“Le dolía su país como si le hubiera podrido la sangre. Le dolía afuera y en la médula, en la raíz del pelo, bajo las uñas, entre los dientes”. Esta frase de la novela El señor Presidente podría condensar la medida del dolor del Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, el escritor guatemalteco que murió el domingo 9 de junio de 1974, en Madrid, y que fue enterrado por decisión de su hijo menor, homónimo de su padre, en el cementerio Père Lachaise, en la capital de Francia. La reparación póstuma no restaña las heridas provocadas por gobiernos de derecha, autoritarios y genocidas, que desterraron y persiguieron al escritor considerado “comunista”, un narrador que tenía a su país natal tatuado en su piel. A cincuenta años de la muerte del autor de la Trilogía bananera, Miguel Ángel Asturias hijo fue invitado por el actual presidente guatemalteco, Bernardo Arévalo, el hijo del primer presidente democrático, a participar de la ceremonia de homenaje. El hijo del escritor anunciará que el cuerpo de su padre será repatriado a Guatemala en el mismo año en que se celebrará los 125 años del nacimiento del escritor, el próximo 19 de octubre.
El hijo del escritor nació en Guatemala en 1941 y desde los 18 años vive en Buenos Aires. Su dulce acento guatemalteco sobrevive al paso del tiempo como si hubiera llegado ayer a la Argentina. Habla con un amor descomunal de su padre y del momento esperanzador que vive Guatemala desde que ganó la presidencia Bernardo Arévalo, el hijo de Juan José Arévalo, el primer presidente guatemalteco que envío a Asturias padre como agregado cultural de la Embajada de Guatemala en la Argentina.
“Arévalo ganó la presidencia, pero el poder judicial le está poniendo muchas trabas”, explica el hijo del escritor en la casa de Villa Urquiza de su compañera, la socióloga guatemalteca Beatriz Barrera, “Bea”, como él la llama. Cuando asumió Arévalo, el 14 de enero pasado, Bea y él viajaron a Guatemala. “Cómo estaría de complicada la situación que juró diez minutos antes de que hubiese un golpe de Estado porque el 15 de enero, si no juraba Arévalo, tomaba la presidencia el Congreso de la República. Por fortuna, a las doce menos diez de la noche se consiguió quórum para poder nombrarlo y que jurara como presidente”, recuerda Asturias y destaca la emoción que sintió al ver a todas las comunidades indígenas en el acampe de Gerona. “Lloré como cuatro veces caminando por ahí porque nunca había visto tanta alegría en Guatemala y tantas ganas de salir adelante”.
Miguel Ángel, que estudió la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, hace cuarenta años que trabaja en la divulgación de la obra de su padre. Después del golpe de Estado de 1954, organizado por la CIA para derrocar a Jacobo Árbenz, por oponerse a los intereses de la United Fruit Company, Asturias, el escritor comprometido con Guatemala y América Latina, fue considerado “comunista”, aunque no estuvo afiliado a ningún partido político. “La derecha guatemalteca, que mantiene el poder económico, lo ve todavía como si fuera el diablo”, cuenta con asombro. Como Blanca Mora y Araujo, la segunda esposa del autor de Hombres de maíz y Mulata de tal, era argentina, se exilió en Buenos Aires, donde escribió los cuentos urgentes de Week-end en Guatemala. “Mi padre denunció todo lo que pasaba en Guatemala y fue un escritor solidario con todos los movimientos de liberación de América Latina”, precisa el hijo y recupera un episodio que lo marcó en su infancia.
Las llamas arden y el niño no comprende por qué están quemando los libros de su padre en la plaza pública de Guatemala en 1954. Los textos de Asturias fueron prohibidos hasta la firma de la Paz en 1996, cuando se volvieron a publicar los libros del Premio Nobel de Literatura. “Toda su obra está escrita sobre Guatemala, aunque casi la mitad de su vida la pasó en el exilio, sin poder volver a su tierra. Una parte de su obra es de denuncia política, como la Trilogía bananera –integrada por las novelas Viento fuerte, El papa verde y Los ojos de los enterrados–, donde cuenta cómo la bananera United Fruit Company se va haciendo dueña de toda Guatemala. Mi padre escribió esta trilogía para que las futuras generaciones puedan leer lo que pasaba en ese momento en forma de novela”, comenta y agrega que cuando ganó el Nobel de Literatura en 1967 le preguntaron qué deseaba en ese momento. “Mi padre contestó que deseaba que su obra fuera leída en su país como era leída en Suecia porque eso significaría que el analfabetismo había terminado en Guatemala”.
El año pasado consiguió que se publicaran por primera vez dos obras de su padre, Leyenda de Guatemala y El señor Presidente, en cakchiquel, uno de los idiomas maya más hablados. “Eso me llena de alegría porque realmente tengo una gran admiración y un gran amor a mi padre”, subraya Miguél Ángel y la sombra de un recuerdo le nubla la mirada. Su hermano mayor Rodrigo (1939-2005) adoptó el nombre de Gaspar Ilom, protagonista de Hombres de maíz, como comandante en jefe de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), una organización guerrillera de Guatemala. “Mi hermano le mandó una carta muy hermosa a mi papá, desde la montaña, cuando se enteró de que había ganado el Nobel, en la que le decía que se sentía orgulloso porque su literatura se lo merecía, pero que desgraciadamente no lo podía acompañar porque estaban en situaciones totalmente diferentes. Él era embajador en Francia de un gobierno que mi hermano estaba queriendo derrocar. Y le pedía que renunciara al Nobel. Yo traté de explicarle a mi papá que fue él quien formó política y literariamente a mi hermano. ‘Papi, si usted hubiese tenido la edad de mi hermano, usted hubiese ido a la guerrilla también. Estoy convencido de eso”. Después de unos segundo de silencio, Miguel Ángel aclara: “Mi padre no aceptó la lucha armada en Guatemala, no creía que fuera la solución para el país y sufría porque su hijo podía morir en cualquier momento”.
Asturias padre fue internado de urgencia en Madrid a mediados de mayo de 1974, después de participar de un congreso literario. Los médicos le dijeron que no había nada que hacer. El cáncer se había adueñado de todo el cuerpo del escritor. De palabra le había manifestado la intención de donar sus manuscritos a la Biblioteca Nacional de Francia. Miguel Ángel redactó la donación que firmó su padre. “Ahí me agarró la mano y me dijo: terminé”. La voz del hijo tiembla como un volcán atravesado por la congoja. El actual presidente guatemalteco declaró por decreto el “Año Miguel Ángel Asturias”, que comenzará el 9 de junio del 2024 y se extenderá hasta el 9 de junio de 2025. “Mi padre vuelve a Guatemala; llegó el momento. Ojalá que el regreso sirva para la unión entre los guatemaltecos”, desea el hijo con la esperanza brillando en sus pupilas.
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