El progreso consiste en renovarse. Lo dijo un filósofo bilbaíno apellidado Unamuno y, si es cierto, la antigua Sociedad de Caminos y Regadíos, rebautizada Sacyr, progresa. La empresa ha dejado de ser una constructora con concesiones para convertirse en una concesionaria con construcciones. La compañía, constituida en 1986 por directivos de Ferrovial, cuenta con 73 concesiones entre autopistas, hospitales, aeropuertos, ferrocarriles y activos de agua con un ciclo de vida medio de 26 años. De esa fuente mana ya el 93% del beneficio bruto y Sacyr afina la estrategia para que el porcentaje alcance el 95% en 2027. Una cartera a plazo fijo. La concesionaria apuesta por el traje nuevo —proyectos greenfield, construidos y gestionados desde cero—, el acento inglés —su gran objetivo es el mercado de EE UU— y la pérdida de peso con la venta en 2023 de filiales como Valoriza y Sacyr Facilities, dedicadas al medio ambiente y la gestión de edificios, respectivamente.

Adelgazar mucho y deprisa tiene riesgos, pero Sacyr asegura que todo está controlado. Vende negocios no estratégicos y lo compensa con nuevas concesiones. “Desde 2022″, explican fuentes de la compañía, “Sacyr ha puesto en operación 11 activos. Además, en los dos últimos años se ha adjudicado ocho contratos de concesión en todo el mundo: EE UU (autopista I-10 en Luisiana y Velindre Hospital), Italia (Via del Mare), Colombia (Canal del Dique y Buga-Buenaventura), Chile (Ruta 78 y el aeropuerto de El Loa) y Perú (Anillo Vial Periférico). Estos activos suman una inversión prevista de 8.500 millones de euros”. El valor de los activos concesionales de Sacyr se ha incrementado en los tres últimos años en 750 millones y a día de hoy se sitúa en 3.600 millones. Menos grasa y más fibra para lucir traje.

“La estrategia del grupo”, sostienen los analistas de Renta 4, descansa en “el crecimiento en concesiones con bajo riesgo de demanda favorecidos por su integración vertical que permite una alta generación de valor”. El plan 2024-2027 presentado en mayo remacha el clavo. Objetivo: más concesiones, mayores y de mayor rentabilidad. Dinero a plazo fijo con ingresos ligados a la inflación y riesgo limitado. Los analistas han acogido bien los cambios. La compañía presume en su página corporativa de las recomendaciones de los analistas a los inversores sobre la conveniencia de comprar sus acciones —Barclays, Santander, Bankinter, Sabadell, CaixaBank—. En Bolsa, el valor registra una subida del 19% en los últimos 12 meses y del 8% en lo que va de año, a pesar del bajón provocado por la ampliación de capital realizada en mayo para obtener 222 millones e invertir en nuevos proyectos concesionales.

El plan a tres años contempla inversiones de 1.000 millones en el desarrollo de concesiones; un crecimiento del beneficio bruto (ebitda) del 6%, hasta 1.610 millones; un beneficio neto de 265 millones y una subida del flujo de caja del 60% (hasta 1.350 millones) respecto a 2023. Los análisis indican que son cifras creíbles si todo va bien. Y lo parece. Sacyr ganó el pasado año un 39% más que un año antes y en el primer trimestre ha ganado 25 millones, un 5,6% más. Es cierto que en 2023 vendió filiales —Valoriza y Sacyr Facilities— por más de 500 millones y también es cierto que bajó la facturación un 7,6%, pero, en general, la estrategia convence. Entre otras cosas porque la concesionaria ha mostrado alguno de sus triunfos. Como la próxima creación de una sociedad vehículo (SPV) con activos —concesiones ya maduras— por valor de entre 1.700 y 2.000 millones en la que Sacyr dará entrada a uno o dos socios minoritarios. La sociedad ya tiene nombre, Voreantis, y fecha de activación: finales de 2025 o principios de 2026.

En la balanza de los analistas pesa el compromiso de distribución de beneficios. Sacyr ha anunciado que repartirá un mínimo de 225 millones de dividendo en el periodo 2025-2027. Será en dinero, no en papeles (script dividend), como en la actualidad y sin descartar recompra de acciones para nutrir el valor. Un bonito paisaje con zonas de sombra por la nube de deuda.

La deuda de Sacyr, asociada a la financiación a largo plazo de proyectos, ascendía en el primer trimestre a 6.415 millones de euros, un 5% más. Según la empresa, es solo la consecuencia del éxito. “Sacyr, al ser una empresa concesionaria y por tanto inversora, incrementa el endeudamiento asociado a los proyectos que gana y cuyo servicio de deuda pagan ellos mismos sin recurso a la matriz”, explican desde la compañía. Porque para los gestores, lo que cuenta es la deuda vinculada a la matriz, la corporativa. Y en ese apartado, los números son buenos. “La deuda neta con recurso”, precisa Sacyr, “se ha reducido de 818 millones en 2019 a 322 millones en el primer trimestre de 2024″. Son, euro arriba, euro abajo, 0,8 veces el beneficio bruto. Un dato clave para la medalla que persigue Sacyr antes de 2027 —el investment grade—, un grupo de calificaciones crediticias que implican bajo riesgo de impago (desde AAA a BBB-) y que facilitan la emisión de deuda a tipos bajos.

Accionariado

Si los planes se cumplen, en 10 años Sacyr será una empresa tres veces más grande, con activos por valor de 10.000 millones y el ladrillo en el recuerdo. La construcción llevó a la compañía hoy controlada por el empresario Demetrio Carceller (petrolera Disa, 14,59%) y José Manuel Loureda Mantiñán (7,32%), fundador y expresidente, a desempeñar un papel protagonista en la función empresarial de la España de principios de siglo. Lo hizo de la mano de otro de sus fundadores, Luis del Rivero, presidente de la compañía —entonces Sacyr Vallehermoso— entre 2004 y 2011. Sacyr llegó a ser el accionista principal de la petrolera Repsol a base de crédito bancario. De aquella aventura, evaporada con la burbuja inmobiliaria, solo queda el recuerdo. Y un asiento. El actual presidente y consejero delegado de Sacyr, Manuel Manrique —otro de los fundadores—, mantiene silla en el consejo de Repsol como externo independiente a pesar de que Sacyr vendió su último paquete de acciones en la compañía de Brufau hace dos años.

Manrique, de 70 años, primer ejecutivo desde hace 13 años, limitará sus funciones el próximo año. Los accionistas principales, Carceller y Loureda, tendrán que dar el plácet a un nuevo consejero delegado para dirigir la orquesta. El actual presidente anunció hace unos meses el desdoblamiento de las funciones ejecutivas en 2025. Al nuevo le toca interpretar una partitura que, a estas alturas, no es muy original, pero sí rentable. Todas las grandes constructoras españolas van culminando la salida del sector de los servicios que iniciaron años atrás para volcarse en el negocio de las concesiones. De Sacyr a Ferrovial, pasando por ACS, OHLA y FCC, todas las cotizadas —salvo Acciona—, han virado hacia las concesiones de buena rentabilidad en el exterior. Que sea para bien.

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By Diario

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