Las cefaleas son un motivo de consulta muy frecuente en la edad pediátrica. Se trata de un problema de salud que no solo afecta físicamente, sino que también puede afectar al bienestar social y emocional de los niños que la padecen. “La migraña puede debutar a cualquier edad, es frecuente que debute un poco antes en niños que en niñas”, afirma Germán Latorre (45 años, Elche), neurólogo del Hospital Universitario de Fuenlabrada (Madrid). Y añade un dato: “Afecta aproximadamente a un 20-25 % de la población mundial, es la tercera enfermedad más frecuente en cuanto a prevalencia y la primera causa de consulta en neurología”.

“En los menores en general, si las migrañas no tienen una repercusión en su funcionalidad, es mejor no tratarlas y no dar muchos fármacos”, explica. Latorre insiste en que, ante una migraña, no se debe medicalizar a los niños en exceso y los padres tienen que confiar en el criterio profesional.

PREGUNTA. ¿Qué se entiende por migraña infantil?

RESPUESTA. La migraña infantil realmente es la misma que en adultos: es una enfermedad neurológica y crónica que evoluciona de forma cíclica. Normalmente, aparece en forma de crisis que tienen una duración y una frecuencia que puede ser variable. A lo largo de la vida es frecuente que haya momentos de empeoramiento y de mejoría más o menos espontáneos o asociados a algún factor ambiental, como también cambios en la sintomatología. La migraña es una enfermedad de causa desconocida. Creemos que hay una serie de factores genéticos porque la mayor parte de las personas con migraña tiene antecedentes. Las personas con migraña la tienen desde el momento de la concepción.

P. ¿Qué diferencias tiene con la migraña en adultos?

R. La diferencia es que al ocurrir sobre un cerebro en desarrollo es frecuente que haya síntomas diferentes. Los niños pequeños a veces no tienen dolores de cabeza, tienen otros síntomas diferentes que muchas veces son más difíciles de reconocer como migrañosos. Por ejemplo, hay algunos que tienen un dolor abdominal, de tripa, recurrente, durante 24 o 48 horas y luego se les quita. Muchos de ellos, cuando crecen y tienen migrañas y vienen a la consulta del adulto, vemos que tienen un montón de procesos en la infancia de gastroenteritis o el síndrome de vómitos cíclicos.

P. ¿Cómo se pueden diferenciar la migraña de otros tipos de dolores de cabeza?

R. El diagnóstico de migraña es clínico, no disponemos hoy en día de un marcador biológico, es decir, una prueba diagnóstica, algo que podamos ver en una analítica o en un escáner. Para ello se han establecido unos criterios por consenso. Habitualmente en la migraña no hay que hacer ninguna prueba complementaria y mucho menos en la infancia. Las características del dolor es que es intenso, afecta a un lado de la cabeza y suele ser asociado a intolerancia sensorial: molestar las luces, los ruidos, los olores y el tacto, sobre todo en la zona del cuero cabelludo. Se asocia a náuseas y vómitos y empeora con la actividad física habitual o con el movimiento. Los criterios no obligan a tener todas estas características, sino que pueden darse combinaciones que nos permitan el diagnóstico. Este se basa en la anamnesis, en preguntarle al paciente por sus síntomas y en una adecuada exploración física. En niños, esta anamnesis se tiene que ver complementada con los datos recogidos por el padre o la madre y de las circunstancias sociales, educativas o académicas del menor.

Lo habitual es que la migraña aparezca entre la infancia y la adolescencia.Jessie Casson (Getty Images)

P. ¿A qué edad puede debutar la migraña?

R. La migraña puede debutar a cualquier edad, lo normal es que lo haga entre la infancia y la adolescencia. Es frecuente que se dé un poco antes en niños que en niñas. En ellas puede o suele aparecer un poco más tarde, hacia la menarquía, pero esto tampoco es una regla matemática. Luego depende de qué consideremos migraña, porque como he comentado hay precursores y síndromes que sabemos que se asocian a un riesgo de desarrollarla. Por ejemplo, se sabe que un síndrome precursor de la migraña son los cólicos del lactante, los niños que los padecen tienen más riesgo de ser personas con migraña en la edad adulta. Otro síndrome muy frecuente en la infancia que también se ha asociado a la migraña es lo que llamamos la cinetosis, son los niños que se marean mucho en el coche, que en viajes muy cortos vomitan, incluso en trayectos extraordinariamente cortos.

P. ¿Cuáles son los tratamientos disponibles?

R. El tratamiento de la migraña se estructura en tres partes: las medidas higiénico-dietéticas, el tratamiento abortivo de las crisis y el tratamiento preventivo. Las medidas higiénico-dietéticas consisten en explicar a paciente y familia cuál es el diagnóstico, pronóstico, etcétera. Que no tiene cura, pero no se asocia a una enfermedad grave. Sin embargo, puede resultar incapacitante si no se lleva a cabo un tratamiento adecuado. La segunda medida es aleccionar a las familias sobre algunos hábitos de vida que pueden empeorar la migraña, para que los eviten, y fomentar aquellos que pueden mejorarlas. Algunas medidas importantes son: la higiene del sueño, la falta o el exceso de sueño pueden precipitar ataques de migraña. El consumo excesivo de analgésicos, el consumo de tóxicos en adolescentes y la obesidad o sobrepeso pueden empeorar la migraña. En contraposición, la práctica de ejercicio físico puede ayudar a su control, así como la gestión del estrés y los factores emocionales. El tratamiento abortivo consiste en el suministro de analgésicos (paracetamol o antiinflamatorio) u otros medicamentos específicos para tratar las crisis. En el caso del preventivo se ofrece solo a algunos pacientes, a aquellos en los que la migraña aparece de forma frecuente, de fuerte intensidad y en la que su aparición afecta a su funcionalidad y a su calidad de vida. En este caso, se suele empezar por un tratamiento oral, con el objetivo no de curar, sino de reducir los episodios y el dolor.

P. ¿Qué consejos le daría a los padres que tienen hijos que sufren migrañas?

R. Si tienen hijos con migraña lo primero es que no se culpabilicen. Lo que se hereda es la enfermedad, pero lo que no se hereda es la evolución, ya que se trata de algo específico de la persona. Cabe explicarles que los pacientes que la padecen se encuentran mejor si llevan una vida ordenada. A los menores les vienen muy bien las rutinas, que tengan horarios de alimentación y sueño regulares. No medicalizarlos en exceso, confiando en el criterio profesional, salvo que vean mermada su funcionalidad, entonces debe considerar consultar por si necesitan un tratamiento preventivo.

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Por Diario

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