 27 meses de la invasión, aún no hay luz al final del camino y sus aflicciones son mantenerse con vida, proteger a sus hijos y evitar que Rusia literalmente los borre del mapa y de la historia. 

“Maestro” es un soldado ucraniano de la Tercera Brigada de Asalto. Este es su tercer año en el frente de guerra.

“No podemos sobrevivir sin esto” 

El pasado mayo entró en vigor en Ucrania una controvertida ley de reclutamiento para resistir la ofensiva rusa. La ley de movilización de civiles obliga a todos los hombres entre 18 y 60 años a registrarse en una base de datos y cargar con su documento de registro. La nueva ley rebajó la edad de reclutamiento de 27 a 25 años y obliga a los ucranianos en edad de servicio que están en el extranjero a registrarse en la embajada del país donde residen. De no hacerlo les negarán asistencia consular y tramitación de pasaporte.  

De las medidas más controversiales es que la ley permite que algunos presos se unan a las filas del Ejército. Hasta finales de mayo, más de 2,000 presos pasaron su examen físico y recibieron la aprobación. En diciembre pasado, el presidente Volodymyr Zelensky dijo que las Fuerzas Armadas esperaban poder reclutar alrededor de 500,000 nuevos soldados.  

Todo esto, la nueva ley de movilización, dice el secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksandr Lytvnenko, en su oficina en Kyiv, ha sido un gran tema de discusión en los últimos meses. “Quienes querían pelear tenían nuestro apoyo. Desafortunadamente el número de voluntarios es limitado”, asegura. “No es agradable, por supuesto que no es un proceso bonito, pero no podemos sobrevivir sin esto”. Lo mismo opina el comisionado de Derechos Humanos del Parlamento de Ucrania, Dmytro Lubinets: “Si no lo hacemos, los rusos perpetrarán más crímenes de guerra. Tenemos que sobrevivir como nación. No podemos hacerlo sin movilización”.  

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Andriy, de 29 años, y quien prefiere no dar su apellido, dice que este tema no lo ha dejado dormir por las noches. “No quiero ir a combatir, me da miedo”, afirma. Es flaco y alto, y confiesa que las destrezas físicas no son su fuerte. Nunca ha sido bueno, dice, ni siquiera para los deportes. Quiere a su país, insiste, pero no quiere morir. “Yo solo quiero seguir con mi vida”, aclara.  

Andriy no es el único que se siente así, hay miles en el país. Una investigación de la BBC publicada en noviembre de 2023 asegura que desde el inicio de la invasión a agosto de 2023 casi 20,000 hombres habían huido para evitar ser reclutados. A la fecha sigue habiendo intentos diarios, algunos son detenidos en las fronteras. “Todos estamos pensando en esto todos los días, mis amigos, mis hermanos”, asegura Andriy.  

“Solo estábamos viviendo nuestras vidas y alguien quiere borrarnos” 

A raíz de la invasión a gran escala en Ucrania se libran luchas de luchas. Los soldados que están en la guerra que arriesgan su vida para defender su país, los ciudadanos que viven en territorios ocupados que buscan la forma de sobrevivir, los familiares que batallan para recuperar a sus hijos o nietos que han sido deportados a Rusia, los que quieren huir del país, los que han decidido refugiarse en otro lado. En Ucrania no es solo la batalla de un país invadido que lucha por su independencia y libertad, es también las batallas de cada uno de sus ciudadanos en su día a día. 

“Estuve en antidepresivos por un año, la verdad es que somos un país entero con estrés postraumático”, dice Olga Kostina, traductora de profesión. En poco más de dos años las prioridades cambiaron para ella, para todos.  “Me gustaba viajar, solía viajar con mi novio, pero mi novio ahora no puede salir del país. No tengo cabeza para planear un viaje tampoco, esperaré a que la guerra termine”, asegura.  

Según las cifras de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, más 6.5 millones de ucranianos se han refugiado. Eso sería equivalente a vaciar Nicaragua entera. Además, casi 4 millones de personas han tenido que desplazarse forzosamente dentro del país.  

Vista de la ciudad de Kyiv desde un mirador del Parque de la Colina Volodymyrska.

“Solo estábamos viviendo nuestras vidas y alguien quiere borrarnos”, dice Daria Herasymchuk, asesora y comisionada presidencial de Ucrania para los derechos del niño y rehabilitación infantil. De acuerdo con las cifras oficiales ucranianas, casi 20,000 niños han sido deportados a Rusia. “Borran sus identidades, es lo primero que hacen al llegar, los obligan a comenzar el día cantando el himno nacional de Rusia, les lavan el cerebro y les dicen que es mejor que los adopte una familia rusa”, asegura Herasymchuk. Se trata de un procedimiento de “reeducación”, dice el comisionado de Derechos Humanos. “Les dicen que Ucrania nunca existió, que la cultura ucraniana nunca ha existido”. Le llaman la “rusificación” y también está ocurriendo en los territorios ocupados por Rusia, donde en las escuelas han reemplazado el sistema educativo de Ucrania por el de Rusia y se les obliga a hablar ruso.  

En el día a día cada uno hace lo que puede en esta guerra. Oksana Pyshna asegura que será voluntaria hasta que la guerra termine y que ella, su hermana y su mamá seguirán dando la mitad de su salario para ayudar a los militares. Ihor Bartkiv y Oleksander Ostapa son voluntarios también y llevan dos años documentando y recogiendo evidencia de los crímenes cometidos en Bucha, en la región de Kyiv. “Maestro” planea seguir en el campo de batalla hasta que sea necesario. Pero también están esos que no quieren más hablar, los que quieren olvidar y simplemente poder seguir con sus vidas. 

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By Diario

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