Después de todos los lamentos, todas las disquisiciones, los mensajes del capitán y las charlas internas, Inglaterra sigue seca. Pero sigue adelante. Cerró en Colonia la primera fase con solo dos goles en tres partidos, pero en cabeza de su grupo, a la espera de un tercero para su cruce de octavos del domingo, en el lado del cuadro que le cruzará luego con Italia o Suiza. Su sequía condenó también definitivamente a Croacia, que dependía de una goleada suya a Eslovenia, que celebró su pase a la fase del KO por primera vez en su historia. Nada más lejos: la celebración del rival comenzó con Oblak, el portero imbatido en una noche en la que Inglaterra no encontró lo que buscaba.
0
Jordan Pickford,
Kieran Trippier,
Marc Guéhi,
John Stones,
Kyle Walker,
Conor Gallagher,
Jude Bellingham,
Declan Rice,
Bukayo Saka,
Phil Foden,
Harry Kane,
Kobbie Mainoo (Conor Gallagher, min. 45), Cole Palmer (Bukayo Saka, min. 70), Trent Alexander-Arnold (Kieran Trippier, min. 83) y Anthony Gordon (Phil Foden, min. 88)
0
Jan Oblak,
Zan Karnicnik,
Jaka Bijol,
Vanja Drkusic,
Erik Janza,
Timi Max Elsnik,
Jan Mlakar,
Petar Stojanovic,
Adam Gnezda Cerin,
Benjamin Sesko,
Andraz Sporar,
Josip Ilicic (Benjamin Sesko, min. 74), Zan Celar (Andraz Sporar, min. 85), Jon Gorenc Stankovic (Jan Mlakar, min. 85) y Jure Balkovec (Erik Janza, min. 90)
Arbitro Clément Turpin
Tarjetas amarillas
Trippier (min. 16), Erik Janza (min. 21), Marc Guehi (min. 67), Jaka Bijol (min. 71), Foden (min. 76)
Gareth Southgate asomó un poco antes que sus jugadores. Llevaba dos botellines de agua contra el calor húmedo. O para pasar el trago. Antes de buscar su asiento, entró unos metros al campo y aplaudió la grada, cuajada de banderas inglesas, casi una por condado, convocadas más a una jornada de introspección que a un partido. Inglaterra anda buscando algo aparentemente sencillo: a Inglaterra. El seleccionador aplaudió a su gente, quizá por la paciencia, quizá por el entusiasmo que no ha apagado ni el disparate que les había servido hasta entonces.
Su equipo se desplegó con la cautela de quien vuelve a aprender a caminar después de un accidente grave: un pasecito aquí cerca, otro allá sin mucho riesgo. Por lo menos parecían distribuidos de manera armónica, sin los solapamientos de los dos primeros partidos. Foden y Bellingham no se movían con riesgo de colisión: el del City empezó encima de la línea de la banda izquierda, con el del Real Madrid rondando por el centro. Y cuando Foden se veía arrastrado por la fuerza gravitatoria de la portería, el otro se alejaba de su trayectoria hacia el costado. Primero la estructura. Esta vez, además, al lado de Rice en el centro del campo había un centrocampista (Gallagher), donde antes estuvo un lateral (Alexander-Arnold). Poco a poco. Aunque se mostró tan impreciso que Mainoo lo sustituyó tras el descanso: tercer intento.
Todo bien si hubieran estado solos sobre la hierba. Pero Eslovenia también tenía sus planes. Nada de cavilaciones. Nada de búsqueda interior. Robo y acelerón. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando Pickford se encontró en las manos un cabezazo blando de Sesko. Inglaterra masticaba la pelota con ese punto de angustia que asoma cuando un bocado empieza a secarse. Y Sporar probó otra vez a Pickford.
Los aplausos del principio de Southgate no parecían en balde. La grada se mantenía con ellos. Es más: en algunos lances parecía intentar dirigir las operaciones. Veían a Rice con la pelota y unos metros por delante, y vibraban como si estuviera a punto de suceder algo transformador. Aunque acabara de cruzar el centro del campo. Le alentaban a acelerar hacia la portería, que en inglés comparte nombre con meta (goal). Para ellos debería ser más evidente. Pocas veces se vio a tanta gente junta fingir la inminencia del placer. Y pocas veces tantos jugadores aplaudieron tantos pases malos de sus compañeros. Para dejar de bostezar, Kane se descolgaba al centro del campo a recordar cómo era el balón.
Quizá necesitaban eso, una sesión de terapia, porque poco a poco Elsnik y Cerin fueron viendo la pelota menos a menudo y Sesko se fue secando de soledad. Del lado inglés, había menos palmaditas y más picante.
Entonces, Foden emergió de la neblina que los había desdibujado. Agitaba las aguas estancadas entre líneas, desordenaba con el regate, picaba al espacio tras la defensa, despertaba a Oblak con una falta directa. Con él espabiló también Bellingham, que encontró las zonas de las que desaparecía Foden, o que desaparecía para que él encontrara pista. Eslovenia se había disipado, pero aguantaba. Faltó Saka por asomar. Le sustituyó Palmer, que desperdició la última ocasión en el regazo de Oblak. Antes de que los eslovenos festejaran con él. Antes de que Southgate se quedara aplaudiendo otro poco a la grada.
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