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En mayo, el Sol disparó una andanada de erupciones cargadas de radiación. Cuando chocaron contra la burbuja magnética de la Tierra, el mundo disfrutó del despliegue de las iridiscentes auroras boreales y australes. Pero nuestro planeta no fue el único en la línea de fuego.

Pocos días después del espectáculo de luces de la Tierra, otra serie de erupciones salió despedida del Sol. Esta vez, el 20 de mayo, Marte fue asolado por una tormenta de proporciones descomunales.

Según Shannon Curry, investigadora principal de la sonda de la NASA Atmósfera de Marte y evolución volátil (MAVEN, por su acrónimo en inglés), de la Universidad de Colorado en Boulder, observado desde Marte, “se trató del evento de partículas energéticas solares más fuerte que hemos visto hasta la fecha”.

Cuando llegó el aluvión, desencadenó una aurora que envolvió Marte de polo a polo en un resplandor brillante. Si estuvieran en la superficie marciana, “los astronautas podrían ver estas auroras”, dijo Curry. Basándose en los conocimientos científicos sobre la química atmosférica, ella y otros científicos afirman que los observadores en Marte habrían visto un espectáculo de luz verde jade, aunque ninguna cámara en color lo captó en la superficie.

Pero es una gran suerte que no hubiera astronautas allí. La delgada atmósfera de Marte y la ausencia de un escudo magnético global hicieron que su superficie, registrada por el rover Curiosity de la NASA, recibiera una dosis de radiación equivalente a la que emitirían 30 radiografías de tórax —no una dosis letal, pero desde luego nada agradable para la constitución humana.

Aunque las auroras del mes pasado fueron cautivadoras, sirvieron como recordatorio de que Marte puede ser un lugar peligroso y asfixiado por la radiación, y que los futuros astronautas que lo visiten tendrán que tener cuidado. “Estas tormentas solares son muy potentes”, dijo Curry.

Los tubos de lava, largas cuevas forjadas por la actividad volcánica, pueden proporcionar a los viajeros en Marte un refugio resistente a las tormentas solares. Pero las partículas nocivas del Sol llegan a este planeta en cuestión de minutos, por lo que los terrícolas tendrán que andar con pies ligeros.

En otras palabras, si eres un astronauta en Marte, “será mejor que te mantengas al día de las previsiones meteorológicas espaciales”, dijo James O’Donoghue, astrónomo planetario de la Universidad de Reading, en Inglaterra.

Cuando surgió la megaerupción del 20 de mayo, enseguida se vio que era formidable. Una potente erupción solar alcanzó Marte en primer lugar, bañándolo en rayos X y gamma. Pisándole los talones llegó una potente eyección de masa coronal —una lluvia de partículas cargadas procedentes del Sol. “Me parecieron muy rápidas”, dijo Mathew Owens, físico espacial de la Universidad de Reading.

Cuando las partículas de una salva de disparos solar llegan al hogar de la humanidad, quedan atrapadas en el campo magnético de la Tierra y descienden en espiral hacia los polos magnéticos norte y sur. Allí, rebotan en diferentes moléculas de gas de la atmósfera, las cargan de energía temporalmente y desatan estallidos de una miríada de colores visibles.

Marte perdió su campo magnético hace eones, cuando sus entrañas ricas en hierro dejaron de agitarse, por lo que el bombardeo solar de mayo no fue interceptado. “Nada impide que estas partículas penetren en la atmósfera”, explicó Nick Schneider, científico jefe del espectrógrafo de imágenes ultravioletas de MAVEN, de la Universidad de Colorado en Boulder.

Sometidas a un azote global, las auroras se encendieron en todo el planeta. La sonda MAVEN documentó un estruendoso resplandor ultravioleta, mientras que en la superficie habría sido visible un ligero tono verde emanado de los agitados átomos de oxígeno de la atmósfera.

Algunos de los robots residentes en Marte sufrieron los efectos más desagradables de la tormenta. Las partículas cargadas golpearon las cámaras de navegación del Curiosity y las cámaras de seguimiento estelar del satélite Mars Odyssey, lo que lo inundó por completo de estática como “nieve”.

Las tormentas solares también pueden degradar los paneles solares de una nave espacial. La vorágine de mayo no fue una excepción. “Los paneles solares de todos recibieron un golpe”, dijo Curry. Añadió que una tormenta solar como la del 20 de mayo “causa aproximadamente la misma cantidad de degradación que solemos ver a lo largo de un año”.

Ninguna de las naves sufrió daños graves y los datos científicos que registraron han sido bien recibidos. Pero puede que estas sondas no siempre salgan indemnes ante la furia del Sol. “El equipo científico se emociona cada vez que vemos estos sucesos”, dijo Curry. “El equipo de operaciones de la nave espacial, no tanto”.

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By Diario

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